Richard Clayderman tuvo al público del Melico Salazar en la palma de su mano

El pianista francés tocó durante una hora y 45 minutos, pasando por temas como Balada para Adelina y Somos novios .

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Durante poco menos de dos horas de concierto, el pianista francés Richard Clayderman sedujo, manejó, cautivó y dominó las emociones de un recinto casi abarrotado, la noche del martes.

El popular intérprete visitó Costa Rica –por cuarta vez y después de siete años de ausencia–, donde presentó su tranquillo y llevadero espectáculo en el Teatro Popular Melico Salazar.

Con nueve minutos de atraso, el concierto de Clayderman arrancó cuando se abrió el telón y se reprodujo un video introductorio con frases como: “Uno de los más reconocidos pianistas del mundo estará pronto con ustedes”. El aforo aplaudió apasionado.

Abajo de la pantalla, en el centro del escenario, estaba el piano de cola desde el cual afloraron tantas poderosas melodías esa noche; a los lados, un ensamble de cuerdas con ocho músicos locales, quienes –junto a pistas de batería, bajo, guitarra y teclados– acompañaron la música del francés.

El carisma de Clayderman fue notorio desde el momento en el que puso sus pies en las tablas, sonriendo espléndidamente mientras la gente alababa cada movimiento.

Con sus manos sobre el piano, se caracterizó por hacer representaciones corporales y faciales de algunas de las notas. Con esos gestos, trazó el trayecto emocional de cada canción.

La profunda suavidad que flotaba entre sus dedos y las teclas era el reflejo del amor de verdad, como el de quien le hace cariños a su pareja mientras suena Balada para Adelina (la canción que popularizó el francés).

La música era el punto medular de la velada y, como tal, se encargó de arrancar suspiros por doquier, ya fuera con sus emblemáticos popurrís de Abba y Stevie Wonder (con temas como Dancing Queen y I Just Called to Say I Love You , respectivamente) o con sus interpretaciones de bandas sonoras de cintas como Titanic y Schindler’s List .

Dentro del repertorio, llamó la atención que el pianista incluyera canciones de músicos latinoamericanos que –como explicó– son de su agrado, como El día en que me quieras , de Carlos Gardel; Solamente una vez , de Agustín Lara, y Somos novios , de Armando Manzanero.

Presencia. Clayderman es un pianista con todas las aptitudes para desarrollarse en el campo de la música formal, pero su camino fue el de la música popular, por un sinfín de razones, entre ellas su necesidad de romper protocolo.

Durante el show , Clayderman estuvo en constante contacto con el público, ya sea dirigiéndose a la audiencia en español, francés o inglés, o entregándole a algunas afortunadas sus hojas con la música.

Uno de los mejores momentos del espectáculo vino de la mano del sonido de una mosca a través de los parlantes, lo que rompió con la monotonía en tarima.

Clayderman actuó preocupado por la intromisión del insecto, y un peluche de abeja entró al escenario y se convirtió en la razón de una seguidilla de carcajadas que alivianó el ambiente formal característico de un recinto como el Melico. Fue una buena dosis de comedia para acompañar sus melodías.