Dispositivos inteligentes son armas de doble filo

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El teléfono inteligente se ha convertido en el compañero inseparable de millones de personas alrededor del mundo.

Los alcances de este aparato en la vida cotidiana han despertado la curiosidad de investigadores, entre ellos, la de William Tatum, de la Clínica Mayo, en Estados Unidos.

Este científico lideró una investigación con 129 pacientes con epilepsia, a los que estudió durante 16 meses. A estos les pidió que realizaran diferentes acciones con sus aparatos móviles, como usar las opciones de audio y otras, por ejemplo, enviar mensajes de texto.

El investigador halló que uno de cada cinco pacientes que usaba el smartphone para mensajería registraba un tipo de onda cerebral (actividad eléctrica producida por el cerebro), nunca antes descrita. Lo mismo sucedió con los usuarios de iPad.

Tatum sugirió como hipótesis que esto puede ser causado por el uso de pantallas más pequeñas, que requieren más concentración.

Lo anterior sugiere que los teléfonos no solo modifican las rutinas de la gente, sino también su cerebro.

Males. Las posibles consecuencia del uso continuo de estos aparatos ya se pronostican. Un reciente estudio del Instituto de Visión Brien Holden asegura que la mitad de la población mundial ( unos 5.000 millones de personas) estarían en riesgo de padecer miopía en el 2050, es decir, experimentar visión borrosa.

El cuello y espalda de las personas también peligran . En marzo anterior, el ortopedista infantil José Pablo Muñoz dijo a La Nación que, al revisar el teléfono, las personas suelen inclinar la cabeza, lo que implica someter a la columna vertebral a un peso de entre 15 y 27 kilogramos.

Dolores cefálicos e inflación de los nervios, así como problemas de espalda baja, podrían ser parte de las consecuencias de estar pendiente de los dispositivos móviles todo el tiempo.

En el 2014, la revista ‘The Lancet’ reportó el primer caso de ‘ WhatsAppitis ’ una dolencia física ligada al uso de la aplicación para envío gratuito de mensajes desde un teléfono.

Se trataba de una mujer que se quejaba de un dolor repentino en sus muñecas tras despertarse. Al realizarle estudios, se determinó que el problema obedecía a que frecuentemente usaba sus pulgares para enviar y responder mensajes instantáneos.