Juan Nájera, el director musical que se roba el 'show' en 'Chicago'

Nájera ha sido uno de los elementos más atractivos de la obra que se presenta en el Melico Salazar. El director es pieza activa para el funcionamiento de 'Chicago'

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Juan Nájera no es como cualquier otro director.

Por algunos momentos, su batuta queda de lado para que el baile, el canto o los chistes sean la única compañía que necesite.

El director de la orquesta que acompaña al elenco de Chicago ha conseguido que los músicos tengan la misma presencia que los actores dentro de la escena.

Por primera vez en su carrera –y recordado por su labor como director de Bandas de Costa Rica–, el conductor se ha olvidado de conciertos de una hora con repertorio clásico.

Desde la temporada pasada de Chicago, Nájera se ha liberado de su investidura formal para hacer reír al público. Con carisma y libertad creativa, el músico se ha sentido cómodo en un ambiente inesperado.

–¿Cómo logra que un director de orquesta tenga tanta presencia en un espectáculo como Chicago?

–Es interesante porque yo como director musical siento que los músicos somos uno más, tan importante como los otros personajes. Todos tenemos una participación y los muchachos nunca nos han hecho sentir que estamos lejos. En Chicago, la banda está en el escenario, acompañando la acción. Hemos sido parte de todo el proceso y nos hemos integrado. Los muchachos nos meten en los chistes y todas las noches es diferente. Uno tiene que estar listo para reaccionar y que eso no rompa el hilo de la obra.

–¿Cada día la orquesta se comporta diferente en la obra?

Sí, siempre está abierto. A veces el elenco hace los chistes diferentes y uno tiene que estar listo para seguirles la corriente.

–¿Cómo surgió la idea de que la orquesta interviniera tanto en la historia?

Fue algo que surgió de repente. En otros montajes que he visto, la orquesta está por aparte. Poco a poco, el elenco nos empezó a meter y hacer chistes con nosotros. Adrián Castro, el director, estuvo de acuerdo y fue muy receptivo. Por ejemplo, hay una parte en que hay un chiste muy cruel con uno de los personajes y la banda tiene una participación directa. Nosotros antes de cada función nos decimos: ¿qué haremos hoy?

–Pero también como director usted incide directamente en la narración de la obra. ¿Cómo logra que la orquesta entre en escena sin afectar el desarrollo de los actores?

Eso es un gran reto. Obviamente uno debe estudiar la obra. Yo lo que hice fue asistir a muchos ensayos antes de que entrara la banda, entonces ya conocía lo que iba a hacer. La banda fue lo último en integrarse en los ensayos pero yo había visto cómo debía sonar la banda para que la historia funcionara. Primero lo trabajamos con pistas, luego hicimos cuatro ensayos y muy rápidamente todo se armó. Hay que estar atento porque, aunque la partitura esté, a veces hay cambios.

En comparación con la primera temporada, ¿qué evaluación realiza sobre el papel de la orquesta dentro de Chicago?

Es más fluido lo cual significa un riesgo. Como conocemos la pieza, se puede confiar. Eso no es bueno. Hay que tener tensión al momento. Los músicos, así como los actores, debemos estar más atentos porque la energía no puede cambiar.

–¿Qué diferencia encuentra entre una audiencia como la de Chicago y el público de un concierto, por así decirlo, “convencional”, como a los que usted está habituado?

–La diferencia es que en un concierto tradicional la gente esta en un rol más pasivo. Ese público llega a nada más escuchar la música, incluso podrían no vernos. Puede que aplaudan mucho o poco y listo. En Chicago, siento que la música es más accesible, es un lenguaje más fácil de entender que una sinfonía, por así decirlo, porque cada una tiene sus características. En Chicago le pueden gritar y aplaudir a Billy Flynn y se acepta. Es más de ir al teatro, sentarse y permitirse disfrutar de manera diferente. Es “menos cuadrado”, por así decirlo.

–¿Cómo se sienten los músicos ante un ambiente de este tipo?

Ellos están muy contentos, muy comprometidos. Todos tienen que participar en el chiste. Hay un ambiente muy bonito. A veces lo difícil es que todos somos muy amigos y nos cuesta frenar los chistes.

–¿Cómo maneja la presión de tomar órdenes que afectan el hilo de la obra?

– Eso sí me toca a mí directamente. Termina el número y cuando ya el aplauso se va apagando, es el momento de empezar el otro número. Cuando se estaba preparando en la primera temporada, hubo visitas de gente de Broadway y ellos insistían mucho en eso. Este musical está hecho para no dejar descansar al público. Es una obra que dura casi tres horas y se siente que pasa rapidísimo.

Chicago finalizará su segunda temporada este fin de semana. Este viernes y sábado la función será a las 8 p. m. y el domingo la presentación será a las 5 p. m.

Las entradas tienen un costo desde ¢12.000 hasta ¢35.000. Las entradas se pueden adquirir en luciernagaproducciones.com y en la boletería del teatro.