Crítica de teatro de 'Duda': La fe ciega y el prejuicio son malos consejeros

'Duda', en el Teatro Espressivo, es un insumo valioso para estos tiempos inciertos.

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En 1964, el sistema educativo estadounidense atravesaba una profunda crisis. Los distritos escolares afines a la segregación racial fueron obligados a recibir estudiantes afroamericanos.

Para los colegios católicos, el contexto era más complejo pues se celebraba, al mismo tiempo, el Concilio Vaticano II, marcado por la lucha entre tendencias antagónicas que apoyaban, por un lado, la tradición y, por el otro, la modernización doctrinal. Duda se desarrolla en ese periodo de incertidumbre y cambios.

En la escuela católica del Bronx (Nueva York), la hermana Luisa –directora– sospecha que el Padre Flynn podría estar abusando de Donald, el único niño afroamericano admitido en ese establecimiento. A pesar de la falta de pruebas definitivas, la religiosa encara al sacerdote quien niega las acusaciones. Se abre así un intenso debate, entre ambos, para determinar cuál dice la verdad.

Los espectadores permanecemos en el centro de la confrontación. De forma premeditada, el montaje nos coloca en el estrado de unos jueces prestos a dictar sentencia. ¿Deberíamos creerle a la monja malencarada o al cura simpático? Los sucesos no arrojan suficiente luz para decidir con absoluta certeza. La pregunta incómoda aparece: ¿qué juzgamos cuando juzgamos?

La dirección de Mabel Marín potencia la brillante dramaturgia a partir de dos estrategias. En primer lugar, acompaña y guía a su elenco en la construcción de personajes sólidos. Madelaine Martínez (Hermana Luisa) acciona desde la quietud, como si estuviera anclada al suelo y a sus convicciones. Su presencia contundente se apoya en un trabajo vocal capaz de comunicar severidad, aun cuando está de buen humor.

Por el contrario, Daniel González (Padre Flynn) se mueve por el espacio como si levitara. La fluidez de su manejo corporal es un signo del carácter liviano y amistoso del cura, pero, también, una señal de su habilidad para acechar sin ser notado. Noelia Campos y Sofía Velásquez completan un cuarteto de personajes cuyo mayor logro es el de ser verosímiles por la consistente relación entre apariencia y conducta.

En segundo lugar, Marín y sus diseñadores extienden el concepto de la duda hacia todas las capas formales del espectáculo. Por ejemplo, muchos acontecimientos están parcialmente velados por el uso de telas traslúcidas o esquemas de iluminación que los sumergen en la penumbra. La mirada del público es desafiada pues, a fin de cuentas, la duda salta si no podemos ver algo con claridad.

Otra escena que evidencia la fortaleza conceptual del montaje es aquella en donde vemos al sacerdote cantar en latín. La atmósfera solemne generada por el religioso entra en conflicto con lo que se nos ha insinuado de su proceder. De igual modo, cada pasaje fuerza la reunión de lo sacro y lo profano, lo cual incrementa la incertidumbre alrededor de las terribles acusaciones que mantienen a los personajes en disputa.

Duda es una propuesta generosa en imágenes muy bien sintetizadas. La obra nos recuerda que, en tiempos de crisis, nuestra capacidad de discernimiento se podría debilitar. En esa coyuntura, la razón es mejor consejera que el prejuicio o la fe ciega, a fin de resolver nuestras inevitables dudas.

Dirección: Mabel Marín

Dramaturgia: John Patrick Shanley (Estados Unidos) con versión al español de Fernando Masllorens y Federico González Del Pino

Actuación: Daniel González Muniz (Padre Flynn), Madelaine Martínez (Hermana Luisa), Noelia Campos (Hermana Jane), Ana Sofía Velásquez (Sra. Muller)

Asistente de dirección: Verónica Quesada

Vestuario: Janil Johnson

Música: Alejandro Jiménez

Iluminación: Katherine Bermúdez

Escenografía: Jennifer Cob

Asistente de escenografía: Camila Damazzio

Mapping: Gustavo Abarca

Fotografía: Esteban Chinchilla

Producción: Teatro Espressivo

Espacio: Teatro Espressivo

Fecha: 10 de febrero de 2018