Así son los días del exárbitro Berny Ulloa, quien lloró la muerte de Maradona como si se tratara de un ser querido

¿Quién lo diría? Tras ese rostro solemne con la que dictaba sus decisiones, hay un hombre dicharachero, futbolista frustrado “por malo” y que atesora por igual sus anécdotas mundialistas como el homenaje de la gente de Palmares durante un juego, para él, inolvidable.

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Corrían los principios de los años 70. Un veinteañero Berny Ulloa Morera, que desde la adolescencia había luchado como futbolista en promesas de la tercera división, logró un fichaje en su puesto regular, como defensa, en el primer equipo de San Carlos. De eso vivió por más de un año, tras el pago de ¢3.000 por la ficha y ¢400 al mes.

La cantidad de equipos desde la tercera a la primera división por los que había rodado en diferentes períodos de aquellos años sobrepasan los dedos de las manos: Puntarenas, Paraíso, Orión, Gimnástica Española... Por eso, cuando lo echaron de San Carlos, más que todo porque tenía mucho problema con las lesiones en las rodillas, Berny sintió que hasta ahí había llegado su carrera como futbolista.

Mientras desgrana recuerdos desde la oficina anexa a su vivienda, en Plaza Víquez, Berny Ulloa, próximo a cumplir 71 años en agosto, me enzarza en un anecdotario de su vida desde su más temprana infancia hasta la actualidad, luciendo su prodigiosa memoria, sus bromas abiertas o solapadas, su malicia campesina y hasta la confesión de que tras divorciarse y procrear cinco hijos, lleva 30 años “solo” y tiene “ganillas” de poner un anuncio en el periódico en la sección de “Corazones solitarios” a ver si se consigue “una noviecilla, una loca por ahí”.

Entre risas --y también lágrimas, que las hubo-- le comento que posiblemente los años y la experiencia hacen que mucha gente --no toda-- cada vez tenga menor empacho en decir las cosas a rajatabla... aunque pensándolo bien, Berny parece haber practicado esa filosofía de por vida, solo que hablaba sin mucha rimbombancia.

Pero bueno, el caso es que tras su paso por San Carlos, Ulloa concluyó que ya la había “pulseado mucho” y que hasta ahí llegaba su carrera futbolística... al menos como jugador.

Confiesa sin ambages que así como lo del jugador de cancha fue un sueño frustrado, el de involucrarse en el mundo del arbitraje no pasaba por su mente en los montones de mejengas que se realizaban en las muchas canchas que existían en La Sabana entre la muchachada de entonces. “A veces me daban el pito y me tocaba arbitrar pero más porque no había quien, y me llevaba unos colerones porque no me hacían caso ¡los desgraciados!”.

A la luz de los hechos posteriores, casi cinco décadas después, no deja de asombrar cómo su destino se vio marcado para la historia como la de uno de los árbitros más respetados y reconocidos dentro y fuera de Costa Rica.

Él mismo aún no logra explicarse “qué bicho lo picó” aquella tarde, tras su salida de San Carlos, cuando se tomaba un café junto a Pachico García, célebre entrenador del Saprissa, al que conocía por haber coincidido en las canchas, siendo Berny jugador, y con quien lo unía una bonita amistad.

— Pachico... vieras que lo he estado pensando... y me voy a hacer árbitro.

— ¡Cómo se te ocurre! ¿Árbitro vos? Si vos sos un gran sucio, ¿no ves las patadas que das!

Caía la tarde. Berny, pensativo, sorbió su café.

Inimaginable, por supuesto, que solo una década después aquel muchacho dubitativo y meditabundo sobre su futuro, le daría la vuelta al mundo como uno de los árbitros más respetados de la Copa del Mundo México 86, famoso hasta el día de hoy por poner en raya nada menos que a Diego Armando Maradona, quien justo en ese momento descollaba como la estrella absoluta de la Copa del Mundo y quien se convertiría en toda una leyenda planetaria a partir de entonces.

Pero bueno, ya llegaremos al segundo a segundo de aquella famosa e incansable anécdota que a su vez nos transporta a otras que quizá hayan quedado desperdigadas con el devenir de los años, como fue el hecho de que Berny Ulloa fue línea mundialista de Argentina --con Maradona-- en cuatro ocasiones: tres en México 86 y la cuarta, en Italia 90.

