La Orquesta Filarmónica de Costa Rica agarró a Pink Floyd por los cuernos

Desde el ángulo en el que se le mire, el tributo que la agrupación estrenó el viernes en el Teatro Melico Salazar fue sublime.

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Un tributo justo, elaborado, nítido y consecuente fue el que ofreció la Orquesta Filarmónica de Costa Rica en honor a Pink Floyd, durante la noche del viernes, en el Teatro Popular Melico Salazar.

Con cada elemento musical, estético y emocional cuidadosamente detallado, más de 1.000 personas disfrutaron de un homenaje elaborado por fans y para los fans.

Así lo corroboró el ensamble de formación clásica desde la primera canción interpretada esa noche – In the Flesh – y durante las más de dos horas que duró el espectáculo.

Como ya es tradición, el director Marvin Araya complementó la fidelidad musical con la cercanía humana al hacer chistes y forjar una complicidad con el público durante sus pocas, pero sustanciosas intervenciones en el espectáculo.

“Para mí, no existe la salsa, el rock o la música clásica; existe la buena música, ¡y esta es buena música!”, manifestó Araya, para consolidar así la euforia.

Brigada de lujo. En lo que va de la década, la Filarmónica se ha dedicado a celebrar la música popular con espectáculos cada vez más ambiciosos y le lleva al público shows de primera calidad de Los Beatles hasta Michael Jackson.

El de Pink Floyd es –hasta la fecha– el más completo que han presentado: contó con escenografía de primer nivel, una luminotecnia penetrante, las más apropiadas proyecciones audiovisuales y un alcance de producción alucinante.

Empero, lo más relevante no se ve; se siente. Por más apoyo que tuviera el concierto en otros frentes, lo que selló el pacto para el público (que pagó entre ¢20.000 y ¢35.000 para estar ahí) fue la digna interpretación del grupo y sus cómplices.

El tributo fue mucho más orientado al rock que lo que se estila en rendiciones de otras orquestas con Pink Floyd, y se basó en magníficos arreglos de los maestros Paul Rubinstein y Carlos Campos.

La representación de cada sonido fue íntegra, sin decoraciones de más ni arreglos de menos.

Además del ensamble, sobre las tablas estuvieron los guitarristas Ari Lotringer (Time’s Forgotten) y Aarón Retana, y en algunos puntos altos del recital tocó Abraham Valenzuela, ficha de Las Tortugas.

Ninguno de los vocalistas invitados defraudó: Kurt Dyer protagonizó temas como Mother , High Hopes y Comfortably Numb ; y Pato Barraza se iluminó al interpretar Pigs y Shine on You Crazy Diamond .

Daniel Patiño (de PatiñoQuintana) destacó en Wish You Were Here y Learning to Fly ; y Antonio Masís (Pneuma) sorprendió a quienes no conocían su talento con rendiciones de Time/Breathe y Money .

Como final apoteósico, luego de más de dos horas de espectáculo, Barraza y Masís compartieron vocales en Run Like Hell : dos generaciones de músicos locales unidos por uno de los más monumentales himnos de la historia.