‘Esperando a Godot’, un juego muy serio, llega al Teatro Nacional

Óscar Castillo y Rodrigo Durán protagonizan la célebre obra en la que nada pasa, juego teatral complejo y fascinante que llega al Teatro Nacional.

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L a tarde de este martes, al final de un ensayo de Esperando a Godot , los actores Rodrigo Durán Bunster y Óscar Castillo se hicieron a un lado de la sala y resoplaron, cansados. Para ser una obra en la que no pasa nada dos veces (como se dijo famosamente en su época), exige abundante sudor y esfuerzo de sus intérpretes.

Por hora y media, los personajes se aburren, esperan, consideran suicidarse, bromean, se enojan y bailan, esperando a un hombre que no saben si llegará. Presenciarlo es como ver a niños maravillados con un texto que les permite afilar todas sus herramientas teatrales.

Lo que logren hacer con esta tragicomedia en dos actos lo someterán al juicio del Teatro Nacional en dos funciones , viernes y domingo.

Esperando a Godot nace de la feliz triada del grupo Crono : Luis Fernando Gómez dirige a Castillo y a Durán en los roles principales de la obra más célebre e influyente del Nobel irlandés Samuel Beckett , estrenada en 1953. Conversando, tras la práctica, Castillo recordó: “Crecimos los tres juntos en esto del teatro”.

Se quitan su vestuario de vagabundos, retoman sus voces normales y se sientan para volver a sus ritmos cotidianos. Les digo: “La están pasando muy bien, ¿verdad?”. “¡Ah, sí! ¡Ha sido maravilloso!”, responden al unísono. Es trabajo, pero parece juego.

Vacío. “Camino en el campo. Un árbol. Atardecer”. Esas son las únicas indicaciones del paisaje que habitan los personajes: los vagabundos y ancianos Vladimir (Castillo) y Estragón (Durán). En esta parca escena campestre, el árbol deshojado es la única referencia: allí deben esperar a Godot, un personaje elusivo y ominoso. ¿Por qué lo aguardan? ¿Quién es? ¿Cuándo llegará?

Da lo mismo. A lo largo de dos días, oscilando entre la tentación de ahorcarse y abrazos cariñosos, ambos hombres se preguntan por qué esperan, pero no dejan de hacerlo. Eventualmente, aparecen el irritable Pozzo (Pablo Morales) y su esclavo, Lucky (Viviana Porras); también llegarán a hablarles de Godot (Eu Fajardo) un mensajero. También da igual.

En la obra, parteaguas de la dramaturgia y cima de la corriente del teatro de lo absurdo, la paciencia paga más: el disfrute está en dejarse llevar por la escena.

“Hay una fuerza motriz que mueve al personaje y hay un conflicto que no es convencional, pero uno como actor lo siente”, considera Durán. Esa energía la canalizan por medio de elementos cercanos al clown y a la farsa.

Hay poca información en el texto sobre Vladimir y Estragón: solo se dice que son viejos, que esperan y que no saben por qué. Para Castillo, “a estas alturas del partido”, esa pregunta resulta bastante natural.

“A esta edad, caemos naturalmente en el conflicto que Beckett plantea. Eso nos ha impulsado mucho a disfrutarlo y a jugar”, afirma Durán. “Vivencias... Mil veces en la historia te harás esas mismas preguntas y pasarás por esos mismos estadios. Tenemos la suerte de estar con la energía suficiente, la claridad, la memoria, la lucidez para poderlo hacer a estas alturas del partido”, celebra su compañero.

Luis Fernando Gómez eligió la sobriedad en esta puesta en escena. No hay música, solo ruidos del ambiente. Castillo es pura potencia, firme postura y voz rasposa y profunda. Durán, por su parte, es fino, de gestos de sorprendente elasticidad, en perpetuo movimiento –hasta cansarse y dormir–.

Mucho en Beckett es instinto, aunque sus textos se abren a infinitas interpretaciones. Gómez prefirió huirle a esa “acentuación intelectual” de otros montajes de Godot . Sus intenciones las deja claras: “Quería un montaje que fuera muy vital, terrenal, pero que no demeritara la profundidad ni la poesía de la obra. Es una puesta cargada de todo el humor y la ironía que tiene Beckett –entretenido y profundo porque eso es Beckett–”.

“Enfrentarse a un clásico y a una pieza que transforma la historia del teatro es, para cualquier actor, un disfrute absoluto”, confiesa Morales, quien ya había interpretado a Pozzo en el 2006. “Hay dos cosas que hacen al texto universal: por un lado, el tema filosófico, este análisis de la condición humana desde este pesimismo, pero, por otro lado, lo hace muy universal su humor. Uno no puede leer a Beckett sin sentido del humor”, agrega el actor.

Su personaje trata a Lucky como un perro, y el pobre apenas balbucea protestas, aparentemente satisfecho con la relación. Así es la obra: de una oración cargada de ternura salta a la siguiente, seca y cruel, con una rapidez impresionante (para los actores, claro, es como ping pong y gimnasia a la vez).

“Uno de los ejes centrales de esta obra –y de todo Beckett– es el fracaso. Fracasan y fracasan, pero siguen esperando. No es una obra de desesperanza para nada”, asegura Viviana Porras, quien interpreta a Lucky y asiste a la dirección. Como le sucede al mensajero (Eu Fajardo), su diálogo es escaso, pero no menos importante para el engranaje verbal de este texto absurdista. “Cada personaje tiene algo que decirnos, su premisa, su tesis, su objetivo, pero se les han quitado palabras y se han debido reducir a ciertas cosas”, explica Fajardo.

El riesgo, claro, es que con tan escasos y aparentemente confusos elementos, los actores atrapen a los espectadores. Es un mundo en sí mismo, cargado de poesía. Eso busco: un espectáculo entretenido, poético”, dice Gómez.

Esperando a Godot ha resistido a los embates más agresivos de la interpretación (psicoanalítica, cristiana, política...). Se le ha comparado con el jazz : ¿alguien le pregunta a un solo de saxofón qué significa?

En Godot , las caras de los actores son los instrumentos, volátiles y elásticos. Por suerte, para escuchar su música, solamente hay que esperar un día.

El Teatro Nacional ofrecerá dos funciones de una de las obras más célebres e influyentes de Samuel Beckett, Esperando a Godot . Serán el viernes 22, a las 8 p. m., y el domingo 24, a las 5 p. m. La obra cuenta con la participación de Rodrigo Durán Bunster en el papel de Estragón y de Óscar Castillo en el de Vladimir. Dirige Luis Fernando Gómez. Los acompañan en escena los actores Pablo Morales, Viviana Porras y Eu Fajardo. Las entradas se venden en la boletería del teatro, en el sitio del Teatro Nacional o llamando al 2010-1142. Las entradas tienen un valor de ¢12.000.