Todo un récord y todo un vínculo que Berny atesora pero, hasta donde se percibe, más que apantallarse por la leyenda futbolística albiceleste, la recuerda por la esencia que le percibió como persona.

Infancia a la antigua

En 1950, Berny Ulloa vio la luz en San Pablo de Turrubares, que para entonces era un pueblito sin electrificación y sin conexión a las comunidades más avanzadas, excepto que fuera en mula o a caballo.

Fue el mayor de nueve hermanos y, aunque las quejas no son ni por asomo el estandarte de sus decires, sí reconoce que ha tenido una vida muy dura en ciertos lapsos. En su infancia, por ejemplo, a sus ocho años tuvo que apechugar con la temprana muerte de su papá, un sencillo trabajador agrícola que se quebraba el lomo de sol a sol entre semana, pero quien descargaba tanta brega refugiándose en el alcohol los fines de semana.

A la postre, con solo 33 años, su papá empezó a tener complicaciones derivadas del abuso del licor y, aunque recibió hospitalización, falleció a tan temprana edad.

“En San Pablo había muy pocas familias, prácticamente la mayoría dedicada a la agricultura y a la ganadería, por ese tiempo tal vez había unas dos mil personas desperdigadas por el cantón 16 de San José (...) fue una infancia muy linda a pesar de las limitaciones; uno para salir a San José tenía que salir caminando, cruzar el puente de hamaca, ya un poco después salíamos en tren, ni soñar con un bus, ¡es que no había carretera!”, rememora Berny, quien reconoce que algo que siempre tuvo claro desde chiquillo era que dedicarse a la agricultura no era lo suyo, como ocurría en esa época con la mayoría de sus congéneres.

“Era medio inútil, recogía verduras o los frutos de las cosechas pero nunca se me dio la faceta de agricultor... de esos tiempos tengo recuerdos muy bonitos, había una pulpería, cantina y salón para todo el pueblo, no teníamos electricidad entonces a las 7 de la noche ya todo el mundo estaba durmiendo, nos alumbrábamos con candelas o lámparas de canfín”, recuerda, antes de hablar de la persona que quizá fue la más influyente en su vida, hasta el día de hoy.

“A pesar de que me rozaba con los campesinos, sembraba culantro, rábano, chile dulce... cosas pequeñas en la acera o el patio, nunca fui a trabajar al campo, no tenía alma de agricultor. Quien ha sido la persona que influyó en mi vida fue mi abuela (materna) Juanita, ella fue mi segunda madre, se encargaba de los terneros, de las lecherías, no era que teníamos un gran hato, 10 o 12 vacas, pero ella se encargaba de todo”, rememora el exréferi.

“Cuando viajábamos a San José, como el tren duraba cuatro o cinco horas, ella se levantaba de madrugada y veníamos bien provistos de los manjares que solo ella sabía preparar y que difícilmente volveré a probar nunca: tortas de huevo con olores, frijoles majados, aguadulce, picadillos y lo más famoso de todo, la gallina achiotada”.

“Se murió a los 103 años. Ella no me chineaba, no era cariñosa, pero yo sé que me quería mucho... me adoraba, la verdad”, afirma, mientras muestra con orgullo una foto de doña Juanita, que prevalece en la pared de su oficina y con la cual él le rinde amor y honor.

Adolescencia, incertidumbre

De pequeñito, como el cielo de San Pablo era surcado a menudo por los aviones que se dirigían al aeropuerto Juan Santamaría, Berny soñaba con convertirse en piloto.

Tras terminar la primaria se vino para San José a vivir con unos parientes en Colonia Kennedy, pero después de cursar la secundaria de día, y luego de noche, en noveno año abortó la misión bachillerato y empezó a trabajar.

A los 14 años consiguió empleo en una fábrica de lámparas en Moravia, se hizo “medio electricista”, también “medio cantinero” al ayudarle a un tío que por entonces era dueño de El Náutico, un populoso bar en San José.

Sin embargo, por esos designios insondables de la vida, Berny Ulloa siguió vinculado al fútbol, pero como jugador. “Nunca dejé de jugar, comencé en el equipillo de Colonia Kennedy, en eso apareció una gente de La Libertad, que estaba en Segunda División y ya ahí empecé a jugar como defensa central o cuarto”. Para entonces, calcula, tenía unos 18 años.

