Carlos Poveda ofrece una muestra retrospectiva que explora el cuerpo visceral

Dibujo e instinto. Carlos Poveda ofrece una muestra retrospectiva de su obra temprana en la galería Artflow

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Carlos Poveda observa una fotografía de su juventud; el tiempo es transformador: su abundante cabello negro se ha teñido de blanco, su rostro se ha poblado de surcos de experiencia, y sus ojos –una vez melancólicos– brillan hoy con la alegría de vivir. Aquel hombre plasmado en celuloide dibuja con el reverso de un pincel. “Yo quería ser diferente”, dice Poveda acerca de la imagen, del reflejo de una misma persona separada por cinco décadas de creación artística.

Alrededor de Carlos hay cuerpos humanos que se mueven y se deforman al ritmo de sus pasiones, cuerpos invadidos por una fuerza ardiente y salvaje. Son 11 ilustraciones que el artista realizó en el génesis de su carrera –décadas de los 60 y los 70–, y que ahora componen Puro dibujo: una exhibición retrospectiva con motivo del Premio Teodorico Quirós que el Museo de Arte Costarricense otorgó a Poveda por su destacada carrera en la plástica. Las obras pueden apreciarse en la galería Artflow (Escazú).

“Es una muestra extraña porque ya no hago dibujos. Fue una idea de Karen Clachar [dueña de la galería]. Yo acepté con gusto; me permitió revisar obras que tenía guardadas desde hace décadas” afirma el artista, quien no puede contener la emoción que le suscita haber recibido el mismo galardón que otros grandes nombres del arte nacional (Francisco Amighetti, Rafael (Felo) García, Juan Luis Rodríguez, Lola Fernández y Zulay Soto): “Estoy muy emocionado: el premio me hace sentir querido por mi país. Es un reconocimiento por tantos años de tratar de superarme como creador”.

El dibujo, el accidente. Los dibujos de Carlos revelan un trazo visceral. “Comenzaba mis ilustraciones con un accidente: hacía una línea sin tener una imagen previa en la mente. Esa era mi base; a partir de ahí empezaba a transformar un anhelo en realidad”, explica Poveda.

Para elaborar sus obras, el artista utilizaba esmalte negro y hojas blancas. Trabajaba en la madrugada acompañado de música. No se molestaba por los errores; eran bienvenidos. “El accidente en el trazo me hacía percibir una musicalidad sutil y violenta a la vez. Los desperfectos en la gráfica han estado presentes en toda mi carrera, sin importar la técnica que esté explorando”, confiesa el artista.

En los inicios de su carrera, la crítica latinoamericana catalogó sus cuerpos convulsos como expresionistas, y los asoció al estilo de Francis Bacon y Kathe Kollowitz. Sin embargo, Poveda no conocía la obra de estos artistas. “Yo soy autodidacta. El arte que conocí de joven era el que se exhibía en el Museo Nacional”, declara Carlos y agrega:

–Mis figuras tan solo querían comunicar la expresividad del cuerpo: sus movimientos, sus contorsiones, sus sensaciones. El cuerpo humano me permitía plasmar mis emociones.

La vida en el arte. Carlos Poveda fue un niño un poco huraño que asistió a la Escuela Juan Rodín, en San José. Su maestra, Carmen Ávalos, detectó su habilidad para la plástica y decidió estimularla. “Ella fue un apoyo: me decía que pasara al frente de la clase y que dibujase en la pizarra diferentes cosas, por ejemplo, el Canal de Panamá. Yo me esmeraba para que la perspectiva quedara bien. Recuerdo que ella pintaba pequeños óleos y paisajes. Había una conexión entre los dos”, recuerda. En ese momento lo supo: su vida transcurría en el arte.

Sin embargo, la rebeldía de su adolescencia lo alejó de la academia. No terminó el colegio, y sus estudios formales se darían en su adultez por medio de talleres en diversas partes del mundo, como Estados Unidos (Printmakers Workshop), Polonia (Universidad de Lodz) e Inglaterra (Camden Arts Centre).

La carrera de Carlos Poveda se puso en movimiento durante los años 60, cuando se acercó al Grupo Ocho, integrado por Felo García, Néstor Zeledón Guzmán, Luis Daell, Harold Fonseca, Hernán González, Manuel de la Cruz González, Guillermo Jiménez y César Valverde.

“Ellos eran los exponentes del arte moderno en el país. Les gustó mi trabajo y me dieron la oportunidad de participar en una muestra colectiva junto con ellos en Washington; desde ese momento se me abrieron muchas puertas: realicé exhibiciones en Colombia, la Argentina, Brasil... Fue como un nirvana. La crítica siempre me trató bien”, dice Carlos.

Desde sus primeros dibujos, la curiosidad y la investigación han sido los motores de Poveda. “Me siento incómodo cuando noto que empiezo a repetirme”, declara el creador, quien, con más de setenta años, parece haberlo explorado todo: el dibujo, la pintura, el collage, la escultura y los objetos.

La diversidad de técnicas proviene del carácter espontáneo de Carlos Poveda. “El concepto no surge de una meditación profunda; deviene del azar que se encuentra en el trabajo manual”, explica el artista.

Hoy, después de haber creado bodegones tridimensionales, árboles y paisajes, Carlos ha vuelto a explorar la plasticidad del cuerpo humano por una serie de objetos que comenta la espiritualidad.

Cinco décadas separan a Carlos Poveda de los dibujos que se ofrecen en Artflow. Sin duda, durante esos años, él ha sido muchos hombres –y muchos artistas–, pero, al mirar sus cuerpos irreales, se aprecia la misma pasión que lo mueve hoy como creador sin freno.

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Dibujos atemporales. El tiempo no existe para estos dibujos de Carlos Poveda. La fuerza de su trazo se mantiene inalterable. Realizados con el mango del pincel, a contracorriente.

Más que el prólogo a una obra de plasticidad exuberante, son la esencia que alimenta toda su creación posterior, esa línea tan pictórica que deviene textura para luego convertirse en volumen, peso, materialidad.

Esa humanidad, a la vez ingenua y grotesca –que fue testigo de una época de tensiones y grandes cambios–, quedó plasmada en esmalte industrial sobre frágil piel de papel. La técnica al servicio del concepto, como debe ser.

Rolando Faba, artista costarricense.

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Cuerpo y arte. Puro dibujo, de Carlos Poveda, se ofrecerá hasta el viernes 6 de junio en la galería Artflow, ubicada en Avenida Escazú, costado este del hospital CIMA, Escazú, San José. Horario: de lunes a viernes de 9 a. m. a 4 p. m., sábados de 1 p. m. a 9 p. m., y domingos de 2 p. m. a 6 p. m. La entrada es gratuita. Teléfono: 2519-9051.