Crítica de teatro: “Piaf, voz y delirio”, vivir sin miedos ni arrepentimiento

El espectáculo cautivó a la concurrencia del Melico Salazar

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A su temprana muerte, Edith Piaf (Francia, 1915-63) le dejó al mundo un sobresaliente legado musical. Desde entonces, su leyenda no paró de acrecentarse en libros, filmes y nuevas ediciones de sus discos. Piaf, voz y delirio tuvo una cortísima temporada que conquistó al público costarricense gracias, entre otras virtudes, al excepcional desempeño de su protagonista, la venezolana Mariaca Semprún.

El espectáculo representa, de forma alternada, pasajes relevantes de la vida de Piaf e interpretaciones de sus temas más famosos. Esto construye un relato paradójico en el que los éxitos artísticos de la francesa crecen a la misma velocidad que el sufrimiento personal causado por sus enfermedades, adicciones y tragedias amorosas. La síntesis de esta biografía es el retrato agridulce de una artista irrepetible.

Semprún amalgamó un personaje convincente en su apariencia, gestos y rasgos vocales. Se nota el cuidadoso estudio y apropiación de la técnica interpretativa y corporalidad de Piaf, sobre todo, durante los años en los que padeció artritis reumatoide. La actriz logra que sus rígidas posturas se perciban orgánicas y que, a la vez, establezcan un contraste con la soltura y potencia de su voz.

La habilidad mimética de Semprún se respalda en la acertada estrategia de proyectar fotografías originales de Piaf evitando los planos cerrados de su rostro. De esa manera, no hay margen para comparar al personaje de la ficción con su referente real. Abundan, por el contrario, imágenes abiertas que enfatizan una postura o un vestuario que, de inmediato, vemos replicados sobre el escenario. Así, la ilusión queda instalada.

El énfasis en la presencia de la indivisible Semprún / Piaf llega al extremo de convertir a los personajes secundarios en meros figurantes que interactúan con ella sin emitir una sola palabra. Esta dinámica resulta eficaz para que la protagonista siempre esté en el centro de la acción. El rapto premeditado de la mirada del espectador genera un fuerte y creciente lazo entre el personaje principal y su público.

Por otra parte, el repertorio se estructuró a partir de la progresión emocional de la parisina. Al inicio, primaron los temas ligeros y festivos de su juventud. Después aparecieron los enormes himnos que, en su madurez, expresaron matices cercanos a la nostalgia, el amor o el desencanto. El trabajo de la pequeña orquesta fue vital para sumarle peso interpretativo a cada canción.

Finalmente, el tradicional uso de paneles modulares para ambientar la historia adquirió un giro inesperado. Luego de la trágica muerte de Marcel Cerdán –amante de Piaf– se ejecuta una coreografía entre la actriz y los elementos escenográficos movidos por asistentes escénicos. El pasaje estuvo lleno de una hermosa teatralidad y logró captar el dolor y el caos interno del momento.

La ovación final de Piaf, voz y delirio fue tumultuosa, tal y como la protagonista sintetiza, en una sola palabra, su propia vida. A modo de agradecimiento, Semprún regresó a cantar Padam, Padam –por segunda vez– con el apoyo coral del público. El ensamble de artistas y espectadores se volvió una celebración espontánea y un sincero homenaje a una mujer que nos enseñó el placer de existir sin miedos ni arrepentimiento.

FICHA ARTÍSTICA

Dirección: Miguel Issa, Paul Márquez, Valentina Sequera, Mariaca Semprún, Leonardo Padrón

Dramaturgia: Leonardo Padrón (Venezuela)

Actuación: Mariaca Semprún (Edith Piaf)

Diseño de escenografía: Alfredo Correia

Diseño de iluminación: Ernesto Pinto

Diseño y realización de vestuario: Raquel Ríos

Diseño de videoarte: Eduardo Arias, Rino Arreaza

Diseño de sonido: Rafael Rondón

Diseño de Arte: Alfredo Correia

Dirección musical, producción musical, arreglos, composiciones y piano: Hildemaro Álvarez

Banda: Maricarmen Vázquez (Acordeón), Héctor Hernández (Saxofón y flauta), Benjamín García (Contrabajo), Álvaro Vázquez Carrasco (Trompeta), Zahil Guevara (violín), Orestes Gómez (Batería)

Realización de pelucas: Ivo Contreras

Coach del idioma francés: Cástor Rivas

Asistentes de escena: Vera Linares, Carlos Arraiz, Saúl Mendoza, Juan Andrés Belgrave

Voz en off de Marcel Cerdán: Carlos Arraiz

Asistencia de dirección y coordinación de Escenario: Valentina Sequera

Consultoría dramática: Valentina Sequera

Realización de escenografía (Costa Rica): Fernando Castro con la colaboración de Hugo Rodríguez

Realización de utilería (Costa Rica): Fernando Castro, Alfonso Solano, Teatro Nacional, Antigüedades El Pilar

Producción ejecutiva: De Comedia Producciones, Our Plays LLC

Producción general (Costa Rica): Interamericana Producciones

Espacio: Teatro Popular Melico Salazar