¡Dale pa’lante y pa’trás! Así son los días de Héctor Carranza, El Cangrejo del chiqui-chiqui

Si desde el título ya usted está sonriendo es porque se devolvió más de 30 años en el tiempo, a la época de Jaque Mate, cuando este histriónico intérprete enganchó a un país con su genialidad

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Quienes vivimos y gozamos la época del chiqui-chiqui en los años 80 posiblemente vimos el adictivo video de El Cangrejo una y 100 veces, sin que dejara de hacernos una tremenda gracia y pegarnos, por supuesto, su estribillo en lo que quedaba del día.

Su adaptador a la versión popular y el de otros éxitos del entonces flamante grupo nacional Jaque Mate, Héctor Carranza Calvo, hoy con 69 años está consciente de que El Cangrejo llegó para quedarse incluso en el futuro, cuando su vida cierre su ciclo, pues con el paso de los años la leyenda de este, su principal hit —lo cual es mucho decir— va a sobrevivir gracias al gusto heredado por sus papás y abuelos a generaciones más jóvenes.

El artesanal y extraordinario videoclip, adelantado para su época, sigue siendo una joya en YouTube y es capaz de devolvernos en el tiempo, como cuando salíamos soplados del cole o del trabajo para ver aquella parodia de Frankenstein a la tica, en la que el Dr. Víctor Frankenstein se toma por equivocación, creyendo que era su sopa, la pócima que lo convertiría no en un muerto viviente, sino en un pizpireto Cangrejo humano con holgado traje a rayas blancas con negro y una colochuda peluca bicolor.

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La rocambolesca descripción solo puede ser entendida por quienes hemos visto el video. Y eso que no abundamos en otros detalles como la maravillosa caracterización de Igor y del resto de “monstruos” que no aparecían en la trama original de la historia, escrita por la inglesa Mary Shelley en 1816 y que, en esta versión tropical, se van a la playa a conquistar modelos y hasta se encaraman en un bus, para terror del bigotudo conductor.

El caso es que es imposible aterrizar en cómo son los días de Héctor Carranza actualmente sin explicar antes el fenómeno que lo puso en la palestra musical en el país, aunque tiene a su haber muchos otros éxitos que incluyen El Pescado Rolimoli, tema infantil de su creación con el que hacía las delicias de los chiquillos del kínder Florita Chacón, en Guadalupe, en su otro trabajo como chofer de microbús de estudiantes durante 27 años.

En medio de su meticulosa y ordenada forma, tanto de vivir como de recordar, me pide que no se me olvide mencionar una de las vivencias actuales que más alborozan su corazón: “No sabe usted lo que siento yo cuando voy por la calle y me para una dentista, un abogado, muchos de esos chiquillos que viajaban felices conmigo, que ya hoy soy profesionales y se alegran enormemente de verme y lo primero que hacen es recordarme y hasta cantar un pedacito de El Pescado Rolimoli, al punto que lo tengo como proyecto de grabación dentro de poco”, afirma con entusiasmo.

Y es que más allá de El Cangrejo, Canchis Canchis y El Pipiribao, entre otros éxitos que compartió con sus compañeros de Jaque Mate, Héctor no solo es un profesional de la música graduado en Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica, sino que es un enamorado de la composición y de la ejecución de distintos instrumentos. Y aunque a raíz de la pandemia se ha refugiado en varios tipos de arte, igual no le dedica menos de cuatro horas diarias a la música.

Entre sus varios proyectos quizá el más importante es el que desarrolló el trío llamado Los Cangrejos: Historia de una vida, junto a sus hijos Héctor y Bianca, y que pretende recopilar en una especie de biografía musical el quehacer artístico del padre desde que este era un inquieto chiquillo de Cañas, Guanacaste, ya desde entonces enamorado perdidamente de la música.

El Cangrejo, Quico y los ‘pachos’

Antes de continuar con el devenir personal de Héctor Carranza durante las últimas décadas y que cuenta con su propio rosario de anécdotas, es obligatorio rescatar algunos ‘pachos’ que tienen que ver con las ambiciosas grabaciones de videos como El Cangrejo, El Pipiribao y Canchis Canchis.

La primera anécdota que sorprende y es poco conocida es que El Cangrejo, en su versión original y dirigida a los niños, fue creada nada menos que por Quico (Carlos Villagrán), quien la cantaba en sus shows personales durante la época de gloria de El Chavo del Ocho. Cual lince, Héctor le puso el ojo, le hizo los arreglos respectivos y le dio el toque popular. ¡Tremendo toque!