“A mí el arbitraje no me llamaba la atención, sin embargo, la clásica mejenga de pueblo en las tardes de San Pablo, con botas de hule, comenzaban a las 3 de la tarde y terminaban cuando anochecía. A mí me ponían a veces a arbitrar, no me gustaba pero no me quejaba, aunque lo que yo quería era jugar”.

Ya en su adolescencia en San José, Berny se olvidó del arbitraje rápidamente, hasta que aconteció lo ya narrado sobre su adiós tempranero como jugador de fútbol tras el paso por San Carlos, ya en sus 24 o 25 años.

Y de ahí, su autorreflexión, la que le compartió a Pachico García, quien, con la mejor intención, le hizo ver que él era un “limero” y que jamás lo visualizaba como árbitro.

Pero ya Ulloa tenía la espinita y justo por esos días vio un rótulo colocado en la Federación de Fútbol, que en esa época estaba en La Sabana, donde se ofrecía un “Curso de arbitraje”.

“Me inscribí y mi mentor fue esa leyenda que fue Juan Soto París, todos los de entonces fuimos hechos por él, como 200... saqué el título, ya era árbitro y empecé pitando ahí en La Sabana, a los chiquillos que iban detrás mío en generación. Una vez me corretearon todos por mis ‘fallos arbitrales’, recuerdo que por ahí andaba en esa época Guillermo Guardia, igual otros jugadores que luego fueron emblemáticos”, narra Berny, en medio de risotadas conjuntas al imaginarme aquel espectáculo de la muchachada persiguiendo a Ulloa.

El ‘look’ de terror

Poco a poco, Berny se fue enamorando de su oficio. Eso sí, dice muerto de risa que le incomodaba montones el atuendo que utilizaban los árbitros en aquel entonces.

“Yo le decía a Juan: ‘Juan, no me gusta andar de negro, porque vea: eran ‘shorts’ cortados, o sea, no pantalonetas, sino ‘shorts’ cortados, medias y zapatos negros, y camisa negra con cuello y mangas blancas 100 % de diolén... yo le decía a Juan (Soto París): ‘hagamos algo con esta carajada, vestido así me da vergüenza arbitrar”.

En ese momento, el aún muy joven Berny Ulloa se volvió a cuestionar su incursión en el arbitraje; don Juan le dijo: ‘no seás así, tenés condiciones como árbitro, cómo te vas a retirar por eso’. Berny lo pensó unos días y los meros meros del arbitraje de entonces tomaron a pecho sus observaciones: empezaron a comprar zapatos buenos, camisas de calidad, etc, un tema de forma que, a no dudarlo, influyó en la dignificación de los hombres de negro.

“A partir de ahí, empecé a pelear conmigo mismo, a retarme para lograr ascender al máximo, hasta llegar a la Primera División”, cuenta Ulloa, quien enumera como si lo hubiera vivido ayer, el paso a paso de decenas de juegos que lo fueron poniendo en la palestra pública hasta ir ganando gradas desde la tercera hasta la máxima categoría.

“Poco a poco empezó a notarse que yo manejaba muy bien los tiempos, como había sido jugador eso me ayudó mucho a comprender un jugador que de pronto actuaba en caliente... entonces fui rígido pero no prepotente, siempre colaboré con el jugador, siempre que pude les decía escuetamente ‘cuídese’ cuando sentía que estaban dejándose llevar por la cabeza caliente’”.

Tenía 26 o 27 años cuando dirigió el que sería su primer encuentro de Primera División, un juego de Turrialba contra San Miguel en el Coyella Fonseca... al final, recuerda, el entonces D.T. de Turrialba, el uruguayo José Mattera, le dijo unas palabras que le calaron el alma: ‘Lo felicito, usted va a ser un gran árbitro’.

En esta parte, la entrevista entra en una breve pausa, mientras ambos tragamos grueso. No somos congeneracionales pero sí amantes del fútbol, y esa anécdota con el inolvidable técnico Matera logra ir amarrando las piezas sueltas del chiquito que tanto soñó con ser piloto de avión pero a quien luego el destino ubicaría como otro tipo de piloto o bien copiloto, según fuera el caso (central o línea).

En los últimos años de la década del 70, Berny Ulloa no solo se enamoró del arbitraje, sino que se tomó a pecho su profesión y se formó de todas las maneras posibles.

Pero ni en el mejor escenario visualizaría que, apenas un lustro después de pitar ya en Primera División del país, su nombre empezaría a figurar entre la crema y nata del arbitraje mundial.

