Hasta la muerte por un gran selfie

Tan solo en lo que va de este año, los accidentes al tomarse fotografías han causado más muertes que los ataques de tiburones: las cifras son de 11 contra 8. Estas son algunas historias sobre cómo el deseo de captar un retrato fabuloso y la imprudencia han acabado con la vida de personas en todas las latitudes

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Las personas siempre intentan salir sonrientes en sus fotografías, decía Robin Williams en la película Retratos de una obsesión . “La gente capta fotos de sus momentos felices. Alguien que ojee nuestro álbum podría concluir que tuvimos una existencia feliz, libre de tragedias. Nadie toma una fotografía de algo que quiera olvidar”.

Pero ¿y si el retrato mismo fuera el causante de la mayor de las tragedias? ¿Y si ni siquiera hubiera tiempo de presionar el botón del obturador antes de que la cuenta regresiva de la vida llegue a su fin?

No es otra escena más de una película, no; es la consecuencia de una riesgosa moda que tiene en vilo a la policía rusa y que ya ha cobrado vidas en muchos rincones del mundo. Sin embargo, no todos los casos llevaban la imprudencia implícita.

LEA TAMBIÉN: Rusia promueve con campaña tomarse selfies 'seguras'

El último ejemplo, de hecho, ocurrió en Moscú, cuando Anna Krupeynikova y un grupo de amigos organizaron un paseo para celebrarle el cumpleaños a otra de las muchachas. Habían rentado un bus y se detuvieron en un puente para tomar fotografías con la capital rusa de fondo.

Krupeynikova, una bailarina graduada en Turismo a la que le faltaban tan solo unas semanas para cumplir 22 años, se alejó del grupo y, con el celular en mano, se arrecostó en la baranda del puente. Para su mala fortuna, la valla estaba rota.

“Anna se cayó”, gritó alguien en el grupo. No era una broma; la joven se había desplomado desde una altura de 12 metros.

Tan solo tres meses antes, Xenia Ignatyeva, una rusa de 17 años, escaló el puente de un tren en San Petersburgo para tomarse un selfie . La muchacha era una aficionada de la fotografía y su pasatiempo era tomarse fotos a sí misma con una cámara que había comprado un año antes con el dinero que logró reunir en un trabajo de verano.

La noche del 21 de abril del 2014 la policía recibió una llamada que alertaba que un grupo de adolescentes estaba jugando en el puente. Para cuando las autoridades llegaron al sitio, Oksana Zhankova –también de 17 años– estaba agachada junto al cuerpo de Ignatyeva, quien resbaló y se agarró de un cable de alta tensión para evitar caer al suelo, pero murió por la descarga de corriente eléctrica proveniente de un voltaje de 1.500 voltios.

“Necesitamos mirar qué hay detrás de las fotos tomadas en las líneas del tren”, dijo el psicólogo Martin Voigt, de la Universidad de Múnich, a The Mirror . “Las fotografías son tanto sobre el tema en sí mismas; es que ellos juegan con el peligro”.

LEA TAMBIÉN: 'Selfies' o la búsqueda de un trofeo

También en el 2014, una joven de la India perdió su vida en las líneas del tren. Varsha Alva y sus compañeros de la Universidad de Ingeniería y Tecnología de Puttur caminaban por las vías una tarde de domingo.

Según The Times of India , nunca hubo suficiente claridad sobre lo ocurrido. Unos dicen que los muchachos estaban absortos tomando fotografías y no se percataron de que venía el tren; otros dicen que sí lo vieron, pero que trataron de esquivarlo demasiado tarde.

Según la policía india, el impacto fue tan severo, que parte del cráneo de Varsha fue desprendido.

Parajes de la muerte

Querer hacerse un selfie con el mar del sureste de Italia de fondo le costó la vida a Isabella Fracchiolla, de 16 años.

La adolescente se encontraba en una excursión del colegio en la ciudad de Taranto. Ansiosa por capturar el momento, se subió a una de las barandas del mirador y perdió el balance. A la vista de todos sus compañeros, Fracchiolla cayó desde una altura de 18 metros sobre unas rocas escarpadas.

La estudiante fue trasladada de emergencia al hospital con fracturas en la pelvis, el fémur y la cabeza. Los médicos intentaron salvarla, pero falleció en el quirófano.

