Jardinero sobreviviente de terremoto añora su vieja Cinchona

Francisco Rodríguez Morera vista una o dos veces por semana su propiedad, para relajarse y darle mantenimiento

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Cinchona. El 8 de enero del 2009 por la tarde, Francisco Rodríguez Morera se había acostado a dormir, luego de una jornada larga de trabajo. Su plan era descansar unas horas para después ir a chapear un terreno en Cinchona, el pueblo al que había llegado apenas con 15 años.

Su sueño, regularmente, es sensible, pero aquel jueves a la 1:21 p. m. no sintió el terremoto de 6,2 grados que desplomó su casa. “Cuando abrí los ojos, luego de escuchar a mi esposa llamarme, lo que vi fue el cielo, las paredes de mi casa se derrumbaron, pero mi esposa y yo estábamos bien, al igual que el resto de mi familia, es algo increíble, pero las paredes se fueron hacia los lados”, recordó este hombre de 67 años en la actualidad.

Las horas que siguieron fueron caóticas, ya que él y sus vecinos quedaron aislados, por lo que pasaron la noche en un invernadero de fresas y volvieron a comer hasta la noche del día siguiente. Personas heridas, otras preocupadas y hasta unos extranjeros sin poder seguir su camino compartieron horas de incertidumbre hace 13 años.

Al abandonar la zona en helicóptero don Francisco pudo dimensionar lo sucedido, ya que la capilla, la escuela, el salón comunal y la delegación policial, todas cerca de su casa, quedaron destruidas.

Dos años después de aquella tragedia, que provocó la muerte de 27 personas, dejó al menos cinco desaparecidos y causó daños por más de ¢280.000 millones tanto en esa zona, como en otros sectores del país, don Francisco fue uno de los beneficiados con una casita para él y su familia en Nueva Cinchona y, aunque considera que el pueblo es bonito, aún añora la Cinchona vieja, por lo que ahora va entre una y dos veces por semana para darle mantenimiento al terreno y relajarse del ajetreo diario.

“Hemos mantenido los terrenos, los tratamos de conservar lo mejor posible dentro de las circunstancias, uno viene durante el día una o dos veces por semana a hacer algunos trabajitos y a mantener algo limpio, porque a uno le duele dejar lo que tanto le costó por muchos años. Donde nos ubicaron las casas son muy lindas, pero uno no estaba acostumbrado a vivir tan pegado unos con otros, entonces uno se viene para acá y uno se siente como en la gloria, es como un desahogo, se libera de muchas cosas, creo que la mayoría viene con ese fin de desestresarse un poco porque aquí hay mucha paz, mucha tranquilidad, allá también es muy tranquilo, pero el hecho de vivir tan pegados hace que a uno le cueste más”, explicó este lugareño, quien se dedica a labores de jardinería.

Incluso, para tener la mayor comodidad posible, don Francisco juntó madera y cinc para cerrar su casa, por lo que puede quedarse por varias horas sin mayor problema. Esa práctica se replica en la capilla, donde los lugareños juntaron los materiales, pusieron un altar y conservaron así el espacio.

Muy cerca de la vivienda de este hombre, en la antigua Cinchona, está una lechería, donde los trabajadores pasan una buena parte del día con labores propias del lugar, al tiempo que a lo lejos se ven algunos rótulos de “Se vende”.

“La idea es mantener lo que quedó como un recuerdo para las nuevas generaciones. Yo tengo aquí árboles de Cinchona”, afirmó este adulto mayor.

Concentración de personas sin visto bueno

Además de irse a despejar, Rodríguez y sus tres hermanos tienen en mente sacarle provecho turístico a las propiedades que tienen en Cinchona, pero la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) aclaró que esto no es permitido porque conlleva una aglomeración.

“Los propietarios nunca dejaron de ser dueños de sus terrenos, entonces es viable que tengan una lechería pequeña y que permanezcan un rato para relajarse, lo que no es permitido es un proyecto turístico, ya que implica la aglomeración o concentración de personas y eso no es permitido”, aseveró la institución.

Según registros, cerca de Cinchona se registraron en el pasado movimientos telúricos fuertes en la zona. Por ejemplo, en 1888 hubo un terremoto por Fraijanes, distrito de Sabanilla, y este produjo el deslizamiento que creó la laguna del mismo nombre. Además, hubo otro movimiento de ese tipo en Sarchí, en 1912, pero esas fallas no se vuelven a mover por más de 100 años y eso dificulta monitorearlas.