En ese ordenado remolino mental que incita a Héctor a producir, innovar, volver a producir y volver a innovar, se le ocurrió apañarse con un ambicioso video —para la época— cuya producción demoró un mes, en locaciones como en la antigua discoteca Cocoloco, en el Centro Comercial El Pueblo y el Castillo Country Club, además de playas, calles josefinas y demás.

Como si volviera a ser aquel chiquillo de Cañas que soñaba con ser actor de comedia tras volverse archiseguidor del famoso cómico estadounidense Jerry Lewis, Héctor narró con entusiasmo cómo se le ocurrió la idea de parodiar la historia de Frankenstein. “Yo siempre quise ser como doctor o algo afín, entonces al encarnar a un científico tenía que salir con una bata blanca. Yo estoy tratando en mi experimento de revivir al muerto y en eso le pido a Igor que me trajera la sopa de Cangrejo, pero por accidente le cayeron unas gotas de la pócima de mi experimento y donde yo me la tomo me transformo en ese raro personaje”, rememora.

Eso sí, insiste en destacar la coparticipación de todos sus compañeros y también a la compañía Interama, integrada por peruanos que vinieron al país por los años 80 y se dedicaron de lleno a apoyar la producción audiovisual de la música nacional.

“Uno de ellos era Juan Carlos Ferrando, ya murió, ese carajo era un artista, yo le daba las ideas y él se volaba y nos contaminaba a todos ¿viste cómo actuábamos? Siempre le voy a estar agradecido”, agrega Héctor, quien hace pocas semanas fue invitado al programa Tiquicia Retro, producido y conducido por el reconocido compositor nacional Ricardo Solís en Facebook y YouTube. El veterano músico se encuentra sorprendido por el masivo apoyo de los cibernautas ante todas sus anécdotas, los videos de Jaque Mate y, por supuesto, el hilo que lo une todo: El Cangrejo.

Los “pachos” se suceden: uno no sabe si llorar de risa o lagrimear por la nostalgia. Cuenta Héctor que para filmar el video de Canchis Canchis asumieron riesgos que hoy “ni por toda la plata del mundo” se jugaría: ahí donde los vemos aún hoy en el video, se observan los muchachos vestidos de exploradores nada menos que en la Cueva del Virilla.

“Eso se divide en un montón de cuevas, lo hicimos ahí en la entradita a pesar de que teníamos pensado desarrollarlo según yo en la pura selva, puro Indiana Jones, había que cruzar un río peligrosísimo, total terminamos improvisando en el Parque de Diversiones. Estos son clásicos para la historia, pienso yo, vea usted las muchachas que salen en vestido de baño en la playa, en El Cangrejo, muy bonitas, nada vulgar... otros tiempos” reflexiona con orgullo.

Lo que sí no le hace mucha gracia (en realidad, sí, pero porque es pasado lejano) es la pesadilla que vivieron él y varios compañeros, un “accidente de utilería” cuando se pusieron ingeniosos y para parecer estatuas se adhirieron “toneladas” de escarcha por todo el cuerpo, no sin antes embadurnarse de vaselina para que el brillito les pegara ¡para qué lo hicieron! Duraron unos 15 días tratando de sacarse la escarcha, que les anduvo hasta en las orejas.

Pero ya en serio, no todo es de risa. Cuenta Héctor —y no seré yo quien lo ponga en duda— que él manejaba siempre la microbús en la que viajaba en grupo. Una noche regresaban de un chivo (presentación) en Upala y se llevaron el susto de sus vidas.

“Veníamos subiendo la cuesta de San Ramón cuando de repente nos salió en la oscuridad una mujer totalmente vestida de blanco, con los ojos rojos, rojos... a mí las canillas se me zafaron, hasta los pies me temblaban, nunca supimos qué fue, pero todos la vimos”, dice aún con un dejo de susto.

A la postre, pasado un tiempo y siendo que él es absolutamente creyente en Dios, terminó por banalizar el asunto y hasta le compuso un tema a la que él bautizó como “La Bruja Rolila”. Hoy, no le pone mucho mente al espectro pero está convencido de que la tétrica aparición fue tal cual.

