Especial de crímenes y casos judiciales: El robo de la Virgen de Los Ángeles

La profanación de la Basílica de Cartago y el asesinato de un guarda durante el episodio fue uno de los crímenes más sonados del siglo.

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Han pasado 77 años de aquel 13 de mayo de 1950, pero el robo de la imagen de la Virgen de los Angeles constituyó un hecho tan grave en el país, que aún al día de hoy hasta las generaciones más nuevas han escuchado hablar de aquel suceso.

En un hecho que no solo laceró el alma nacional en aquel momento, si no que provocó un intrincado proceso penal que, a la postre, nunca resolvió el caso, la madrugada del sábado 13 de mayo al menos dos individuos ingresaron a la Basílica de Los Ángeles con el fin de apropiarse de las vestimentas de la imagen de la Virgen. El guarda Manuel Solano Torres, padre de nueve hijos, pagó con su vida el intento por frustrar el crimen.

La Nación del domingo 14 de mayo abrió con un enorme y mustio titular: “Robada la imagen de la Virgen de Los Angeles”. Luego, las sábanas de texto parecían sangrar al compás de un país que también lo hacía.

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Los adjetivos contra “los monstruos” que habían cometido aquella “ferocidad incomparable” llenaban página tras página. El editorial del lunes 15 no podía ser más vehemente:

“La noche del viernes 12 del mes en curso se perpetró en la Basílica de Nuestra Señora de Los Angeles en Cartago un horrendo y sacrílego crimen de profanación, robo y asesinato.

“Ladrones execiables burlando la vigilancia de los guardas que hacen la vela penetraron en el lugar sagrado asesinando a uno de los guardianos y robando la sagrada Imagen con su precioso manto recamado de rica pedrería. Nos encontramos frente a uno de los atentados más abominables del cual no hay hasta la fecha precedente en la historia de Costa Rica”.

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Tal fue el estupor del país por lo ocurrido, que el entonces presidente Otilio Ulate decretó tres días de duelo nacional y el gobierno ofreció una recompensa de ¢50 mil (un dineral en aquella época, equivalentes a unos ¢33,4 millones de hoy, según consulta realizada al Banco Central). Una semana después del hecho, ocurrió lo que miles consideraron un milagro: la imagen de la Negrita apareció, desprolija de sus ropajes, eso sí, el domingo 21 de mayo.

Delirio Nacional

“5 y 45 hora de aparición de la Virgen”, rezaba el –de nuevo– enorme titular de este diario seguido de un texto, cuando menos, eufórico: “Sobre el tornavoz del púlpito de la Basílica de los Angeles fue encontrada ayer por la tarde la imagen venerada.

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“Inmediatamente dimos la noticia al público josefino por medio de nuestra sirena, congregándose frente a La Nación una inmensa multitud. Avisado incontinenti Monseñor Sanabria se trasladó a Cartago, dando fe del hecho y levantando un acta con todos los testigos del caso”, se leía en las páginas de este diario.

“La noticia corrió por Cartago con la celeridad del rayo, congregando a la población en pocos minutos frente a la Basílica. Las campanas fueron echadas al vuelo en Los Ángeles y los otros templos de la ciudad, produciendo expectación y el consiguiente júbilo. La alegría de las gentes se exteriorizó inmediatamente en todas las poblaciones conforme se iba sabiendo la feliz nueva del encuentro. Inmediatamente empezó a desbordarse la población josefina hacia la ciudad de Cartago, movilizándose en toda clase de vehículos y aún a pie.

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“En la carretera de esta ciudad a Cartago hubo durante todas las primeras horas de la noche verdadera congestión de tránsito: se puede decir que eran dos líneas ininterrumpidas de vehículos que se extendían en los 22 kilómetros.

“A las 7 de la noche era imposible encontrar en ninguno de los garajes de San José un automóvil: todos andaban en Cartago.

“Igualmente sucedió en todas las poblaciones de la Meseta Central. A las pocas horas de dada la noticia, camiones con gentes desde San Ramón atravesaban esta capital rumbo a la vieja metrópoli”, reseñaba La Nación.

Cinco años después del suceso, fue condenado a 45 años de prisión –solamente por el robo–, José León Sánchez (hoy de 88 años), quien estuvo dos décadas en la cárcel. A él se le concedió después una rebaja en la pena. En 1999, la Sala Tercera de la Corte lo absolvió, por dudas, de toda pena y responsabilidad, al considerar que hubo errores en el antiguo proceso.

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Sánchez, desde la cárcel y convertido luego en escritor, siempre insistió en que su caso debía de revisarse, pues fue condenado en un proceso judicial cargado de fallas procesales. Durante el juicio que lo condenó a prisión, José León Sánchez relevó de responsabilidad en el hecho a su supuesto cómplice, Marco Antonio González Molina , según narraría don José León después, por temor a amenazas que había recibido de González desde la Penitenciería Central, donde a la postre murió asesinado en 1956.

También hubo señalamientos contra Roberto Figueredo, hijo de una prominente familia cubana refugiada en el país como supuesto autor intelectual del hecho, pero finalmente fue condenado solo a dos años de cárcel por encubrimiento. Figueredo, quien destacó en el país como deportista de varias disciplinas, falleció en mayo de 1974.