James Bond: ¿Realidad o ficción?

Esta semana se estrenó la vigesimocuarta entrega del agente 007: Spectre. Detrás de las muchas misiones del protagonista, su excentricidad, sus autos y su pasatiempo de conquistar un sinnúmero de mujeres se esconde una historia de verdaderos espías y amantes

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Ninguna saga de ficción podría ser tan exitosa si no tuviera entre sus líneas algunas verdades o si no fuera, como mínimo, un fragmento de realidad distorsionada. La de James Bond es una de esas.

En febrero de 1952, Ian Fleming –el padre de Bond– había invitado a su amigo y colega Robert Harling a pasar unos días en su casa en el norte de Jamaica, a la que había llamado Goldeneye.

Le pidió que ojeara el primer borrador de su novela, a la que pensaba titular Casino Royale. “Vaya, por fin una historia de espías que puede acabar con todas las historias de espías”, le aplaudió Harling.

La razón: aquellas páginas habían sido escritas por un verdadero espía de la Segunda Guerra Mundial. Durante seis años, Fleming se había empapado del ambiente en que vivían los agentes secretos británicos.

De hecho, James Bond no era del todo un personaje ficticio. A Harling, también espía y luego editor de la revista House and Garden , le llamó la atención el nombre que Fleming había elegido para su protagonista. Era el mismo del autor del libro libro Birds of theWest Indies, que él le había regalado varios años antes.

El verdadero James Bond era un ornitólogo que había estudiado más de 400 especies de aves en el Caribe. Por supuesto, no tenía nada que ver con la elegancia y la astucia que despliega el de la ficción, pero a Fleming le había parecido un nombre genial para el agente 007.

Los rasgos de la personalidad del espía Bond, sin embargo, sí provienen de un agente real que se había robado la fascinación de Fleming: el yugoslavo Dusan Popov.

Fleming, quien trabajaba como funcionario de los Servicios de Inteligencia Naval Británica, viajó a Portugal en mayo de 1941 y se hospedó en el hoy célebre hotel Palacio Estoril, en el cuarto contiguo al de Popov.

El yugoslavo también era agente de los Servicios Británicos y había sido enviado a Portugal para infiltrarse en el Abwehr, una organización de inteligencia militar alemana, para descubrir los planes del Reich contra el bloque de los aliados.

Popov, entonces de 29 años, se había ganado una reputación entre sus compañeros de oficio por llevar una vida plagada de lujos, conducir autos veloces y ser un cotizado amante de las más bellas mujeres de la época.

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En el gremio, Popov era mejor conocido como Triciclo, un seudónimo que no podría haber sido mejor escogido considerando que solía vérsele acompañado de tres mujeres, confirmó a la agencia de noticias EFE el gerente del Palacio de Estoril, Francisco Corrêa de Barros.

La explicación sobre el apodo en algún momento llegó a oídos del puritano director del FBI, John Edgar Hoover, quien terminó por tildar a Popov como un “ playboy inmoral”, según reseña en su libro Crimen y poder, el periodista y escritor brasileño Flávio Moreira da Costa.

Otra de las grandes aficiones del Triciclo eran las cuantiosas apuestas en el Casino de Estoril, donde una noche Fleming lo vio apostar $40.000 (hoy equivalentes a $600.000) en una mesa de baccarat , solo para despistar a un enemigo.

En una ocasión, Fleming quiso emular las destrezas de Popov en el juego y llevar a la quiebra a un grupo de nazis, pero fracasó estrepitosamente en sus intenciones y su jefe, el almirante John Henry Godfrey, tuvo que hacerse responsable. El episodio quedó consignado en los registros del casino.

A pesar de ese trago amargo, la gran apuesta de Popov marcó al novelista de tal forma, que fue usada como base de Casino Royale (1953), la primera novela de James Bond , en la que el agente 007 se enfrenta al villano Le Chiffre en una mesa de baccarat .

El Casino de Estoril fue luego elegido como locación para el filme 007 al servicio de Su Majestad (1969), la sexta entrega de la saga.

Aunque el Triciclo pudo ver trazas de su vida y su estancia en el Palacio de Estoril en las novelas de Fleming, más de una década después, el propio yugoslavo reconoció la hiperbolización del trabajo de espionaje en las obras de su excolega.

“Dudo que un Bond de carne y hueso hubiera logrado sobrevivir más de 48 horas como agente del espionaje”, declaró en 1981 ante un grupo de periodistas italianos, poco antes de morir en su residencia en la Costa Azul francesa.

De vuelta a Goldeneye

Durante la Guerra Fría, Fleming había convertido su casa en Jamaica en un nido de viejos espías, que se reunían, al menos, en cada navidad.

La había construido en 1946 en un sitio al que llamaban Golden Cloud, pero Fleming constantemente presumía de que el nombre de su casa lo había tomado de la Operación Goldeneye, en la cual había participado.

“La llamativa operación consistió en abortar la invasión nazi de Gibraltar a través de España. Fleming, al parecer, tuvo éxito”, destaca el diario español El Mundo.

Goldeneye es hoy un lujoso hotel. Aunque el guión de la película que lleva ese nombre no está basado en las novelas de Fleming, Bono escribió el tema de la cinta en este paraíso jamaiquino. | Foto: The New York Times

Fue ahí donde el espía de los servicios de Su Majestad británica escribió las 12 novelas que, desde 1962, se encargaron de convertir a James Bond en un ícono del cine de acción, con la primera entrega literaria, Dr. No, la cual llegó a la pantalla grande en 1985.

Era en esa residencia donde Fleming también recibía las visitas de Ann Charteris, quien fue su amante a lo largo de varios años.

La pareja se había conocido a finales de los años 30, cuando ella era la esposa de un barón de Irlanda.

Luego de que Charteris enviudó, recuerda Harling en su recién publicado libro Ian Fleming; A Personal Memoir , todos daban por descontado que el espía se casaría con ella, pero Fleming –un hombre obsesionado con las mujeres y el sexo, tal como su personaje insignia– prefirió mantenerse soltero.

Ann se casó con un vizconde, pero nunca dejó de visitar a su amante en el escondite jamaiquino. Quedó embarazada del novelista y, aunque la niña nació muerta, se vio obligada al divorcio y Fleming terminó por contraer matrimonio con ella.

Harling –quien escribió las memorias de Goldeneye hace más de 15 años, pero se publicaron hasta hace poco, siete años después de su muerte– estaba seguro de que el personaje Honey Ryder (Úrsula Andress, en Dr. No) fue una burla de Fleming hacia Ann.

Durante su matrimonio, Fleming tuvo como amante a Blanche Blackwell, en quien basó la personalidad de Pussy Galore de la cinta Goldfinger (1964), una mujer inaccesible pero salvaje en la cama.

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Fleming, un fumador y bebedor empedernido, murió de un ataque al corazón el 12 de agosto de 1964.

Goldenye, su mítico paraíso, fue comprado 12 años más tarde por Bob Marley, con las ganancias que tuvo tras la venta del tema I Shot The Sheriff a Eric Clapton.

Posteriormente, Marley le vendió Goldeneye a Chris Blackwell, el fundador de Island Records que descubrió su talento. Él convirtió la mansión en un lujoso hotel donde Bono (U2) compuso el tema que dio título a la decimosétima película, interpretado por Tina Turner en 1995.

El mundo es demasiado pequeño y todas las historias de espías parecen remitir a los mismos escondrijos: la madre de Chris era Blanche Blackwell.