Librero: ‘El Psicópata’, periodismo necesario

Otto Vargas. El Psicópata. Los expedientes desclaficados. Crónica periodística EUNED

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El libro del periodista Otto Vargas sobre los crímenes que se le atribuyen al asesino serial más despiadado de la historia criolla era un libro necesario. No solo para que no desaparezca de la memoria colectiva uno de los episodios más sangrientos y lamentables que asolaron a la Costa Rica reciente (1986), sino, también, para el periodismo, urgido en los últimos tiempos de trabajos bien elaborados, serios, reposados, que ahora se cambiaron por likes y comentarios en las redes sociales.

Al Psicópata se le atribuye la muerte de 19 personas, aunque podrían ser más. Marcó una época y de alguna forma significó un cambio en el paradigma de la bucólica Costa Rica campesina que habitaba en el imaginario que se empezó a construir en la época de los liberales de finales del siglo antepasado. Sus crímenes quedaron impunes y dejó en ridículo a la Policía Judicial y sus maneras de conseguir, a toda costa, confesiones y culpables (hipnotista incluido). Es una veta de periodismo y literatura casi sin explotar.

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Costa Rica no volvió a ser la misma. “–¿Cómo catalogar la investigación? Como un fiasco y una frustración. Caímos en un error y nunca logramos reponernos”, admite en las páginas del libro el exsubdirector del OIJ Gerardo Láscarez.

No exagero: Otto Vargas nació para hacer este libro. Por los caminos de la vida, su destino ha estado ligado de tres maneras al caso: él es alajueliteño y estuvo en la cruz el día que asesinaron a las 7 mujeres y niñas; después, como periodista de varios diarios (como este), le tocó cubrir la investigación y, más adelante, se decidió a volver a los expedientes, a los testimonios, a sus recuerdos y los de otras personas para trasladarlos a las páginas de El Psicópa. Los expedientes desclasificados.

Investigación.

El Psicópata se inscribe en la última oleada de periodismo narrativo del país. El autor deja que su voz sea protagonista cuando tiene que serlo, como en el primer capítulo, donde recorre con pasmoso detalle hasta el clima que había el día del crimen de Alajuelita y reflexiona en voz alta que pudieron ser ellos, porque empezaron el descenso del macizo poco antes que quienes se convertirían en las primeras víctimas del tristemente célebre criminal.

El desaparecido periodista, maestro y escritor argentino Tomás Eloy Martínez decía que “de todas las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas” y en este libro eso queda claro. Vargas no pretende una verdad absoluta. Es más bien una mirada. No es un libro contado con ese lenguaje periodístico impersonal, con aire de superioridad, ese que cree que en un cuarto de página cuenta “la verdad”. Es un texto con un lenguaje cuidado, con imágenes poderosas que conmueve; como un párrafo del segundo capítulo, donde el campesino Teodorico Retana encuentra a las víctimas:

“Se enjugó el sudor de la frente con un pañuelo y mientras cerrraba la cerca con sus manos callosas, observó a una mujer y a una niña acurrucadas sobre la oscura tierra; pensó que dormían. Entonces les silbó para llamar su atención, pero no hubo respuesta”.

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Por cierto, al escribir estas líneas, me doy cuenta de que aunque es un libro que tiene por título el apodo del monstruoso criminal, es una obra dedicada a las víctimas. Es difícil dejar de preguntarse por esas vidas cegadas a balazos. Cuando empezó a trabajar en este proyecto, Vargas se acercó a varios de los familiares para saber de sus vidas, hurgar en sus recuerdos, en sus sentimientos, para volcarlos en las páginas. “Juan Edwin Astúa era muy diferente de aquel con quien conversé años atrás (...) –Estoy muerto en vida; sufro mucho. Me levanto todos los días triste, desesperado. Mi chiquita me hace demasiada falta–”, es el testimonio del papá de Aracelly, una de las víctimas.

Vargas también visitó algunos de los lugares donde el Psicópata cometió sus crímenes, y eso nos aporta a los lectores detalles que nos ayuda a contextualizar los lugares donde sucedieron los hechos.

El libro tiene un aporte adicional que el lector agradecerá: fotografías. Hay de las víctimas, de familiares, de los lugares, de los falsos culpables. Son memorias de un ayer que parece lejano, de otra Costa Rica, pero que fue apenas hace unos años.

Al mirar las fotos de los que ya no están, recuerdo a Borges en el poema El tango: “¿Dónde estarán? pregunta la elegía/ de quienes ya no son, como si hubiera/ una región en que el Ayer, pudiera/ ser el Hoy, el Aún, y el Todavía”.

El libro El Psicópata. Los expedientes desclasificados tardó en llegar porque el autor buscó respuestas. No todas están en el texto. Algunas nunca las tendrán. Este libro, eso sí, ayudará a que esas preguntas sigan vigentes.