Palmares 2017: un tope a fuego lento

La fiesta alajuelense agasajó su cumpleaños número 30 con un ambiente de asistencia moderada, calles con pocas latas y mínimos disturbios.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

---

Las imágenes apocalípticas de calles asfixiantes, borrachos desenfrenados y caballos desbocados no se hicieron proféticas este jueves 12 de enero.

El tope bautizó a la trigésima edición de las fiestas de Palmares con una versión más ligera de sí mismo, un orden relativo entre el tumulto acostumbrado de la celebración: borrachos buena gente, campo para estirar con holgura las piernas y un eficiente equipo de reciclaje.

La “Recta”, la calle palmareña acostumbrada a la escandalosa charanga, a las galas de chores provocativos y al perfumado desfile de caballos, organizó sus tarimas privadas como de costumbre pero se topó con un año en apariencia flojo en asistencia. Vacas flacas para una organización que se preparó para lo peor (o lo mejor, según quien opine).

Según la Asociación Cívica Palmareña (ACP), entre 40.000 y 60.000 personas visitaron el corazón de Palmares para el tope. Es imposible hacer un recuento a dedo, pero cuesta imaginar que las aceras casi desocupadas alguna vez estuvieron cerca de esos números.

“Lo que pasa es que el recorrido es muy extenso y la población se reparte por todo lado”, explicó el vocero de la Asociación, Marcos Ramírez, aproximadamente hora y media después de que la cola del desfile de caballos transitó La Recta. “Hay mayor asistencia que otros años. El campo ferial está repleto”.

Otras cifras fueron más esclarecedoras: este año hubo 1.800 caballistas, el año pasado se inscribieron 2.700.

Tanto policías, cruzrojistas, veterinarios y vendedores ambulantes coinciden en que fue un año “tranquilo”.

La calma no destruyó el espíritu palmareño. Los festejos del cantón son la viva prueba de que quien busca fiesta, la encuentra.

Temores.

Si hubo alguna ironía en este tope, iba cabalgando.

A la una de la tarde, con el sol picando sobre la nuca, avanzaba sobre la grupa de Dichoso –un caballo blanco de raza pura española– el homenajeado de la actividad, el ministro de Obras Públicas y Transporte, Carlos Villalta.

Apenas hace dos días, su ministerio anunció cierres parciales sobre el río Virilla, lo cual amenazó con mayor congestión vial al cruzar la Gran Área Metropolitana hacia Alajuela.

“(Llegamos) como a las doce y resto. Mucha presa”, aseguró Keylor Villalobos, un vecino de Pavas que estaba a escasos diez metros de Villalta. “La fila era exagerada. Imagínese que en la carretera todavía habían carros con caballos que ni siquiera han llegado”.

LEA TAMBIÉN: Asistencia al Tope de Palmares se desinfló

Aún así, el tope cumplió casi con puntualidad sus horas de apertura y cierre. Para las 4 p. m., la “cola” del tope avanzaba frente al Hotel Casa Marta, casi al inicio de la ruta de los caballistas y en medio de su “ambiente” más intenso.

“Todo mundo está como asustado de la poca gente”, explicó Andrey Morales, empleado de una soda que abrió el tema a debate con sus comensales.

“Para mí fueron las restricciones del guaro”, comentaba uno. “Igual aquí la gente llega borracha”, respondía otro. “El guaro aquí nunca será problema”.

Tradición.

Prohibición a cuestas, los jinetes toman cerveza mientras cabalgan. El público les entrega las cervezas heladas. El calor derrite hasta las mejores ideas. Entre el bochorno y el hedor de la boñiga, la única manera de aclarar los sentidos es nublarlos.

La Municipalidad de Palmares prohibió las hieleras, las sillas y otros objetos en las aceras. No obstante, la restricción solo se aplicó a vendedores ambulantes (que igual anunciaron a cuatro voces las birras a ¢1000).

“Venimos juntos desde hace 12 años”, aseguró Mauricio Lazo, parte de un grupo de 25 personas que llegó en buseta y planearon salir de Palmares hacia San José a las 10 p. m. El grupo, en conjunto, recordó que en otros años había más público.

“Todos los años venimos. Este año está muy malo. Casi no hay gente, comparado con otros años”, describó Shirlenia Ávila, vecina de Candelaria que llevó a sus dos hijas y una sobrina. “Esta es una tradición, hay que venir”.

Efectivamente, a Palmares no lo mueven ni las abundantes regalías ni las celebridades criollas (aunque el alcalde josefino Johnny Araya recibió aplausos y gritos a su paso). Por el corazón de Palmares no corre cerveza sino la costumbre. Ojalá, en próximos días, vuelva a calentar.