“Yo voy con corbatín”

Aunque es imposible disociar a Héctor de los graciosísimos personajes en sus videos, ya en entrevista formal él demora un poco en entrar en confianza y marca la cancha a la hora de planear la sesión de fotos. “Yo soy muy puntual, llego exacto a la hora que me digan. Sobre el vestuario le comento que en esos casos a mí me gusta la seriedad y el respeto por mí mismo, por ustedes y por mis seguidores, así que voy a vestirme formal, yo voy con corbatín”. No se diga más.

Al regresar adonde todo comenzó, Héctor se ubica en su natal Cañas, hijo “natural” (no reconocido por su padre) de doña Blanca Carranza Calvo, un mujerón, madre de otros dos hijos y quien no solo le heredó a Héctor sus dos apellidos, sino también un empuje admirable: pasados sus 40 años la señora decidió estudiar enfermería y con ese fin se trasladó a vivir a San José y a compartir un cuartito donde por entonces vivía Héctor, quien estudiaba en la UCR.

“Ella logró graduarse y también su sueño de ejercer la enfermería. Yo lo traía en la sangre también, siempre me gustó la idea de ser doctor y ya ve, mi hija menor, Bianca, también lo traía en la sangre y hoy es una gran profesional, vive y trabaja en Alemania, allá se casó y viene todos los diciembres, ahora que regrese vamos a retomar el proyecto de Los Cangrejos”, afirma con ilusión.

Agrega, a manera de anécdota, que a raíz de un “enredo” que hizo hace varias décadas un sacerdote extranjero que estuvo a cargo de la Parroquia de Cañas, hoy “un montón de primos” llevan los mismos apellidos, Carranza Calvo, una historia que al parecer al día de hoy todos los primos-”hermanos” tratan con humor.

A propósito de su padre biológico, un herediano que vivió una temporada en Cañas y, hasta donde él sabe, llegó a ser padre de unos 10 u 11 hijos, todos con mujeres diferentes, Héctor quiere componerle una canción de la cual ya tiene el título: El milamores.

Casado desde hace 39 años con doña Analive Valverde Ceciliano, los padres de Héctor y Bianca —el primogénito es ingeniero en sistemas y un virtuoso de la música como su papá—, el esposo y padre de esta unida familia asegura que en los frenéticos tiempos de fama y de giras por todo el país con Jaque Mate, ellos lograron salir exentos de escándalos y se mantuvieron al margen de la bohemia.

¿Pero sí les salían el montón de admiradoras y hasta noviecillas, como a los músicos de otros grupos?

— Uhhhh ¡pero cientos! Lo que pasa es que yo creo que en general, nosotros en el grupo fuimos muy unidos, hacíamos los toques y nos veníamos para San José. Todos los músicos que pasaron por Jaque Mate pueden dar fe de que había mucha solidaridad, como que todos estábamos concentrados en el trabajo. Imagínese que yo muchas veces llegaba de gira en la madrugada, yo era el que manejaba la microbús, y prácticamente me lavaba la cara y ya me tenía que ir a transportar estudiantes.

Como le pasó a todo el mundo, la pandemia frenó de golpe varios proyectos pero tanto él como su esposa tienen su pensión, casa propia y sus hijos son profesionales. “Más que todo me afectó estar encerrado, entonces le di rienda a mi creatividad, me puse a pintar, a trabajar en una rapsodia, que es un mosaico de diferentes canciones, la primera rapsodia que hice fue para la Sinfónica de Desamparados y tenemos el proyecto de hacer lo mismo para la Sinfónica Nacional, obviamente necesitamos financiamiento, por ahora me tiene muy ilusionado terminar la mía”, afirma Héctor con gran esperanza.

Él también ha tenido un intenso vínculo con el cristianismo en los últimos años. Tiene “montones” de canciones cristianas grabadas e incluso compuso y grabó El cangrejo espacial, una adaptación para niños sobre un cangrejo soñador. Es adepto a la iglesia El Tabernáculo, en Paso Ancho, y con el apoyo del pastor Geovanny Calderón estuvo tocando en la iglesia e incluso grabó un tema cuya letra lleva como estandarte de vida, Mi amigo Jesús.

Tras contar que a pesar de ser tan estricto consigo mismo a la hora de ser totalmente diligente, comprometido y puntual con lo que se propone, dice que ya en plan familiar y relajado es un vacilón. Se nota que llevan una vida armónica y relajada.

Termina con una línea corta y concisa que describe cuál es el estandarte que rige su vida. Con tono sobrio y solemne afirma: “Mi Señor es lo máximo. Nada, nada, nada sería yo sin Él”.