Ellos hicieron horas extra en el Rock Fest

Trabajo intenso Los sonidistas y algunos músicos tuvieron que trabajar intensamente, para que muchas bandas se lucieran en el escenario

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Cualquier concierto tiene el protagonismo de los artistas que se ubican en el escenario; de eso no hay duda. Sin embargo, toda producción musical sale avante gracias al trabajo de otra suerte de artistas anónimos, que ponen cada pieza en su lugar.

Uno de esos tipos de artistas, no tan fácilmente reconocibles por el espectador promedio, es la figura del sonidista. Tras sus grandes y complejas consolas de sonido, tienen en sus manos y máquina el poder de arruinar o mejorar cualquier concierto, aunque a veces el fracaso en esta área no es necesariamente culpa de ellos.

En el Rock Fest 2013, varios diseñadores de sonido con muchos años de bordear la escena musical del país, trabajaron largas jornadas en sus mesas para tratar de controlar la música en un lugar que se caracteriza por la mala acústica.

Uno de esos incansables sujetos es Giancarlo Tassara, ingeniero de sonido que fue contratado por la organización del festival para manejar los monitores de audio y quien labora muy de cerca con cuatro de las 27 bandas presentes.

Desde temprano en la mañana, a Tassara le tocó mover las perillas para el trío Foffo Goddy. Luego, también hizo lo propio con The Great Wilderness, Patterns y 424. En estos grupos, él es considerado básicamente un integrante más de la alineación.

“Siento que hay una tranquilidad en las bandas cuando uno está ahí”, comentó. “Va de la mano con el profesionalismo de las bandas; se intenta lograr cierto estándar de calidad que sea constante”.

Al igual que ese ingeniero, otros dos tuvieron labores similares el sábado; trabajando con bandas y dentro del evento mismo. Ellos son Andrés Sequeira (sonidista de The Movement in Codes, La Milixia, Los Govinda y Akasha) y Draxe Ramírez (sonidista de Cocofunka, Percance, Gandhi y Sonámbulo).

Tiempo completo. Otro tema interesante es la flexibilidad de algunos artistas. Hay miembros de estos grupos que no solo se limitan a formar parte de una banda, sino que pertenecen a varias.

Juan Carlos Pardo es uno de los ejemplos más exagerados de esto: el baterista tocó en el festival con Foffo Goddy, Lucho Calavera y la Canalla, y 424; asimismo, trabajó como técnico para Gandhi y Akasha.

“Esto es un estilo de vida. Tratar de tener un ingreso por esto es imposible, así que uno agarra todo lo que pueda, pero no es algo económico; es mi brete y es lo que me gusta, o lo hago o lo hago”, dijo Pardo.

Fabrizio Durán es otro baterista que tocó dos veces en el festival: junto a Niño Koi y Los Cuchillos. Él toma el asunto de la música como un trabajo a tiempo completo (también toca con bandas como Las Robertas), pero siente que “eventualmente sería bueno vivir de esto”.

“Para mí, tocar con distintas bandas es una necesidad, porque no estoy casado con un solo género musical”, comenta. Sin embargo, al reflexionar, cree que el que hayan tantos músicos que se dividan entre grupos diferentes “dice algo de lo pequeño que es el país” y, por ende, de la escena.

Al igual que ellos, músicos como Diego Rojas (baterista de The Movement in Codes y Esimple, y Adaptados, banda que no estaba en el cartel), Luigi Jiménez (bajista de Patterns y Lucho Calavera y la Canalla), Camilo Pávez (de su proyecto Moldo y bajista de Evolución) y Alexandro Baviera (baterista de The Great Wilderness y Alphabetics) están constantemente ampliando sus talentos para distintos grupos, y parecen disfrutarlo.