Extraños transitan por la playa y la montaña de Burica

Dos jóvenes del territorio más alejado del país cuentan cómo los ‘no indígenas’ empiezan a frecuentar esta recóndita zona; mucho se debe al narcotráfico

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Walter Sánchez Montezuma apenas tiene 19 años pero ya tiene claro que quiere estudiar Criminología si se le presenta la oportunidad.

Hasta ahora, se ha dedicado a la agricultura mientras cumple sus aspiraciones de convertirse en criminólogo.

“La droga. El movimiento se ve”, aseguró en una escueta explicación sobre las causas de su interés en seguir esa carrera.

Su amigo, Gilberto Rodríguez Guerra, de 26 años, quien estudia Enseñanza del Inglés, también ha sido testigo de ese movimiento que describe Walter en Alto Carona, donde vive.

“Vienen en oleadas. Casi siempre son colombianos que vemos pasar.

"Es hasta ahorita que el gobierno se ha preocupado un poco y esto tiene que ver con el aumento en el tráfico de drogas”, dijo Gilberto.

Los muchachos estuvieron entre el grupo de 685 indígenas ngöbe o guaymíes que acudieron la última semana al llamado de una misión de militares norteamericanos y personal de salud de la Caja.

Estaban en la escuela de Alto Carona el jueves 6 de diciembre, esperando a que sus hermanos fueran atendidos por médicos, enfermeras, farmacéuticos y promotores de salud.

Según cuentan, a pesar de las carencias que hay en estas comunidades en comparación con la cantidad de servicios en las ciudades al interior del país, aquí es bonito vivir.

Pero en los últimos años y ante el abandono de estas comunidades por parte del Estado –que lo justifican, de alguna manera, por su gran lejanía–, la afluencia de extraños se incrementó.

Les llaman ‘no indígenas’, pues ahí de las casi 3.000 personas que hay, más de 2.000 son ngöbes.

Gilberto cuenta que hay un puesto policial.

“Pero solo uno. El problema es la distancia, porque además de tener que enfrentarse con delincuentes, son responsables de colaborar cuando hay una emergencia”, comentó Rodríguez.

Con pocos recursos frente a los narcos y sumado a las grandes distancias, que ahí más que en kilómetros se miden por horas de recorrido a pie o a caballo, la batalla parece irla ganando el tráfico de drogas.

Es una pena, aseguran, pues este sitio es muy tranquilo. Ranchos pueden quedar solos sin el temor de encontrarlos vacíos al regresar de algún viaje.

El problema, son los extraños. ‘Los blancos’ que pasan sin saludar siquiera, hacia un destino que estos indígenas desconocen y presumen muy, pero muy lejano de su montaña.