Rudy Espinoza y Adrián Arguedas, dos grandes del grabado

Rudy y Adrián Dos estupendos grabadores exponen obras en la Galería Nacional

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Para observar cómo trabajan un maestro y –quizá– su mejor alumno, no es necesario atisbar por una ventana de un salón de clase, y por dos razones: 1) puede cruzarse la puerta, 2) no hay ventanas. En realidad, los salones de clase son dos salas de la Galería Nacional, y los artistas, Rudy Espinoza y Adrián Arguedas .

Espinoza fue profesor de Arguedas años ha, y ambos ostentan probadas trayectorias en el arte; ahora, juntos, brindan la exhibición Pequeños formatos, grandes artistas , primera de una serie que la Galería Nacional ha programado para este año por iniciativa del artista Luis Chacón, miembro del consejo de tutores de la Galería Nacional . Espinoza y Arguedas ofrecen series de grabados que abarcan diversas técnicas y variadas épocas.

Rudy presenta la serie Equus 21, ocho grabados que celebran una antigua y caminante amistad.

Los grabados se han ejecutado con planchas de metal. “Sigo trabajando con ácidos porque los nuevos métodos no me dan la calidad que yo quiero”, revela Espinoza. El artista nunca parte de fotografías: sus recuerdos son decidores y le dictan las figuras. Como Bías –un sabio griego–, Rudy Espinoza podría declarar: “Todo lo llevo conmigo”.

“Yo he hecho mucha figura humana, pero ahora se me dio por la animalística. Mi tío abuelo tenía una caballeriza. Yo lo ayudaba en la fragua, donde él hacía herraduras, y entonces les tomé gusto a las figuras de los caballos, pero nunca tuve uno. En Guadalupe vivíamos en una casa tan chica que, si hubiésemos metido un caballo, habríamos debido sacar a la familia”, recuerda Espinoza.

Caballos y jinetes han caminado mucho por el arte nacional, pero en estos grabados no hay paisajes que identifiquemos, sino un sutil onirismo. ¿A cuál sueño nos llevarían si montásemos sobre ellos?

Noche verde se ejecutó con la técnica de la manera negra (mezzotinto), pero a color. En esta técnica, se dibuja sobre una placa granulada que luego se pule trabajosamente hasta obtenerse gradaciones suaves en el color, casi como los dibujos a lápiz; luego se imprime sobre un papel.

Antigua maestría. En el grabado Caballo infinito, Espinoza ha empleado tinta china y azúcar hasta lograr un intenso constraste entre el fondo negro y el caballo rojo que parece galopar apoyado en la noche. “Yo pasaba parte de mi niñez en Miramar, en Puntarenas, que era un sitio rural. Este grabado, Noche sedienta , es otro recuerdo de entonces”, indica Rudy ante una aguatinta: cinco caballos que beben agua bajo la amistosa vigilancia de la Luna.

Cabezas de caballo integra cinco imágenes hechas al aguafuerte; una de ellas alude a una cabeza de caballo del cuadro Guernica , de Pablo Picasso; otra nos hace recordar un caballo de Leonardo Da Vinci. ¿Ese otro?: “¡Ah! Ese reparte leche: viera qué viejo es”, responde Espinoza.

El año del caballo nos recuerda que el 2014 fue el año chino dedicado a ese compañero del ser humano, con el que ha coprotagonizado aventuras y monumentos.

El director de la Galería Nacional, Sebastián Mello, afirma: “Rudy Espinoza es un gran maestro. A él le debemos la difusión de la cuatricromía, que revolucionó el grabado en nuestro país”.

A su vez, el compañero de esta exposición, Adrián Arguedas, nos dice: “Rudy ha demostrado su arte durante cuarenta años, y es el maestro de muchas generaciones de grabadores”.

¿Planes? Rudy Espinoza prepara una exhibición muy amplia: 40 años de grabado en metal, que se abrirá en el 2016 en el Museo Calderón Guardia. “He conversado con el artista Alberto Murillo, profesor de la UCR, sobre la posibilidad de publicar un libro con mi obra”, agrega Espinoza.

Egresado de Bellas Artes de la UCR, Espinoza obtuvo una maestría en Artes Plásticas, con especialidad en Grabado, en la Universidad de Minesota (Estados Unidos). Ha sido profesor de grabado y litografía en la UCR y en la Universidad Nacional, cuya Escuela de Arte y Comunicación Visual dirigió.

Espinoza ha obtenido numerosas medallas de oro y otros reconocimientos gracias a sus casi incontables exposiciones.

