Francisco Céspedes y Arnoldo Castillo se lucieron en una noche de bohemia y reencuentro

Los artistas presentaron su espectáculo ‘Cómplices’ dos noches en el Melico Salazar. En el segundo recital, el romanticismo compartió con la alegría del regreso de la música en vivo

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Parte de las enseñanzas que nos ha dejado la pandemia es apreciar de una manera más intensa todo aquello que antes dábamos por sentado, como la oportunidad de sentarnos a escuchar música en vivo, de dejarnos llevar por las armonías, por las voces, las historias. Es por esta razón que volver a ir a un teatro a disfrutar de un concierto —tras muchos meses de abstinencia— fue una experiencia inolvidable; más aún porque ese recital fue una noche de amigos, una velada de bohemia entre cómplices.

El cubano-mexicano Francisco Pancho Céspedes y el costarricense Arnoldo Castillo se encargaron de que el público que los acompañó a sus conciertos de este fin de semana en el teatro Melico Salazar disfrutaran de dos noches cargadas de romanticismo, pero también de secretos bien contados, de anécdotas de amor y hasta de sonoras carcajadas. Fue parecido a sentarnos en la sala de la casa con buenos amigos a recordar con música.

Cómplices fue el espectáculo que llevó a Pancho y a Arnoldo a las tablas del Melico durante dos noches. En el segundo concierto, el sábado 30 de octubre a las 7 p. m., los compinches que se conocieron gracias a la amistad en común que tenían con el maestro Armando Manzanero, hicieron suyo el escenario y el público respondió con aplausos cada una de las intervenciones.

El primero en arribar a escena fue el nacional. Con un repaso por canciones de su repertorio original, pero también haciéndole un homenaje a otros autores, la voz de Castillo fue intensa y a la vez sutil. Como es su costumbre, el tico llevó a los presentes en un viaje a lo más profundo del romanticismo cantado.

Castillo interpretó Preso, de José José, y también No he de volver, de su propio disco Cómo podrás. Sobre esta última pieza, el artista reflexionó sobre los amores de juventud, aquellos que cuando terminan duelen, pero que al final quedan en bonitos recuerdos.

Una de las sorpresas más llamativas de la noche fue la participación de la joven María José Castillo, hija de Arnoldo, quien se unió a su papá en el escenario para demostrar que eso de que lo que se hereda no se hurta le cae muy bien a ella.

La artista, que está próxima a cumplir 18 años y es una destacada pianista, evidenció que también la buena voz le viene de genética cuando padre e hija se unieron en el tema Vas a extrañar mi amor. Fue una muy buena presentación.

Castillo siguió con un homenaje a Armando Manzanero al cantar Adoro, acompañado por una banda de músicos costarricenses a la que se sumó, además, el saxofonista de Pancho. De ahí en adelante, las colaboraciones serían la constante.

El querido Pancho

Cuando Castillo terminaba de interpretar Adoro, una figura alta y de piel canela entró al escenario con ese sabor cubano que no se puede negar. Un alegre y divertido Pancho Céspedes arribó a las tablas para empezar su participación en el concierto.

Sin aspavientos, muy al natural y orgánico, así fue Pancho durante su show. Estaba encantado de estar en el Melico, de compartir sus canciones con sus fans y los buenos amigos que lo fueron a ver esa noche.

Pícaro y bailarín, pero también intenso y romántico, a sus 65 años Céspedes cantó temas como Parece que, Que tu te vas, Quédate más, y también el clásico You Are So Beautiful (original de Billy Preston y popularizado por Joe Cocker). Esta pieza el trovador la dedicó con beso y baile a una querida amiga que estaba en uno de los balcones del teatro.

Pancho, además de un espectáculo musical y artístico de alto nivel, también dio de qué hablar con esa muestra espontánea de amor que, inevitablemente, encaminó la noche a un nivel más alto de intimidad.

El concierto siguió con un camino de cercanía entre artistas y audiencia, así como algo de improvisación sobre las tablas por parte de los músicos costarricenses de la banda, a los cuales se sumaron otros artistas cubanos, mexicanos y estadounidenses que acompañaron a Céspedes para la ocasión.

Cuando llegó el momento de que Céspedes y Castillo se unieran en la música, todo fluyó orgánicamente. Ambos se sentaron a intercambiar anécdotas de sus vidas y se entregaron a las canciones.

Remolino, el éxito del cubano, fue la excusa perfecta para que las dos voces se encontraran. La cantaron juntos, pero Castillo lució tanto su voz que Céspedes no dejaba de verlo con profesa admiración.

El cierre de la noche continuó con la complicidad de estos amigos, para quienes este mano a mano fue un gozo constane. Al cierre, volvió María José a escena y una vez más demostró que tiene en el canto un gran futuro.

Por supuesto que el gran adiós llegaría con la interpretación de Vida loca, el himno más reconocido de la trayectoria del cubano.

Pancho y Arnoldo hicieron lo que prometieron: disfrutaron tanto como su público. Entregaron sus talentos en el escenario y llevaron a los presentes a un viaje por el romance, por el sabor caribeño y por la tradición costarricense.