Turrialba ansía que se escuchen sus notas

Aún sin tener suficientes espacios para exponer su arte y dificultades para obtener instrumentos y grabaciones, los músicos de Turrialba persisten en su sueño de surgir

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Cuando terminó la entrevista con el músico turrialbeño Alejandro Sánchez, este se detuvo en el marco de la puerta y preguntó: “¿Por qué hablar de Turrialba?”.

Sánchez quería saber qué hacían un equipo de La Nación recorriendo el centro del cantón en busca de músicos.

Para responder la pregunta, basta decir lo que la mamá de Sánchez y otros repitieron durante la investigación: Turrialba es cantón de artistas.

Escuelas, colegios y otras instituciones llevan el nombre del poeta Jorge Debravo, la referencia obligada, y mediante redes sociales y conversaciones con los locales, se puede mapear una red emergente de creadores.

Hay talento, pero este tiene poca visibilidad. La forma en que se mantienen vigentes bandas de punk, rock, ska, reggae y metal raya entre la clandestinidad y la obstinación. Los creadores de música son los encargados de plantear iniciativas para que se puedan escuchar sus notas.

“Necesitamos lugares donde desarrollar lo que hacemos: no solo la Casa de la Cultura, sino también el parque y establecimientos donde podamos exponer arte”, dice Pablo Mejía, músico que ha organizado festivales con agendas alternativas.

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La música de banda y los conciertos de música tropical predominan en los festivales oficiales: el Festival Jorge Debravo, propuesto por la municipalidad y el festival La palabra nos une, que aunque se enfoca en la tradición oral, ha incluido conciertos.

Espacios. Por cantidad de bandas activas que se conocen, se puede decir que Turrialba tiene una escena musical en crecimiento; conversando con miembros de la RAT se pudo mapear unas 25 bandas, con un promedio de tres integrantes por grupo.

Este faltante de espacios para desarrollar una audiencia no es nuevo. En la canción Sepulcro punk, grabada en el 2002, el grupo turrialbeño Seka inmortalizó un salón comunal cercano al cementerio que usaba para velar muertos y también para conciertos, uno de los pocos espacios que había para hacer presentaciones en la década de los 90.

El músico Alejandro Sánchez recuerda el lugar y dice que, por queja de los vecinos, dejó de usarse para conciertos.

Sánchez recalca que el único espacio que actualmente es usado para conciertos es el bar Amanecer, en Santa Rosa, Turrialba, o en casas o garajes, donde los espectáculos se arman con equipo que entre varias bandas juntan. Allí, es un público joven el que se reúne y por las condiciones, rara vez asisten más de 50 personas.

Lucha. La Red de Artistas Turrialba (RAT) surgió para atacar ese silencio.

“La municipalidad tiene gestor cultural, pero no ayuda mucho”, comentó el actor Jaim Solís, director ejecutivo de la RAT.

La red se articuló en medio de una disputa con el municipio, que pretendía hacer un convenio con una empresa privada para convertir la Casa de la Cultura Jorge Debravo en un cine.

Esto se supo cuando el grupo de Teatro Signos recibió una notificación de desalojo de la Casa de la Cultura. En Facebook, los miembros del teatro manifestaron sus quejas, al mismo tiempo que una página anunciaba un cine en Turrialba.

Así lo contaron Solís y Mejía (presidente de la RAT) y Catalina Barrantes, quien además de artista gráfica es fiscal de la RAT. Lo cuentan desde la Casa de la Cultura, un inmueble ubicado a 50 metros del Parque Quesada Casal de Turrialba.

El edificio es de una planta y tiene un escenario. La Casa de la Cultura es administrada por la Municipalidad de Turrialba.

“No solo fue una lucha con la muni, sino contra la comunidad que, desinformadamente (sic), nos tildó de vagabundos y empezaron a decir que aquí no había arte ni artistas (que aprovecharan el espacio)” dijo Mejía.

Frente a este antagonismo, la red encontró su objetivo: “Queríamos enseñarle a la comunidad que sí hay muchas actividades artísticas (...) que se pueden incorporar en un taller artístico, ya sea teatral o musical”, explicó Mejía.

Los artistas turrialbeños tomaron las redes sociales para expresar su oposición y así se dio lugar a conversaciones para actuar en conjunto. Consiguieron apoyo legal para cuestionar los contratos y lograron detener el proyecto en junio del 2015.

