Crítica de música: Adi Meyerson, intenciones y expresividad

Cuando los músicos acompañantes salvan la tanda de una artista internacional

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Todos los grandes músicos tienen noches musicales malas. La bajista estadounidense de origen israelí Adi Meyerson se presentó por primera vez en Costa Rica esta semana durante varias noches. Primero lo hizo dos ocasiones en El Sótano, Barrio Amón y luego en Manuel Antonio. Al menos en su concierto debut acá, no mostró su mejor cara.

¿Una excepción a su nivel usual? Tal vez.

En un repertorio compuesto principalmente por temas propios, su interpretación no calzó nunca con su currículo de lujo, que incluye presentaciones y grabaciones con músicos internacionales de renombre, así como estudios formales tanto en Israel como en New York.

Durante la velada también se escuchó un blues, una pieza de Sonny Rollins, así como una adaptación de un tema berlinés de los años 20, entre otras.

Es necesario aclarar que el show, dividido en dos sets, de todas formas resultó agradable pero principalmente por la impecable labor de los dos músicos costarricenses que acompañaron a la invitada estelar.

El guitarrista Édgar Sequeira y el baterista Orlando Ramírez sostuvieron el vínculo musical cercano necesario para mantener en alto el nivel de cada tema así como de los recurrentes tramos de jams. Al menos dos terceras partes del trío lograron conectarse y esa mayoría consiguió los resultados positivos.

De manera permanente se sintió una sólida alianza entre el juego de la guitarra y la batería, quienes, a diferencia del bajo, tomaban en cuenta algo básico para transmitir sentimientos con la música: los matices.

Meyerson despegó pocas veces su mirada de las partituras o del diapasón. La falta de expresividad facial se replicaba en la líneas de su instrumento, que parecía limitarse a las intenciones y dejar olvidadas las emociones.

El bajo de la estadounidense llevaba la voz cantante en varios temas pero incluso cuando cargaba la línea melódica, el ataque de los dedos con las cuerdas se sentía sucio y casi siempre opaco. Al hacer los acompañamientos, el mismo instrumento tampoco aportaba líneas interesantes que lo volvieran memorable.

En cuanto a las composiciones propias de la invitada, en general sus piezas se caracterizan por contar con un tema principal sencillo, mientras que los ritmos varían, las melodías suelen ser suaves y a veces con una vertiente "sexy" que permite jugueteos interesantes. Entre los temas interpretados sonaron Eunice, A Touch of Grey y The Five Colors of Simplicity.

Un punto en común entre todas las piezas es que desembocan con una comodidad notable en los últimos compases, donde los tres instrumentos se reencuentran en conjunto en la calma.

Sin querer sonar terco, los momentos cumbre ocurrieron en las ocasiones en que Sequeira y Ramírez se aliaban fuera de la estructura de cada pieza. Sus solos, a veces intercalados, se convirtieron en los bocadillos más apetitosos del concierto y, por ende, en lo más memorable de la velada.

Es importante destacar el hecho de que El Sótano estuvo prácticamente lleno en sendos conciertos de Meyerson. Esto no siempre ocurre, a pesar de que su oferta de conciertos es inagotable, con propuestas diversas. Son apenas excepciones como la de esta invitada, las que no dejan al público deseoso de que la visita se repita.

EL CONCIERTO

Artista: Adi Meyerson

Músicos: Édgar Sequeira, Orlando Ramírez

Fecha: 2 de noviembre

Lugar: El Sótano