Resumen del 2016: un año quieto para la danza independiente

Los grandes espectáculos de este año provinieron de la producción estatal: sin teatros económicos, inversión privada ni un público apasionado, la creación independiente está en riesgo

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Los fantasmas que persiguen a la danza son viejos conocidos: la falta de empleo digno, la inexistente inversión de la empresa privada, el ajustado presupuesto de las subvenciones estatales, la escasez de escenarios y la inconstancia de un público apasionado que exija más y mejor creación artística.

“La gente no está concentrada en crear, está concentrada en sobrevivir”, describe el director de la Compañía Nacional de Danza, Adrián Figueroa. “Costa Rica es un espacio muy importante para la creación y la formación. Pero todavía no hemos llegado al punto de sostenibilidad donde el artista vea reflejado su esfuerzo en trabajo”, estima.

“Mandarnos, como antes, a hacer tres o cuatro estrenos al año es más difícil porque tenemos que sobrevivir”, explica la directora de De Paso Grupo Escénico, Adriana Cuéllar. “Habemos unos cuantos necios que seguimos haciendo cosas pero ya no como antes. Yo tuve un estreno en El Sótano –ubicado en barrio Amón– y un remontaje en el Teatro de la Danza. Hemos tratado de estar girando donde nos puedan pagar, nos sale mejor estar viajando porque allá nos pagan”.

Así, la creación de danza contemporánea de este año se concentró en ofrecer coreografías de repertorio y la creación original fue financiada con fondos concursables y coproducciones.

El Teatro de la Danza, ubicado dentro del Centro Nacional de la Cultura (Cenac), ofreció por primera vez una alternativa de coproducción a 16 agrupaciones universitarias e independientes.

Bajo la dirección del artista Fred Herrera, el Teatro Nacional abrió su cartelera del programa Érase una vez... a coproducciones con artistas de distintas disciplinas escénicas, entre ellos bailarines que fueron remunerados por el tiempo dedicado tanto a ensayos como a presentaciones.

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No obstante, mientras esos dos programas consolidan su estructura de operación para los años venideros, la falta de creación independiente debilitó inadvertidamente uno de los espacios privados más importantes de los últimos seis años: el espacio escénico Gráfica Génesis.

“Lo que realmente mantenía a Gráfica Génesis era el taller de arte y la venta de arte. Entonces, cuando se cargó la agenda de artes escénicas, eso comenzó a arrinconar lo otro”, explicó su dueño, el artista Ricardo Alfieri.

“Yo veo un panorama bastante difícil para los creadores independientes”, afirma la crítica e investigadora Marta Ávila. “Se les cerró un espacio modular para que ellos crezcan”.

Supervivencia

Alfieri admite que el 2015 fue el año más robusto para la danza en Gráfica Génesis desde que, en el 2010, se consolidó como un refugio para los artistas independientes.

Sin su aporte a la agenda cultural, el recuento del 2016 da la impresión de que la creación fue escuálida.

“Me hizo falta calidad: obras que me significaran más, que me quedaran marcadas”, opina Ávila. Según un recuento de sus críticas, asegura que publicó 27 de ellas dentro de Viva ; mientras que, en el 2015 se publicaron 29.

De las críticas realizadas este año, 11 corresponden a obras de artistas independientes. Las 16 restantes son de artistas internacionales, presentaciones de compañías con financiamiento público (universitarias y la Compañía Nacional de Danza) y producciones del Teatro Nacional.

“Para los artistas que no estamos vinculados a una universidad, una compañía estatal o no contamos con ningún fondo para realizar una temporada, se convierte en un trabajo inacabable por el mismo medio”, afirma el artista José Álvarez Sanóu.

Este año, Álvarez Sanóu formó parte del comité de programación del Festival de Coreógrafos Graciela Moreno –producido por el Teatro Nacional para presentar obras de estreno– y resintió la escasa convocatoria de creaciones de calidad.

“Es una lástima porque no estamos acogiendo a Coreógrafos, estamos dejando pasar la fecha como algo que no nos importa. Es un espacio que hay que retomar”, asegura el artista.

“El sector tiene que entender que no puede dejar de producir porque estamos tratando de crear plataformas de programación internacional desde el gobierno, como el Festival Nacional de Danza o el Festival Internacional de las Artes. Los programadores necesitan ver cosas nuevas, no cosas que se hicieron hace cinco años”, asegura el director de la Compañía Nacional de Danza, Adrián Figueroa.

Del talento que ganó el certamen en Coreógrafos, el Teatro Nacional impulsó la primera edición del Festival de la Imaginación, una propuesta que entregó escénicas durante todo un fin de semana en noviembre.

No obstante, al Festival de la Imaginación lo traicionó otro problema que aqueja a la danza: la asistencia de público.

Según datos del Teatro Nacional, el Festival de la Imaginación costó casi ¢17 millones, un 85% más que los ¢9 millones invertidos para producir el Festival de Coreógrafos. La asistencia fue un fracaso porque apenas logró convocar a 711 personas, la mitad del público que fue a Coreógrafos.

Brotes de movimiento

La crisis estalló silenciosamente. Este año, dos investigaciones financiadas por el fondo Proartes del Teatro Popular Melico Salazar, describieron estadísticas y comportamientos de los públicos sensibles a la danza.

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En ninguno de los estudios el panorama es positivo: diagnostican a un público especializado y reducido. Fuera de él, atraer nuevos espectadores es un reto dado al desinterés en la danza como entretenimiento.

“Creo que a los artistas se nos ha olvidado escuchar al público”, valora Fabio Pérez, bailarín de la Compañía Nacional de Danza y creador independiente. “El artista tiene que comprometerse a crear porque compite con un montón de cosas que son muy fuertes desde el punto de vista comercial”.

“Cada vez hay más bailarines, viene una escuela que va a sacar más bailarines (en la Universidad de Costa Rica). Hay poca oportunidad para ver la creación artística como una industria cultural en el que la gente podría vivir de eso”, determina Ávila.

La migración de los artistas es notoria, tanto fuera como dentro del país. Grupos que en otros años ofrecieron funciones y talleres dentro del país (como Los Innato, De Paso Escénico o Colectivo Clá) construyeron su agenda fuera del país donde la danza tica ha alcanzado prestigio.

Festivales en el extranjero aseguran un ingreso a los artistas y, además, les apoyan con públicos cautivos que no tienen que formar ni convencer para asistir.

Por otro lado, en el programa Érase una vez... , el Teatro Nacional consiguió uno de los grandes aciertos del año: con el objetivo de cautivar público joven, llevó a escena versiones contemporáneas de El pájaro de fuego y de Alicia en el País de las Maravillas. La primera obra consiguió convocar a 5.683 personas y Alicia... acumuló 11.516 espectadores según el conteo hasta el 13 de diciembre.

Sin la producción independiente moldeando espectadores o generando ingresos para otras puestas, para el 2017, las alianzas entre los creadores y las instituciones públicas no tienen otro camino que fortalecerse.