En noviembre del año pasado, la polaca Sylwia Rajchel emprendió el último viaje de su vida, con destino a Sevilla, España. La estudiante de Medicina de 23 años cometió el mismo error de Fracchiolla: se subió a la valla del puente de Traiana para tomarse la fotografía. Ella cayó desde una altura de siete metros y fue trasladada a un hospital de traumatología con múltiples lesiones. Llegó con un paro cardíaco y no hubo nada que los médicos pudieran hacer por ella.

“Ir a España era un sueño hecho realidad para mi hija”, dijo la madre de la joven, Bernadeta. “Ella había aprendido por sí sola el idioma y deseaba conseguir trabajo ahí cuando terminara su carrera”.

Sin duda, uno de los casos más estremecedores de selfies mortales es el de la familia Mackowiak. Michal y su esposa Hania disfrutaban de unas vacaciones en Sintra, Portugal, junto a sus dos hijos pequeños.

Desesperados por llevarse una espectacular fotografía, traspasaron las barreras de seguridad y caminaron hasta el borde de un abismo.

El mar golpeaba las rocas con furia al filo de la puesta de sol, pero nada de esta escena quedó en la última foto que tomó Michal. Donde se suponía que debía haber dos rostros sonrientes, lo que apareció fue un fondo borroso del cielo y del vacío.

Los Mackowiak resbalaron y quizá el recuerdo nunca pueda borrarse de las memorias de sus dos hijos Leo (6 años) y Sophie (5), quienes presenciaron la catástrofe.

Los gritos de los niños alertaron a los otros turistas, quienes llamaron a emergencias. Los cuerpos no pudieron ser hallados esa noche debido al mal tiempo.

“Los Mackowiak formaban una pareja de esas que desde luego quedaban bien en las fotos: atractivos e instruidos. Él, un científico reconocido que daba conferencias en medio mundo y ella una licenciada en geografía que gestionaba la próspera empresa familiar de tours turísticos e incluso organizaba bodas de polacos en Portugal”, describió El Mundo .

Distracciones fatales

La muerte se opuso a que una boda fuera realizada.

El 25 de junio del 2014 era uno de esos grandes días para Ashley Theobald, de 26 años. Se subió al carro de su amiga Colette Moreno, de la misma edad, y emprendieron el viaje hacia el Lago de los Ozarks, en el Medio Oeste de Estados Unidos, donde sería su despedida de soltera.

Ashley quiso guardar un recuerdo y extendió su mano para tomar una fotografía que luego subió a su cuenta de Facebook. Hasta entonces, no había más que una enorme sonrisa en sus rostros.

Minutos después, la dama de honor intentó rayarle a un camión que iba emitiendo tanto humo, que le estaba provocando tos a la novia, quien padecía de asma.

Fue un adelantamiento en falso. Un pick-up Dodge Ram venía por el otro carril –al que no pudieron divisar porque venía por una colina– impactó el lado del pasajero.

“Yo le hablaba y ella asentía. Pensé que no era tan grave porque no parecía tan golpeada físicamente”, dijo a The Huffington Post Moreno, quien perdió a su mejor amiga y nunca pudo verla subir al altar.

En febrero de este año, el carrete de una cámara dio pistas a la National Transportation Safety Board de Estados Unidos sobre la causa de un accidente aéreo en el que fallecieron dos personas.

“Las grabaciones de la GoPro revelaron que el piloto y el pasajero estaban tomándose autoretratos con sus celulares”, señaló un comunicado de prensa. “Basados en la evidencia del uso de celular durante una maniobra de baja altitud, es claro que esto distrajo al piloto y contribuyó con la desorientación espacial y la pérdida del control”.

Aquel era un vuelo nocturno, con malas condiciones atmosféricas que habían obligado al piloto Amritpal Singh, de 29 años, a apoyarse en los instrumentos para volar la avioneta Cessna 150. Lo irónico es que ya estaban apenas a dos millas del aeropuerto Front Range, en Watkins, Colorado.

Aun más increíble es la imprudencia de un joven estudiante de Veterinaria en México, de 21 años de edad. Óscar Otero y un grupo de amigos se reunieron un fin de semana para consumir bebidas alcohólicas en la casa de uno de ellos.

Envalentonado, el muchacho quiso hacerse un selfie con una pistola apuntándole a la cabeza. Sin embargo, al intentar presionar el obturador, jaló del gatillo y accionó el arma de calibre 45, cuyo uso es reservado para las Fuerzas Armadas.

Un vecino escuchó el disparo, seguido de los gritos de los demás jóvenes. Una fatalidad acababa de ocurrir, y todo por subir a las redes sociales un selfie que llevaba implícita la palabra peligro.