Transitarte 2018: convivir en el corazón de San José sí es posible

Festival de verano convocó a cientos de personas con su robusta agenda de actividades

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Tres de los principales parques de San José y uno de los paseos con mayor afluencia de vehículos en la capital (el de los Damas) cedieron sus espacios al arte, la cultura, la música, la gastronomía, el deporte y la convivencia durante el fin de semana.

El Transitarte 2018 se alojó con sus actividades en los parques Nacional, España y Morazán, en el Jardín de Paz y las calles contiguas para ofrecer un respiro a la capital y a quienes la habitan.

Al mediodía de este domingo, el festival de verano que anualmente organiza la Municipalidad de San José era punto de encuentro de cientos de personas.

Seducidos por una jugosa agenda de actividades y de un clima inmejorable, los asistentes se reencontraron con un sector de San José que cambió su cara.

Entretanto, en una tarima ubicada entre los edificios del Cenac y la Biblioteca Nacional, el sello discográfico Resistencia Subversiva presentaba a algunos de sus representantes de la música urbana, quienes rapeaban letras con consignas sociales; en el otro extremo un cuadrilátero de boxeo era centro de atención con combates de hombres y mujeres.

En otro sector, decenas de niños brincaban en trampolines, se columpiaban de unas hamacas improvisadas que colgaban de los grandes y espesos árboles o brincaban, incansables, en los inflables.

Las aceras fueron, durante el doming, lienzo de algunos artistas gráficos, quienes impregnaban de arte el cemento al mismo tiempo que curiosos seguían de cerca cada trazo que realizan con tizas de colores.

Las zonas verdes del parque Nacional sirvieron para hacer pic nic, y en las áreas adoquinadas, artesanos ofrecían sus productos en puestos efímeros. Todo paralelo a la música de banda 11:11 y la rapera Nativa que se presentaban en ese momento.

Metros más adelante ,la fiesta cultural se vivía con la misma intensidad, aunque con otras atracciones. La calle entre los parques Nacional y España fue epicentro de reunión de varias decenas de niños que jugaban al hula hula o aprendían cómo hacerlo.

Más abajo una tarima improvisada reunía a espectadores a su alrededor para la obra Las increíbles aventuras de Súper Niña que presentaría el Teatro Avellana solo minutos más tarde.

Contiguo a esa tarima, el parque España esperaba a los visitantes con puestos de comida artesanal, talleres de origami, pintura y lectura, o puestos de venta de libros de temática variada.

Por ejemplo, varios autores del grupo Club de Libros se aglutinaron en un toldo vestidos de personajes de fantasía para ofrecer los ejemplares.

Frente a ese puesto, el dramaturgo, director de teatro y escritor Francisco Hidalgo Mora ofrecía sus libros, que ingeniosamente sirven de herramienta para que los maestros y profesores aborden –y celebren– la enseñanza de las efemérides costarricenses de una forma distinta. Poemas u obras de teatro eran parte del contenido de los libros de Hidalgo.

Otro grupo importante de personas se interesaba por la exhibición de algunas partes de la carroza que representó a la Municipalidad de San José en la edición 2017 del Festival de la Luz.

Gigantes figuras o estructuras en estereofón, llamativos maquillajes y vestuarios atraían a los visitantes en las cercanías del emblemático Edificio Metálico (escuela Buenaventura Corrales), que, por cierto, en su interior albergó los espectáculos de artes escénicas (teatro, mayormente).

En el Jardín de Paz (frente a la institución educativa) estaban los puestos de comidas típicas y bajo los árboles de esponjoso y grueso tronco que se ubican ahí (de corcho australiano) un representante del Festival Internacional Puro Cuento invitaba a la audiencia del Transitarte a narrar su historia de amor.

Se atrevieron pocos, en cuenta dos niñas: Sol y Emma. Ellas hablaron del amor a su mascota –la primera– y de un enamorado de la escuela –la otra–.

Al cruzar la calle, en el Templo de la Música, ubicado en el Parque Morazán, el grupo Palo Santo ponía en trance a quienes los observaban.

Con una guitarra electro-acústica, platillos, timbales y violines, el trío interpretaba música new age que puso a meditar a unos o a bailar libremente a otros, como a la española Alicia Ruata.

Un año más el Transitarte demostró que convivir en el corazón de la capital, muy a pesar de todos sus bemoles, sí es posible... y necesario.