Un laboratorio dedicado a estudiar el café

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No todos los hongos son dañinos. Unos 100 mililitros de mezcla líquida de Beauveria bassiana es suficiente para combatir a la broca en una hectárea de cafetal.

Este insecticida natural es producido en el Laboratorio de Fitoprotección del Cicafé y se distribuye gratuitamente a los productores del grano de oro.

Desde 1998, esa ha sido la idea: investigar para ayudar al sector cafetalero a combatir enfermedades y plagas, así como mejorar la producción a partir de medidas de manejo.

Con el estreno de la Sección de Biotecnología, en febrero de 2013, este laboratorio se acerca a otros existentes en Brasil y Colombia.

“Además, es el primer país en Centroamérica en hacer análisis molecular en café”, dijo Jorge Ramírez, gerente técnico de Icafé.

Aparte de trabajar en el tema del ojo de gallo, los investigadores usan el laboratorio para hallar genes resistentes a condiciones climáticas adversas, como las sequías, así como evaluar materiales genéticos de especies que están en otros países para ver si son tolerantes a enfermedades o plagas.

Sin embargo, al ser el ojo de gallo una enfermedad que afecta principalmente a Costa Rica, los investigadores se han puesto la gabacha para encontrar respuestas en el código genético (ADN).

Buscando genes. Como existe tan poca información sobre el ojo de gallo, Cicafé no tuvo más remedio que iniciar desde cero: estudiando el hongo que causa el mal.

Para ello, se recolectaron diferentes tipos de hongos provenientes de distintos países y se seleccionó al más agresivo para cultivarlo en condiciones controladas.

En este sentido, los investigadores recrean las condiciones de humedad y temperatura para reproducir el hongo y ver cómo este infecta las hojas de diferentes especies de cafetos.

Mycena citricolor tarda tres semanas en madurar y reproducirse. En junio empieza a propagarse, alcanzando un pico entre agosto y octubre. “En ese tiempo es cuando más problemas causa”, destacó Miguel Barquero, del Cicafé.

Las hojas que se identifican como resistentes a la enfermedad se multiplican con la técnica de embriogénesis.

“Puede ser que el material sea resistente, pero su progenie no lo sea. No nos conviene tener esa inseguridad”, señaló Barquero.

La técnica consiste en tomar un segmento de hoja y colocarla en un medio nutritivo; es decir, un gel al cual se le agregan reguladores de crecimiento. Allí se produce un tejido conocido como callo y este, tras un proceso hormonal, genera un embrión. Ese embrión va a dar por resultado una planta.

Luego, esa hoja se almacena en nitrógeno líquido para formar un polvo que es tratado para eliminar tejidos y proteínas, con el fin de purificar la partícula de ADN.

Esa partícula es la que se analiza molecularmente para determinar cuáles genes son resistentes a la enfermedad y observar diferencias entre los materiales.

“Desde estados muy iniciales, ya podemos saber si el material genético tiene una característica de tolerancia al ojo de gallo, pero antes tenemos que hacer este tipo de estudios para determinar cuál es esa característica genética que está relacionada con esa tolerancia”, explicó Barquero.

El trabajo apenas empieza y podría tardar años, pero los investigadores se muestran optimistas.

Una finca para experimentar

Aparte de sofisticados equipos, el Cicafé cuenta con una finca de nueve hectáreas para probar en campo aquello que se ve promisorio en el laboratorio.De hecho, allí es donde se verificará el resultado de los estudios genéticos sobre resistencia al ojo de gallo.Sin embargo, la finca les permite más que eso. Según Jorge Ramírez, gerente técnico del Cicafé, se posee un banco de germoplasma in situ, donde se aprecian diversas variedades de café.También se realizan experimentos para ver si especies de otros países se adaptan o no a las condiciones climáticas del país o son resistentes a plagas.Asimismo, se prueban cuestiones de manejo, como cuán efectivo es sembrar árboles en los cafetales con el objetivo de que estos den sombra al café.

Ubicada en Barva