“Los jueves por la tarde acudo ad honorem a la Escuela Casa del Artista para orientar en las técnicas de grabado a las personas que vayan a consultarme”, añade un artista que no descansa porque también es maestro: compartir el hacer, compartir el saber.

Eros y Tánatos. En una sala contigua, Adrián Arguedas brinda 15 obras en diversas técnicas, como transferencias, y grabados en metal y en madera (negros y en colores). Algunos trabajos se vinculan a la muerte. “Es uno de los temas constantes en el arte”, anota el creador. Aquí están presentes

Matrimonio es una xilografía (grabado en madera) alusiva a las mascaradas populares de Barva de Heredia. Esta obra ya adelanta los cruces de motivos que persiguen a Arguedas: la vida y la muerte, la ilusión y la burla, el arte clásico y el popular. Las máscaras son calaveras; las sonrisas, trabajosas. Los planos y los personajes se obscurecen conforme se alejan de nosotros, y no nos gustaría abrazarlos si pudiésemos simplemente levantarnos el sombrero.

“Uno de mis tíos hacía máscaras para esas fiestas, y verlas marcó mi vida; además, la teatralidad del conjunto es importante”, aduce el artista.

En La visita (xilografía), un esqueleto mortal viene a llevarse a un obispo cuyas manos residen sobre calaveras. “Este trabajo se vincula con otro, de Francisco Zúñiga, que también se llam a La visita . Me interesa la referencialidad: citar a artistas y obras ajenas”, explica Adrián.

En Tercer nivel, Arguedas ha reproducido antiguas fotos de mujeres en una playa, con esa melancolía que nos deja el tiempo que se va.

Otro muro recibe dos cromoxilografías de gran formato: Tela blanca y Escena de la razón, ambas de 1991. En una hay cadáveres en una morgue; en otra, beatas plañideras y un cura de lentes obscuros; en ambas, cariátides y estatuas griegas reproducidas de los yesos (estatuas y cabezas) que el artista vio en una colección de la Universidad de Costa Rica.

“Me interesa contrastar los ideales de la belleza griega, con la violencia y las guerras de nuestros países”, expresa el artista.

Dos trabajos exponen el resultado de la transferencia. Esta técnica consiste en pasar el dibujo de una fotocopia a un papel (sale invertido) mediante la aplicación de “thiner” y presión. Adrián Arguedas realizó montajes de fotos que no se relacionaban entre ellas, y el producto es una inquietante irrealidad.

Lección permanente. La fiesta del chancho es una xilografía de un niño en un corral de animales. “Hay algo de Amighetti” confiesa Arguedas. En Persistencia, un hombre diabolizado tiene unas bolsas (¿de dinero?) y se sienta sobre una gran cabeza de Julio César: “Una insinuación de la maldad y del poder”, indica Adrián.

De la serie Conjunto sexual se exhiben dos grabados en metal: Escalera 4 y Bonjour (de apenas 8 x 4 cm). “Se refieren a la violencia y al sexo sin amor”, anota Arguedas. Él realizó la serie durante un curso que llevó en Francia; por ella, Adrián obtuvo el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en Grabado de 1994.

A la par, la xilografía se expande en dos obras de gran formato: Coronación e Iniciación, en las que aparecen los hijos del artista cuando eran niños. El contraste lo ponen joyas y relieves prehispánicos costarricenses. “Cada vez trabajo más sencillo”, dice el artista y pretende engañarnos.

Rudy Espinoza recuerda que Adrián Arguedas fue su alumno en el Taller de Grabado de la UNA. “Su obra siempre es controversial. Yo le confié la Dirección de la Escuela, y su trabajo fue al cien por cien formando nuevas generaciones”. Sebastián Mello resume: “Adrián Arguedas es uno de los grandes grabadores de Costa Rica”.

Arguedas egresó como grabador de la Universidad Nacional, donde es profesor. Ha seguido cursos de especialización en Francia y en los Estados Unidos, y ha expuesto obras en Ecuador, España, China, Estados Unidos, Guatemala, Nicaragua y República Dominicana. Adrián proyecta ofrecer una amplia exposición en el 2018 en los Museos del Banco Central, que reunirá grabados, pintura y escultura: todo de obra no expuesta.

Adrián Arguedas es uno de los artistas visuales más completos que ha dado Costa Rica. Además de crear video y escultura, también ha brindado exposiciones absolutamente memorables, como los cuadros de gran formato de Súper Héroes (Museo de Arte Costarricense, 2007), en los que ironiza mitos de adultos desde la mirada de los niños.

Rudy Espinoza y Adrián Arguedas siguen armonizando en el salón. El arte nunca ha estado tan libre entre cuatro paredes.