‘Elvis’: tres horas de un frenético viaje para (tratar de) entender al ícono del rocanrol

El nuevo filme de Baz Luhrmann es una locura en el mejor sentido de la palabra: se trata de una montaña rusa de música, colores e hiperbólicas actuaciones que va tras las pistas de la relación entre Elvis Presley y su mánager Tom Parker

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A principios de este año, Pablo Larraín lanzó su filme Spencer, un biopic que más que preocuparse por los dramas y chismes de la Princesa Diana, se enfocaba en preguntarse cómo la recuerda el mundo.

Con Elvis, Baz Luhrrmann parte también de lo que podríamos llamar, un “retrato de autor”. El Elvis que vemos en la pantalla grande no es necesariamente el Elvis de la vida real; está pintado en un lienzo donde los colores inundan la sala de cine, la cámara se vuelve loca cada cinco minutos, la pantalla se parte a mitad... Es un frenetismo que va desde la dirección hasta el montaje para dejar en claro que la vida de Elvis Presley fue una montaña rusa que no daba un segundo para respirar.

Para quien escribe estas líneas, esa decisión no podría ser mejor noticia: que exista un director como Luhrmann es una maravilla porque, si bien tiene la presión de una mega compañía detrás por hacer rentable el título, no es un cineasta que grabe con un ojo en el set y el otro viendo la taquilla.

Son tres horas de un viaje desenfrenado que el público mundial podrá disfrutar a partir de este jueves. En Costa Rica estará disponible en su circuito de cine preferido.

Mucha mucha música

Posiblemente, convenga aclarar de qué va Elvis, un filme del que muchos no saben qué esperar.

La historia es la siguiente: desde su ascenso a la fama hasta su superestrellato sin precedentes, el icono del rocanrol Elvis Presley mantiene una relación complicada con su enigmático manager, el coronel Tom Parker, quien permanece a su lado a lo largo de 20 años. ¿Qué tanto creó Parker a Elvis y qué tanto estuvo la estrella dispuesto a ceder para alcanzar la fama?

Eso sí: la película no es un biopic al uso. No hay solemnidades, violines tristes y lágrimas fáciles. Elvis, más bien, es una película que no sigue un orden cronológico: va y viene y todo se cuenta desde la perspectiva del coronel Tom Parker quien, desde el comienzo advierte, que esta es su mirada sobre quién fue Presley.

Muchos recuerdan a Luhrmann como el cineasta detrás de Moulin Rouge!, además de las versiones de El Gran Gatsby y Romeo y Julieta con Leonardo DiCaprio. Los tres fueron filmes más que sólidos, pero pocos conocen una joya llamada The Get Down, serie que produjo Netflix y dejó botada a medio camino por aparente falta de rentabilidad.

En esa serie, Luhrmann describió exquisitamente (y con muchísima música) la vida de unos jóvenes que crecen en los setenta en el sur del Bronx y se asombran ante las bondades que ofrece el hip-hop. Fue una producción hipnótica, más que recomendada para ver pero que hoy se mira como la piedra angular de lo que haría años después el director con Elvis.

Porque este nuevo filme entiende que la música es la protagonista. La partitura no se detiene y es fascinante cómo se utiliza, no solo como recurso, sino también como parte de la narrativa. De hecho, solo hay una escena en el filme donde el silencio toma la pantalla. Por supuesto, no conviene adelantar qué sucede y realizar un spoiler innecesario, pero si no hubiese tanto barullo durante casi tres horas, esa escena no tendría el mismo peso dramático.

En entrevista con Collider, el cineasta australiano expresó que “mi misión es hacer un filme que no sea una película de franquicia. Le tengo respeto a las películas de franquicia, por cierto. Amo a Batman, por ejemplo, pero quiero hacer filmes que atraviesen generaciones, que se vea que no es de una franquicia y que pueda comulgar dentro de la gran historia estadounidense. Yo lo que quise hacer es una gran ópera estadounidense. Eso es lo que espero que sea y por lo que estoy luchando es por tratar de traer audiencias”.

Como bien dice el periodista Jesús Agudo, Elvis es una película que toma a una de las figuras más imitadas en la historia para hablar frescamente sobre la idolatrización, la fama y, sobre todo, la relación parasitaria entre el cantante y su representante.

“Resulta muy interesante la relación entre Elvis y el coronel, cómo el cantante llega a estar tan agradecido por haberle abierto básicamente las puertas del cielo hasta el punto de no cuestionar ninguna de las decisiones que tienen que ver con su carrera y que contradicen sus propios sueños. Es una relación que tiene giros de sobra para justificar la elección del coronel como narrador”, comentó el periodista en su reseña.

Si las tres frenéticas horas de Elvis lo dejan con apetito, el propio director adelantó que prepara su propio corte con más de sesenta minutos. Si la gente quiere a Elvis, ¿quién es Baz Luhrmann para prohibir tal privilegio?