Tras sus primeros juegos oficiales internacionales, Berny Ulloa comenzó a llamar la atención de los jefes del arbitraje en la FIFA y fue así como, tras su desempeño en un juego en Trinidad y Tobago, Abilio De Almeira, brasileño, presidente en ese momento de la Comisión de Árbitros de Conmebol, en conjunto con Javier Arriaga, presidente de la Conmebol, le hablaron de su satisfacción por su trabajo y el mero mero, don Abilio, le dijo: ‘Espere noticias. Todo puede acontecer’.

Este sería el inicio del tránsito de Berny Ulloa en varios torneos de fútbol internacionales, encabezados por el Mundial Sub-20 en Rusia, en 1985, en lo que sería la antesala de la Copa del Mundo que lo volvió “viral” en el mundo aún en tiempos en que no existían las redes sociales: México 86.

Marcado por Maradona

Esta parte no requiere intervenciones de la interlocutora. Hay alocuciones en las que, realmente, sobran las preguntas. Apenas arribando a los años 80, ya Ulloa descollaba por sus destrezas como árbitro y había participado con buen suceso en el Mundial Juvenil de Rusia 1985.

Lo siguiente sería la convocatoria nada menos que para México 86, un Mundial que lo marcaría personal y profesionalmente para siempre.

Abilio De Almeira, ya mencionado,había detectado las destrezas de Berny y en algún momento que departieron, el brasileño le preguntó si le gustaría estar en la Copa del Mundo mayor y Berny, muy respetuoso, eso sí, le contestó “¿A quién no, don Abilio?”

“Yo había tenido una gran performance, eso que uno sabe. En diciembre del 85 recibí una llamada de Zurich en la que me reconfirmaron: ‘Ulloa, acabamos de salir de la reunión. Vas para el Mundial’.

Me van a disculpar, pero lo que Berny me cuenta sobre sus minutos siguientes me devuelven al instante a un momento de película, cuando Will Smith, tras tanta lucha, gana su puesto de corredor de bolsa en En busca de la felicidad.

“La llamada fue muy temprano, hora de Costa Rica. (Aún algo aturdido) me levanté, me puse la ropa y me fui a correr... tenía que explotar pero a la vez, me concentré en que ahí comenzaba mi preparación mental, sicológica y física. Regresé tipo 7 de la mañana, me duché, desayuné y ya como a las 10 estaba en el estadio, con aquello lleno de periodistas porque ya había trascendido la noticia. En el camerino todos mis compañeros me dieron un gran abrazo, felicitándome, pero rápido empezamos al entrenamiento normal, yo concentrado en el hoy y en lo que se venía”, rememora el exréferi.

Solo cinco meses después, el equilibrado Ulloa sentía que se le salía el corazón ante las pruebas físicas que se le realizaban al cuerpo de árbitros del mundo, ya en el DF mexicano, las cuales él pasó sin ningún contratiempo.

Los congresos previos a los juegos son un mundo aparte, cuenta Berny, pues se trata a todas luces de llevar a los mejores árbitros centrales y líneas de todo el planeta, por razones obvias.

Antes de entrar a esa especie de guion de película que protagonizó Ulloa tras ser reclutado como árbitro internacional de FIFA, Berny rescata con igual cariño y emoción otras pinceladas que le llenaron el alma de gracia y los ojos, de lágrimas contenidas.

“Ya siendo árbitro mundialista y reconocido en el país, por alguna razón me enviaron a pitar un juego de Segunda División en Palmares. Para entonces, aunque me gustaba, no salía mucho a arbitrar fuera de San José, ese día cuando llegué vi mucho movimiento y un gran lleno en las graderías, cuando pregunté a qué se debía aquel llenazo alguien me dijo: ‘Berny, la gente vino a verlo a usted’. Entonces salí a la cancha, me planté ante la gradería y me puse la mano derecha en el corazón, mientras el público me aplaudía con fuerza. Es un momento de los muchos que voy a atesorar por siempre”.

De Platini a Diego...

Siempre enfocado mentalmente, Berny se preparó para no obnubilarse con ninguna de las estrellas, ni siquiera con Michel Platini, quien se creía que sería la estrella del Mundial y en cuyo juego Canadá-Francia participó el tico como guardalínea.

