Versos a tres voces

Alely Pinto, Carolina Rojas y Ricardo Ulloa

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Osvaldo Sauma osauma@hotmail.com

Tres mundos distintos atravesados por un mismo tiempo o, mejor dicho, tres voces distintas de un mismo coro o tres cosmovisiones distintas que se enlazan tras bambalinas. No en vano coinciden en ese refinamiento y en el control y la medida del poema.

Acá no sobra nada ni hace falta nada. El poema, en los tres casos, discurre sin tropiezos, como si cada uno de ellos hubiese sido escrito de una sola vez, sin titubeos ni revisión, que, sospecho, sí la hubo: las tijeras son fieles testigos oculares de la acción; sin embargo, con mucho tino borraron las huellas y apostaron por la fluidez.

Los autores de este libro escrito a tres manos también desdeñan lo hermético, pero en sí mismos llevan el misterio que requiere la poesía, y que no es otro más que lo que acertadamente nos dice el poeta colombiano Jaime Jaramillo Escobar: “La poesía de hoy se expresa directamente, sin acertijos ni enigmas”. He ahí su misterio: la intuición es la sagacidad que tanto agradece el arte.

No estoy en desacuerdo con la aseveración de que una de las facetas en la poesía de Alely Pinto es su cercanía con el periodismo, pero esas “crónicas urbanas” no pertenecen al nuevo periodismo: son más bien las siluetas de una voz comprometida, amparada en esa “Odisea del rencor” de la que nos habla Emil Cioran:

“El resentimiento, móvil vulgar, es decir eficaz, de la inspiración, triunfa en el arte y en la filosofía: pensar es vengarse con astucia, es saber disfrazar las ne-gruras y velar los malos instintos”. Alely escribe:

Exégesis

Entonces me sustituyeron por Eva / me obligaron a abdicar / condenaron a la hoguera mis ropas de varón / me confinaron en una casa de muñecas / temen mi vuelo sin escoba / mis sueños sin mandrágora. / Saben que fui / Lilith / Afrodita / Istar / y Kalina. / El origen de todo….

Otra de las facetas de Alely en esta muestra poética es su capacidad para exponernos retratos hablados o microcuentos de personajes que desfilan como “papelotes huérfanos de niño”. Por las calles ácigas de la ciudad, víctimas de la intolerancia y el aislamiento social. Carolina Rojas nos dice en “Sigfrid”:

Un zapato / tacón número diez / diseño italiano / charol carmesí / fue el único indicio que dejaste / en la avenida cinco / cuando te arrestaron por orden de Torquemada / quien no comprende / por qué te haces llamar Desirée / a pesar de tu cédula / donde firmaste trémulo con ese nombre de guerrero nórdico.

En los poemas de Carolina Rojas, sentís que alguien te está contando un cuento atravesado por silencios o por fuegos fatuos que se encadenan a la noche para narrar sus sortilegios o los frutos de la soledad.

III

La soledad es muy similar / a una gota de nada. / Un edificio incoloro / que huele a moho / a retazos. / Se parece a las piedras. / Tiene hendiduras. / Parches. Remedios de abandono. / La soledad ha sido musa, / Esdrújula, / absceso. / Pero ante todo es una lámina / de polvo que se clava en el pecho / y aprieta.

También hay una complicidad con la palabra que busca definirse, definir su ars poética para aclararnos la cofradía donde se encuentran los que se buscan en la niebla de los ciegos tercos y hacen, con las palabras, un himno para defender y justificar la presencia del poeta, en un mundo cada vez más insensible:

Por qué encarcelar al poeta / en estas puertas de asfalto. / Enjaulándole el corazón / Arrancándole los ángeles de las manos / Por qué quitarle al poeta sus palomas, sus estatuas de azúcar, / Sus crepúsculos de papel. / Por qué acribillarlo / de realidad / y hojas de sangre. / Por qué amordazar / sus incendios, / robarle sus palabras / y convertirlas en espuma.

En el caso de Ricardo Ulloa , habría que preguntarle si la palabra antecede a la imagen, o, si por el contrario, es la imagen la que luego escribe el poema.

Cuando tuve el honor de presentar la Obra literaria de Francisco Amighetti, dije entre otras cosas: “El poema es el grabado, el grabado es el poema. Como en el Yin y el Yang, se complementan el uno en el otro. Así ha caminado Paco todos los caminos, dando de beber al ojo, la misma agua que aplaca la sed del poema”.

Del mismo modo podemos decir que, en Ricardo, el grabado y el poema son hijos de una misma mirada, de una misma expresión. Un dibujo escrito o una escritura que dibuja sobre el blanco de la nada el entorno de los días y sus imágenes. Ricardo Ulloa escribe:

Al oscurecer

El canto del zanate quiebra horizontes. / La hora se deshace / sobre el portón y las luciérnagas. / Sombría primavera. / Me arropo en humedad. / Si la niebla rodara hasta aquí / Me dormiría como una hoja.

Otra quinta

Gente con más suerte / hizo esta casa / y puso una cerca / y un portón donde / poner los codos / y ver lejos. / Apoyados en la puerta del auto, / vemos la misma distancia / con el sabor / de quien está de paso. / Para los dueños / nosotros y el Ford / somos paisaje.

Ya para terminar este bosquejo, es decir, esta aproximación inconclusa, no me queda más que celebrar la aparición de este libro, tocado a tres manos a pesar de los distintos acordes que constituyen la melodía expresada, y pedirles a los poetas que persistan en convocar a la poesía alrededor de una taza de café e ir con tijera en mano, por si acaso.

'Versos a tres voces' puede obtenerse en la librería de la Universidad de Costa Rica (tel. 2511-5858).