En la fría cárcel, el filme ‘Presos’ se baña de realidad

En la prisión conocida como Puesto 10, del complejo carcelario La Reforma, se filma una parte de la nueva película de Esteban Ramírez. Aunque con precauciones, actores y equipo de producción pisaron sin temor el territorio de los reclusos

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Una cámara de cine, cuatro actores, un pequeño equipo de producción y el cineasta tico Esteban Ramírez. Parece un día cualquiera si no fuera porque están filmando en el pleno corazón de la cárcel, sin protección alguna y con un anillo de 200 presidiarios mirando todo, a solo cinco o diez metros de la acción.

Se graba la escena 57 de la película costarricense Presos . Son las 4:30 p. m. de un 9 de abril, ventoso y con amenazas de lluvia. Los presidiarios del pabellón A1 del Puesto 10 –muy cercano a La Reforma– tienen permiso para “guardarse” un poco más tarde de lo usual, pues hoy, privilegiados, tienen asiento de primera fila en el rodaje.

“Di, bicho, esto nunca se ve aquí. Acá como a las 5 p. m. ya nos guardan a todos (en las celdas). Hoy nos van a dar un ratico más, por lo de la peli esa”, dijo un reo de unos 35 años, calvo y tatuado de pies a cabeza.

En ese particular contexto, Esteban Ramírez, director de los filmes Caribe y Gestación , sigue los pasos de su padre, Víctor Ramírez, quien en 1973 filmó en la Antigua Penitenciaria de San José (actual Museo de los Niños) el famoso documental Los presos.

Después de 41 años, en el Puesto 10 de San Rafael de Alajuela, el experimentado cineasta graba así una de las escenas de la prisión que, quizá a finales de año, conformarán el 40% de su nueva película.

Presos es una ficción que tocará el drama de los reos en nuestras cárceles y, sobre todo, describirá los horrores de quienes están libres, pero viven presos de males o carencias sociales.

“Estos escenarios son solo parte de la película, pero quiero aclarar que no toda la cinta se desarrolla en la cárcel. Hay más escenas afuera de aquí”, advierte Ramírez, mientras se pone los audífonos para dirigir la escena.

El actor Leynar Gómez, a quien conocimos por un papel secundario en la cinta Puerto Padre , de Gustavo Fallas, es el centro de atención. Lo siguen las cámaras, esboza sus textos. En la cinta, él encarna a Jeison, un presidiario que, con el fin de sobrevivir, tiene que marcar su territorio en el penal.

Con Freddy Vásquez (apodado el Tanque en la película), y dos privados de libertad que trabajaron como extras, Gómez se para en el portón del pabellón A1 para escuchar el grito de “acción”. Él comienza su actuación y los 200 reos son testigos de todo.

“Esta experiencia ha sido maravillosa. Sentir la energía de los privados de libertad es especial. Uno comprende, crece y madura muchas cosas”, dijo Gómez, quien antes de actuar allí había ido al penal a impartir un taller de actuación.

“En esos talleres estuve cerca de ellos (los presos), pude pulir más el personaje y tomar confianza. Me siento bien aquí”, agregó.

Además, en la escena, hay un travesti y varios presos del Puesto 10 que entran, saludan y hacen ademanes frente a las narices de los actores. Todo tiene que ser lo más real posible; nadie ve a las cámaras, están actuando su propia realidad y frente a sus propias celdas.

“Esto es lo bonito de esto, que ellos se sienten útiles”, dice Ramírez muy complacido.

Tiene razón el cineasta, pues como niños ilusionados los presidiarios son colaboradores insignes del filme y hacen suyo.

A esta altura, solo por precaución, los guardas del Puesto 10 han colocado un mecate para establecer un perímetro. Todos los privados de libertad respetan la línea.

Eso sí, respetan el perímetro, aunque cuesta un poco más que hagan silencio.

“Dejá de robar cámara, Caliche”, se oye decir, entre risas y mil comentarios difíciles de distinguir. Los vacilados no se amedrentan, siguen firmes tras sus segundos de fama.

La chota no cesa y un par de conatos de pleito rompen por instantes la tensa calma.

Antes de filmar, los guardas habían advertido a la producción sobre los protocolos por seguir en caso de un motín, intento de fuga o cualquier otro incidente.

“Ahora en la tarde entra una nueva población al penal y no conocemos cómo son. De todas formas, aquí hay que garantizar la seguridad y la producción tiene que seguir lineamientos de precaución”, dijo Johnny Vásquez, inspector de seguridad del Puesto 10.

Ante el bullicio imperante, la española Amaya Izquierdo –productora de la película–, toma el megáfono y, con autoridad, pide silencio. Le hacen caso a medias, mientras, cariñosamente, un atrevido le dedica un estribillo de El beso de España. La escena corre, ¡tiene que correr!, pues está por caer la tarde.

Calentando. Las tomas en el pabellón A1 no fueran las únicas. La jornada de filmación había comenzado a eso del mediodía, luego de pasar por los estrictos protocoles de seguridad.

Siguió la etapa de maquillaje y la instalación del equipo en la primera locación del día, una pequeña sala donde el personaje de Leynar (Jeison) recibiría la visita de su madre, encarnada por Grettel Cedeño, y también la de su abogada, interpretada por Ana Saravia.

“Todas las escenas ya tienen un trabajo previo. Se ensayaron con anterioridad”, afirma Ramírez.

El director habla con los actores, les da indicaciones y hasta hace ajustes al guion, tirado en el piso cerca de los pies de Leynar.

“En el guion está la base, pero a mí me gusta variar un poco, según lo que sienta en el momento, como ahora que le dije a Leynar que improvisara algo gracioso en el diálogo”, agregó Ramírez.

El actor responde bien a la petición del jefe, hace el chiste requerido y todo fluye; la escena queda. Se requirieron dos horas para grabar ese pequeño fragmento de la cinta.

“Esteban no es tan encasillado; de pronto, en el momento de grabar, hace ajustes y eso es bueno. También lo reta a uno”, dice Gómez.

En la intimidad. Al filo de la ajetreada tarde y luego de haber grabado frente al pabellón A1, el equipo de producción de Presos va un poco más allá e ingresa a una de las frías celdas.

En las camas de los residentes se harán tomas de apoyo y otras escenas más .También incursionará en la acción el famoso Gordo Puro (Marco Aurelio Zamora), expresidiario conocido en la cárcel.

Gordo Puro recorre con propiedad los pasillos y explica a todos cómo se vive todo allí, en la intimidad de las habitaciones.

Según Ramírez, Gordo Puro es fruto y parte activa del proceso de investigación que él realizó para hacer la película.

“Vea, este es el sótano”, y señaló el colchón de un preso al que le toca dormir en el piso, debajo de un pequeño camarote.

“Dormí alguna vez allí, vieras lo feo que era despertarse en la noche asustado y pegar la jupa arriba. Horrible”, rememora Gordo Puro.

“Luego anduve por varias camas; las más feas son las esquineras porque ahí lo prensan feo cuando tienen hay una bronca”, añadió el personaje.

Se graban dos escenas más y la noche cae en el Puesto 10. Hora de irse para la producción, hora de “guardarse” para los privados de libertad. Entran a sus celdas y su vida tras los barrotes continúa.

La filmación de Presos también continuará, dos días después la protagonista del filme, N atalia Arias, estará en el Puesto 10 para unas secuencias que la producción prefirió no revelar. Todo el misterio se resolverá en el estreno.

¿Tendremos Presos para este año? La fe de Esteban es que sí, quizá para octubre.