Poco a poco, los resultados de las llaves de los grupos irían acercando a Argentina entre los grandes favoritos . A Berny le correspondió, en lo que constituye todo un récord, ser el línea en tres juegos de Argentina y su Diego Armando Maradona, que se convertiría en una astro mundial a partir de México 86, siendo el primer encuentro contra Bulgaria.

Su impresión de aquel momento es una joya documental, por lo presencial.

“La Argentina de México 86 no era una selección de estrellas, por ahí andaban otros como Valdano (Jorge) que estaba en el Real Madrid, pero Maradona fue quien se echó a ese equipo al hombro y en consecuencia, al Campeonato Mundial”, explica Ulloa, quien a estas alturas evidentemente toma distancia entre la objetividad de su oficio y la subjetividad de la persona.

Y aquí viene la artillería de anécdotas que muy pocas, poquísimas personas en el planeta, pueden atestiguar como Berny Ulloa Morera, el chiquillo de pueblo sin electricidad que soñaba con ser piloto pero que, a la larga, tocó la gloria en un grupúsculo de pocas decenas de seres en el mundo que pueden contar su experiencia: fue protagonista en el legendario juego Argentina vs Inglaterra, en el que se dieron ‘la mano de Dios’ de Maradona y luego, lo que millones en el mundo consideran el mejor gol de la historia del fútbol: el 2 a 0 contra Inglaterra con aquella obra maestra que inmortalizó al 10.

Berny vs. Diego

En realidad, este sutbítulo nos da risa, tanto a Ulloa como a mí. Pero lo cierto es que sí, estuvieron de tú a tú con el tico ejerciendo la autoridad sobre el astro. En uno de los juegos más memorables en la historia de las Copas del Mundo, se dio el recordado trance en el que un incontenible Diego se impacientó y en su premura por cobrar un tiro de esquina, en el área vigilada con Berny, le pidió de buena forma al réferi costarricense:

— ¡Ché, Ulloa, ayudame! Estos boludos (la prensa) me estorban para cobrar, ¡ayudame!

Berny acató la solicitud porque procedía, logró echar a la prensa hacia atrás, pero cuando regresó a su puesto, se percató de que Diego había botado el asta de la banderilla para poder cobrar con mayor visión.

Diego, tiene que colocar el asta como estaba, ya le corrí al prensa, pero no puede hacer el saque si no acomoda la banderilla.

“Entonces Maradona enclava el asta en su lugar, pero toma la banderilla y la coloca encima del asta, como si fuera un tendedero de ropa, y ahí vino mi tercera llamada de atención”, rememora Berny.

--”Ayyy, no me rompás las pelotas, no seás boludo!!” le dijo Maradona pero con un tono más de resignación y hasta de “joda”, mientras colocaba la banderilla en el orificio destinado para ese efecto.

Y bueno, es absolutamente imprescindible hacerle una radiografía a Berny Ulloa sobre aquel juego emblemático, icónico y legendario entre Inglaterra y Argentina, del cual se habla hasta el día de hoy y se recordará hasta los siglos de los siglos amén.

Dejemos a Berny contar parte de su gran historia con Maradona. Interrumpirlo, a estas alturas, sería casi como cortar uno de los pases magistrales del Diego en la cancha.

“La primera vez que lo vi, de inmediato detecté que era un tipo no muy alto pero de muy buena contextura física. Fue en el primer encuentro de la selección argentina en México 86, a mí me mandaron a sacar el equipo (a los líneas les corresponde a encabezar a uno u otro equipo), uno les pregunta si todo bien, todos listos y nunca se me olvida que entre los que me llamó por mi apellido, aún cuando no tenía la fama que fue cosechando en ese mundial, fue Maradona. Me saludó de forma afable y me dijo ‘Un gusto saludarlo, Ulloa, mucha suerte’.”

Berny me nota conmovida, se conmueve él también y continúa con una anécdota sorprendente sobre el juego en el que se abrió el marcador “de la mano de Dios”:

“Ya luego se vienen los cuartos de final Inglaterra-Argentina... yo estoy de línea en el otro lado de la cancha cuando se dio la jugada de ‘la mano de Dios’, para mis adentros me hice la pregunta de ‘cómo le va a ganar (al arquero Peter Shilton) si era altísimo ¿cómo le ganó? ¡pero le ganó!”.

