Mónica Naranjo cumplió sueño de mujer trans y cantante privadas de libertad

La cantante española y unas 150 reclusas del Vilma Curling compartieron lágrimas de agradecimiento y emoción durante una visita poco usual en el centro penitenciario.

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La mañana de este viernes Mónica Naranjo abrazó a más de 100 mujeres privadas de libertad, quienes por ser reclusas, han llegado a creer que lo han perdido todo.

Mónica Naranjo les regaló atención y las comparó con flores. Gritos, más abrazos y muchas lágrimas se congregaron en la pequeña capilla de la cárcel de mujeres Vilma Curling. La cantante española, reconocida por promover los derechos humanos, aprovechó su visita al país (será la madrina de la Marcha de la Diversidad) para compartir con mujeres privadas de libertad. El encuentro se logró gracias a una coordinación con el Ministerio de Justicia.

El espacio en el que Mónica y las mujeres se encontraron se hizo pequeño pero no tanto por las dimensiones, sino por la cantidad de emociones que merodeaban el ambiente que fluyó según quisieron todas ellas. La alegría se manifestaba con gritos, aplausos, sonrisas y más lágrimas, Mónica incluida.

Cristina Jarquín, mujer trans y privada de libertad, se hizo una cola alta y se aplicó loción con aroma a coco para ver a la artista que por años ha seguido. Para Cristina, esta visita, más que “cumplir el sueño de conocer a una gran artista”, significaba una revalorización como persona, pues con tono reflexivo manifestó que “cuando se cae presa, se pierde todo”.

“Recibir a Mónica Naranjo es muy interesante y un gran placer. Como privada de libertad sientes que pierdes todos tus derechos. El hecho de poder participar en esta actividad es importante porque no te hace sentir criminal, te hacen sentir persona. Cuando caemos presas todos se le corren a uno. Es emocionante que ella quisiera venir. Para mí es un sueño conocerla. La he seguido siempre, recuerdo todos los cambios que se hizo en el cabello”, agregó Cristina Jarquín, de 32 años.

Ella no era la única emocionada. Patricia Mayela Arce , una de las asistentes a la actividad, estaba tan contenta y ansiosa por ovacionar a Mónica que hizo un esfuerzo por levantarse de su silla de ruedas y así poder abrazarla. Mientras se desarrollaron las actividades, ella no paró de bailar en su asiento. Estaba feliz.

Mónica, quien llegó acompañada por sus managers y estilista, compartió una pequeña mesa con los viceministros de Justicia Viviana Boza y Fabián Solano, así como con Luis Eduardo Salazar, Comisionado para la Atención de los Derechos de la Comunidad LGTBI. Mónica estuvo poco tiempo sentada.

La primera vez que se puso de pie fue para recibir flores y un jabón artesanal que le prepararon las reclusas. Tras recibir los presentes, tomó el micrófono e instó a las mujeres a seguir adelante. Para sorpresa de todos, cantó a capela unas estrofas de su icónica canción Sobreviviré. Volvió a su asiento para disfrutar de los actos artísticos que le habían preparado.

Una presentación folclórica, un show de calypso y cantos corales fueron ensayados por las residentes del penal para homenajear a Mónica. Ella las miraba complacida y sonreía emotiva. El acto que siguió nadie lo esperaba, menos la artista.

Una sola voz

María José Murcia, de 28 años, se salió de la presentación folclórica cuando terminó el primer baile. Después se entendió la razón. Ella es conocida por ser “la cantante estrella” del Vilma Curling, y quería agradecer el gesto y cariño de Mónica con su voz.

María José apareció en escena para cantar y sus compañeras la apoyaron con vítores. Ella estaba temblando y se dirigió a Mónica con el fin de reiterarle lo significativo que era tenerla enfrente. De inmediato, el semblante de la española cambió cuando supo que la pieza elegida por María José era Óyeme, uno de sus más famosos temas.

María José empezó a cantar y Mónica desde su espacio movía sus manos al ritmo de la canción. Seguidamente, la muchacha se acercó y de su bolsa trasera sacó un micrófono que le dio a Mónica. Pasó lo inimaginable.

Mónica le acompañó y juntas empezaron a cantar. Las asistentes sonreían y se miraban con asombro por lo que estaban viviendo; aunque no eran las únicas, el equipo de Mónica estaba conmovido y su estilista no pudo contener las lágrimas el llanto. Todo era emoción y muchas lágrimas, pero de alegría.

La primera interpretación les salió tan bien, que hubo una segunda. El mánager de Mónica estaba impactado y comentó que ella nunca canta con nadie sin antes ensayar. Que cada vez que va a dar un concierto se somete a dos o tres semanas de silencio. Lo que pasó en el Vilma Curling fue inédito, mágico.

“Esta fue la experiencia de mi vida. Fue increíble. Yo propuse pasarle el micrófono a Mónica Naranjo, entonces le preguntaron al mánager y él dijo que quizá ella aceptaba, que no era seguro, pero que si lo hacía, esa sería la primera vez. Estoy muy feliz. Quiero dedicarle este momento a mi madre”, dijo María José.

La actividad estuvo llena de sentimientos, incluso el de libertad, así lo sintió Shirley Brown, una mujer de 59 años, quien disfrutó tanto que tuvo la sensación “de estar fuera de las rejas”.

“Fue una actividad demasiado espectacular. Me sacó las lágrimas, nunca habíamos tenido una artista así. Nunca había pensado en que tanta gente tan bella viniera a vernos. Lo disfruté bastante”.

Mónica llegó con la intención de dar amor y así lo hizo. También recibió mucho. Cuando finalizaron los actos que le tenían preparados, una fila enorme se hizo para acercarse, abrazarla y pedir autógrafos. La cantante dio todo lo que le pidieron y más.

“Me llevo un amor infinito. Conservo tantas cosas de este día. Me voy llena, plena, es maravilloso lo que hemos vivido aquí. Tantas cosas, tantas energías y tantas vivencias que se ven en los ojos ajenos. A lo largo de mi vida todo lo que he hecho ha sido sin pensar. Hago música conforme la percibo en el corazón. No sabía que fuera tan importante en la vida ajena. No lo sabía”, dijo la artista.