“El 23 de junio fue la sesión municipal en la cual se pudo hablar para defender la Casa de la Cultura y dichosamente terminó a favor del arte, a favor de Turrialba, cuando se aceptó la inconsistencia y todo lo extraño que había dentro de los tratos”, comentó Mejía.

Un festival que habían planteado como protesta, se transformó en celebración. La actividad se denominó En Turri sí hay arte como forma de contestar a los vecinos que criticaban la falta de creadores.

El festival se realizó el 5 de julio de 2015, en el Parque Quesada, se reunieron 9 grupos de música y en la Casa de la Cultura hubo poesía, ballet y teatro. En diciembre, se celebró una segunda edición del festival.

Los músicos ven salir de Turrialba como obligación si es que desean construir una escena artística, sea para ganar experiencia en escenarios o como músico pagado, para grabar y hasta para comprar instrumentos.

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Sin embargo, los grupos existen, y se pueden oír aunque sea a través de grabaciones de baja calidad. ¿Dónde ensayan?

“En la casa del baterista, para que las mamás se enojen”, dice Alejandro Sánchez bromeando, después de que ha mostrado en su habitación una batería.

Sánchez ha sido parte de distintos grupos de punk y metal y recientemente ha volcado su trabajo a la experimentación sonora de música electroacústica y ambiental, a través de sus proyectos Begotten y Aokigara.

Sánchez nos recibió en la casa de su madre en Turrialba. Él es uno de cinco hijos que se ha dedicado de una u otra manera a la música. Además de componer, desde el 2012 Sánchez fundó un sello disquero artesanal, con el que ha editado música de ambient y noise de grupos de Francia, Suiza, Paraguay y Costa Rica.

Él gestionó esos contactos a través de Internet y ha hecho intercambios de discos físicos con otros sellos de distintas partes del mundo. Sánchez opina que la mejor manera de afrontar los vacíos, es tomar la iniciativa.

“Esperan mucho de la municipalidad o el ministerio de Cultura... Si las oportunidades vienen, genial, pero yo creo que no hay que sentarse a (esperar) que les den algo. En ningún tipo de arte, porque de hecho tengo un amigo que escribe y sacó un libro hecho por él, sin una editorial (...) De hecho Jorge Debravo y otros poetas sacaban los libros ellos mismos”, comentó.

“Yo entiendo que la (RAT) tiene un papel muy importante, pero (me gustaría) que la gente no espere a que sea la red sea la que haga. La red está para unir a la gente y para ser plataforma de comunicación, pero la gente es la que debe hacer”, agregó.

Susan Campos Fonseca, otra turrialbeña que ha impulsado la difusión y los intercambios cree, al igual que Sánchez y los miembros de la RAT, que el arte de Turrialba vale el esfuerzo de trabajar y construir, aunque sea con pocos recursos.

“Por lo general las comunidades rurales son imaginadas a raíz de una sonoridad de los tradicional o lo folclórico y de repente darnos cuenta de que había un espacio donde se trabajaba música que no se identificaba con, lo que se supone, es la latinidad, me llamó mucho la atención” comentó Campos.

“Resulta bastante extraordinario encontrarte una banda de heavy metal tocando en medio de un cañal, o algo que podría sonar en Berlín o Brooklyn te lo encontrás en Juan Viñas”, dijo Campos durante una entrevista en Guadalupe.

Campos, doctora en Ciencias de la Música y Profesora, planteó desde el 2013, en la Sede de Atlántico de la Universidad de Costa Rica, la residencia artística Turriatology, que pretende estudiar las dinámicas sociales del cantón desde su paisaje sonoro.

A la fecha, en Turriatology se han investigado espacios como el mercado de Turrialba, así como las prácticas de noise y metal en la zona Atlántica.

“Queremos que el arte contemporáneo sirva como medio para que una comunidad se reimagine a sí misma”, explicó Campos.

La comunidad de músicos debe, de la misma forma, reimaginar cómo podrían ser las cosas en la ciudad Turrialba y lograrlo.

El semillero que hay en la zona aún busca su camino para salir del anonimato, pero solo germinará si se toman las acciones necesarias a tiempo.

Susan Campos, como Alejandro Sánchez, cree que no hay que sentarse a esperar.

“Hay que dar un mensaje de fe y de valor a la gente que está tratando de abrir espacios: ocupen los espacios, no pidan permiso; eso es lo que siempre recomiendo”, comentó Campos.

Disfrute de una compilación de grabaciones de músicos turrialbeños elaborada por el músico Alejandro Sánchez:

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