Murió el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la Reina Isabel II

Las banderas británica ondeaban ya a media asta este viernes a mediodía, tras el anuncio del fallecimiento del duque de Edimburgo. Estaba a punto de cumplir 100 años.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Esposo de la reina Isabel II durante más de siete décadas, el príncipe Felipe, recientemente dado de alta del hospital tras ser sometido con éxito a una intervención cardíaca, murió este viernes 9 de abril a dos meses de cumplir los 100 años.

“Con profundo dolor, su majestad la reina anuncia la muerte de su amado esposo, su alteza real el príncipe Felipe, duque de Edimburgo”, afirmó un comunicado del Palacio de Buckingham.

“Su alteza real ha fallecido en paz esta mañana en el Castillo de Windsor”, precisó.

Tras conocerse su muerte, el primer ministro británico, Boris Johnson, elogió “la vida y el trabajo extraordinarios” del príncipe y envió un mensaje de pésame a la reina.

---

Las banderas británica ondeaban ya a media asta este viernes a mediodía, tras el anuncio del fallecimiento del duque de Edimburgo.

Felipe, que el 10 de junio debía cumplir 100 años, fue visto por última vez el 16 de marzo cuando vestido con camisa blanca y jersey color crema salió en el asiento trasero de un vehículo del hospital King Edward VII de Londres, donde había sido ingresado un mes antes.

Desde allí regresó al castillo de Windsor, unos 50 kilómetros al oeste de Londres, donde él y la reina, de 94 años, han estado confinados desde el inicio de la pandemia de coronavirus hace más de un año.

Hacía años que no pasaban tanto tiempo juntos, puesto que él permanecía gran parte del año en la residencia real de Sandringham y la reina en el palacio de Buckingham o de Windsor.

Tras ser hospitalizado el 16 de febrero, como “medida de precaución” tras haberse sentido mal, y ante las especulaciones y preocupación por su avanzada edad, la casa real informó de que su ingreso no estaba relacionado con el covid-19, sino que se debía a una infección.

Bajo una fuerte expectación mediática, había sido trasladado a principios de marzo del pequeño y elegante King Edward VII, al gran hospital público St Bartholomew.

Allí, donde se encuentra según su página web el mayor departamento especializado en enfermedades cardiovasculares de Europa, fue sometido “con éxito” a una operación quirúrgica “para tratar una enfermedad cardíaca preexistente”.

Su fallecimiento representa un nuevo revés para la familia real británica en un momento convulso para la monarquía, sacudido por una de sus mayores crisis institucionales a raíz de una explosiva entrevista concedida por el príncipe Enrique y su esposa Meghan en marzo a la la estrella de la televisión estadounidense Oprah Winfrey.

Consorte

El príncipe Felipe de Edimburgo, pasó más de seis décadas a la sombra de su esposa, la reina Isabel II, con gran lealtad y una propensión a mostrarse poco respetuoso de lo políticamente correcto.

"Es mejor desaparecer que alcanzar la fecha de caducidad", había dicho hace unos años con su particular sentido del humor.

Si su esposa, que llegó al trono en 1952, batió todos los récords de longevidad como monarca, Felipe fue el consorte que más años ostentó ese honor. Lo era desde 2009, cuando superó a Carlota, la esposa de Jorge III.

“Es mi roca. Ha sido mi fuerza y mi sostén”, dijo una vez la reina, poco proclive a hacer demostraciones de cariño en público.

En 2017 se retiró de las actividades públicas tras haber participado en más de 22.000 actos oficiales, pero su principal valor fue ser "el único hombre del mundo en tratar a la reina como un ser humano, de igual a igual", explicó una vez Lord Charteris, exsecretario privado de la monarca.

Alto y tieso, siempre detrás de la reina como exige el protocolo, Felipe asumió con mejor o peor disposición su papel de secundario.

---

Según admitió, le hicieron falta años de aprendizaje para encontrar su lugar a la sombra de Isabel II y en el corazón de los británicos, pero luego disfrutó de un alto índice de popularidad, al igual que su esposa.

A menudo intentó salirse con la suya, pero acabó entrando en razón.

Como en enero de 2019, cuando un accidente de tráfico reveló que seguía conduciendo a los 97 años. Pese a las críticas, volvió a tomar el volante dos días después y sin llevar el cinturón de seguridad. Pero tres semanas más tarde cedía a la presión y entregaba su permiso de conducir.

Indiferente al qué dirán

Una tribu de Vanuatu llegó a venerarlo como una divinidad ligada a los espíritus del volcán Yasur.

Su temperamento fue efectivamente volcánico, sin ninguna consideración por lo políticamente correcto, aunque en los últimos años se calmó.

"¿Habéis logrado que no os comieran?", preguntó a un joven británico que venía de viajar por Papúa Nueva Guinea en 1998.

"Vosotros tenéis mosquitos, yo tengo periodistas", dijo en Dominica en 1966. Luego compararía a los periodistas con los monos de Gibraltar.

En otra ocasión, un niño le confesó que quería ser astronauta y el duque le respondió que estaba demasiado gordo para volar.

Cuando se le preguntó si le gustaría visitar la Unión Soviética, dijo: "Me encantaría visitar Rusia, aunque esos cabrones asesinaron a la mitad de mi familia" (en alusión a la suerte de los Romanov).

Su entorno le oyó maldecir mil veces su suerte, gruñir contra la pérdida de valores o contra las locuras de sus cuatro hijos en los años 1980, y hasta contra "los malditos chuchos" de la reina, siempre pegándosele a las piernas.

"La gente tiene la impresión de que al príncipe Felipe no le importa nada lo que piensen de él y tienen razón", dijo el exprimer ministro Tony Blair en sus memorias.

¿Una infancia traumática?

De ascendencia alemana, el duque nació príncipe de Grecia y Dinamarca, el 10 de junio de 1921 en la isla griega de Corfú. Era el quinto hijo de Alicia de Battenberg y Andrés de Grecia. La familia huyó meses después, cuando se proclamó la república helénica y se refugió cerca de París.

Su padre era asiduo de los casinos de Montecarlo. La madre, depresiva, ingresó en un convento. Felipe tenía 10 años. Dejado en manos de parientes lejanos, frecuentó colegios en Francia, Alemania y Gran Bretaña hasta terminar en un austero internado escocés.

Ingresó luego en la Marina Real británica y participó activamente en los combates durante la Segunda Guerra Mundial en el océano Índico y el Atlántico.

Era un apuesto joven de 18 años cuando conoció a Isabel antes de la guerra. Lilibet, como la apodaba su madre, tenía 13 años y se enamoró. Se casaron ocho años más tarde, el 20 de noviembre de 1947. Felipe, nombrado duque de Edimburgo, tuvo que renunciar a sus títulos de nobleza anteriores y a su religión ortodoxa.

En febrero de 1952, la muerte prematura de su suegro, el rey Jorge VI, marcó el fin de su carrera de oficial en la Marina e inauguró la de príncipe consorte que le siguió el resto de su vida.

Noticia en desarrollo