“Obvio que hubo reclamos pero no pasó a más, luego vino el dos a cero con uno de los mejores goles de la historia y tal vez por eso no hubo mayores reclamos de los ingleses al final... nosotros (el trío arbitral) nos abrazamos al final, felices, pues sentíamos que todo nos había salido super bien, nos bañamos y nos fuimos para el hotel y cuando llegamos al lobby nos empieza a decir la gente ‘Cheee, Maradona anotó con la mano’, y ahí mismo estaban dando la repetición y toda la reacción de la prensa mundial...Y nosotros “¡¿Cómooo”!

Y ustedes... usted ¿cómo se sintió? ¿Usted se sintió aliviado de que no le hubiera tocado cubrir esa área? ¿Qué pensó de la labor de su compañero?

-- Pues no. Ni aliviado ni no aliviado. Porque había que estar en la piel de mi colega. ¿Si me hubiera tocado a mí? Si yo hubiera detectado la falta, simplemente hubiera levantado la bandera. Punto. En Mundial o en canchas abiertas.

---

Usted fue de los poquísimos testigos en la cancha que presenció lo que muchos llaman el gol del siglo, ese segundo gol contra Inglaterra. ¿Cómo lo vivió?

— Yo estaba de línea, del otro lado. En eso veo que Maradona toma la media cancha y se lleva a dos, luego a otro, después a otro y así hasta siete... y hace aquel golazo. Ahora me siento cada día más honrado, porque poquísima gente vivió ese momento a ras de cancha. Pero en el momento, yo estaba concentrado en mi trabajo. Fue una joya, sí, pero la disfruté en video, tiempo después. Yo, Berny Ulloa, estaba como réferi en el Mundial, lo primero siempre fue, en Mundiales y en el fútbol local, enfocarme en lo que a mí me correspondía: la parte arbitral mejor lograda posible.

Imposible terminar sin que nos contés más detalles del zipizape entre Maradona y vos, justo durante el juego planetario en el que vos lo frenaste o regañaste.

— Eso se dio como en el minuto 40, 42. Él fue a hacer un saque de esquina, fue a cobrar y bueno como ya lo narré, yo hice mi trabajo y saqué a la prensa del área, pero él en la premura quería cobrar sin la banderilla puesta, al final fue una cosa de minutos, no hubo beligerancia de ninguna de las dos partes, por eso le digo, yo siempre fui firme pero respetuoso. En la foto que le ha dado la vuelta al mundo estoy sonriendo porque ya para entonces Maradona estaba diciendo entre dientes “No me jodás, qué hinchapelotas” y otras expresiones que yo supe, eran típicas de Argentina pero además entendí que él estaba más que todo apurado, no falto de respeto”.

Imposible referenciar la carrera de Berny Ulloa con las coincidencias que los unieron en las canchas. Ulloa fue línea en tres juegos de México 86: Argentina-Bulgaria; Argentina-Inglaterra y la final, Argentina campeón contra Alemania, en lo que se ha llamado desde entonces ‘El Mundial de Maradona’.

Luego, se encontrarían cuatro años después en el Mundial de Italia 90, cuando a Berny le correspondió ser línea del encuentro entre Argentina y Rumanía.

“Ese día también me enviaron a ‘sacar el equipo’ de Argentina, a la cancha. Yo, como debemos hacer todos en nuestro trabajo como árbitros, saludaba a todos con la misma deferencia y respeto. Visualmente traté de ubicar a Maradona entre el grupo, no lo vi, pero ya había que entrar a la cancha y no me concentré en él, solo pregunté entre el grupo, lo de siempre ‘Muchachos ¿listos?’. Segundos antes, sentí un brazo en el hombro, me volteé y era Maradona, sudando previo al calentamiento y me dijo, como el muchacho de pueblo que siempre fue: ‘¿Cómo andás Ulloa? ¿Todo bien? ¿La familia todo bien?’.

“Y bueno, a la hora de pitarle, lo hice como si fuera cualquier jugador. Cuando uno es profesional, uno separa variables. Él tuvo una vida muy difícil, nunca lo juzgué como persona. Por eso, lo lloré el día que murió, siempre me voy a acordar de que escuché la noticia en el televisor de la panadería del barrio, estaba yo comprando pan. “MURIÓ MARADONA”, decían las noticias. Ni recuerdo si compré el pan. Solo sé que me vine para mi casa con el alma hecha pedazos, como si se me hubiera muerto un familiar o un ser muy querido...”