Coleccionista de meteoritos dijo que Costa Rica es la ‘piedra’ más linda que ha encontrado y se vendrá a vivir acá

A muchos vecinos de La Palmera y Aguas Zarcas les cambió la vida desde abril del 2019, cuando un bólido del espacio se precipitó en la zona

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“Michael Farmer ya decidió vivir aquí. Compró una propiedad. Me dijo que le gustó tanto Costa Rica y es tan feliz aquí, que ahora no quiere saber más de meteoritos. Espera instalarse pronto y pasar el resto de su vida en San Carlos”, así explicó Ruddy Valerio, comerciante, la decisión de su amigo Farmer, quien es uno de los coleccionistas de Estados Unidos que compró trozos del Meteorito Aguas Zarcas, recuperado hace más de tres años.

Desde que conoció nuestro país, a raíz de la caída del meteorito, Farmer le dijo a su amigo que perseguir meteoritos quedó en el pasado. “Tiene una historia muy bonita y dice que la piedra más linda que ha encontrado es Costa Rica. Que no ha visto un lugar más hermoso y por eso compró dos hectáreas cerca de aquí”, explicó Valerio.

Añadió que desde hace un año Farmer está construyendo una casa en la zona y cuando viene de Estados Unidos a ver cómo van las obras, suele visitar a los amigos que dejó en Aguas Zarcas y La Palmera, pues a mucha gente le compró trozos de aquel añoso cuerpo extraterrestre, del cual donó una parte a la Universidad Estatal de Arizona, EE. UU.

Valerio, de 53 años, afirma que mucha gente de La Palmera y Aguas Zarcas salió de deudas gracias a la venta de los pedazos del meteorito que encontraron durante las búsquedas, las cuales duraron semanas y hasta meses. Como los primeros días no llovió en la zona, muchos lugareños aprovecharon para escudriñar en medio de propiedades, calles, techos, aceras e incluso en la rivera de los ríos,.

Varios coleccionistas y conocedores de esta clase de acontecimientos astronómicos llegaron a la zona, pues los medios de comunicación nacionales e internacionales daban cuenta de lo ocurrido.

Unos de los favorecidos compraron carros y motos, mientras que el mismo Ruddy, salió de deudas y abrió un negocio en aquel olvidado pueblo de la zona norte, que encontró un foco de desarrollo inusitado cuando, literalmente, un regalo les cayó del cielo.

“Gracias a Dios con la venta que le hice a un extranjero, que ni sé hacia adónde se fue, pude pagar jaranas y cuentas. Eso me permitió abrir el restaurante, que justamente se llama El Meteorito”, dijo este vecino del asentamiento La Cocaleca en La Palmera.

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Seis meses después de que cayó ese bólido a tierra, Valerio abrió el restaurante donde el principal platillo es la tilapia fresca, que ellos mismos mantienen en estanques.

Como la pandemia los sorprendió unos cinco meses después de abierto el local, tuvo la idea de levantar ranchitos separados, para que las familias pudieran llegar y estar aparte, en burbujas. Cada uno de los cinco ranchos de madera los levantó en el mismo lugar donde encontró piedras del meteorito (todavía le faltan dos), de modo que cuando las familias llegan, les cuenta la historia. Los visitantes disfrutan oyendo cómo ocurrió todo y viendo las fotos y hasta videos que Valerio conserva de aquellos días.

Doña Rosibel Obando, esposa de Ruddy, le ayuda en el restaurante. Ella pudo desarrollar un mariposario con plantas hospederas de diferentes clases. Las flores que surgen de esas plantas también atraen a los colibríes, de modo que los parajes naturales son otro atractivo del rústico restaurante donde esperan conservar la memoria del evento cósmico que les cambió la vida.

Los clientes llegan de una vez a la pared a ver fotos y a leer la historia. Comentan y se emocionan por el hecho de que ahí cayeron rocas de más de 4.000 millones de años. “Es algo que se vive solo una vez en la vida y es una adrenalina muy linda, incluso se toman fotos conmigo, porque dicen que soy parte de la historia”, dijo sonriendo el comerciante.

Antes de que eso sucediera, don Ruddy afirma que pasaba muchas vicisitudes para sacar adelante a su esposa y ayudar a sus tres hijos. Incluso, como él es oriundo de Golfito, solía irse para ese puerto del pacífico sur, donde vendía ceviche en el depósito comercial, porque no tenía trabajo.

Dice que una vez llegó una señora que sollozaba al observar las fotos. Cuando le preguntaron la causa, ella contó que junto con su esposo estuvieron a punto de irse como “mojados” o migrantes ilegales a Estados Unidos, pues ya iban perder hasta su casa, por la difícil situación económica. Cuando cayó el meteorito, el esposo de ella se trasladó a la zona a buscar trozos. “A los cinco días encontró un fragmento valorado en ¢5 millones. Con eso pudieron rehacer su vida aquí” relató la clienta a don Ruddy,

Como al caer de una góndola

A Valerio le quedó grabado el sonido de lo que pasó la noche del 29 de abril del 2019. Estaba sentado en una silla en las afueras de su casa cuando oyó unas piedras. “Yo escuché como cuando se levanta la góndola de una vagoneta y empiezan a care piedras. Iban de un poquito a mucho y luego otra vez se oían poquitas. Eso duró como 30 segundos”, explicó.

Lo que le extrañó fue que a esa hora anduviera una vagoneta acarreando piedras. Fue hasta el otro día, cuando salió de la casa a caminar y vio a unos vecinos buscando cosas a la orilla de la calle. Ahí fue donde le dijeron que había caído un meteorito y cayó en la cuenta de lo que había escuchado.

Un vecino, al que le dicen Buki, le regaló una piedrita de dos gramos para que la guardara de recuerdo y pudiera buscar otras similares.

Al volver a la casa, Valerio le contó a su esposa lo ocurrido y junto con una hermana de él comenzaron a buscar y a encontrar pedacitos pequeños a la orilla de la calle.

A los pocos días empezaron a llegar extranjeros. Uno de ellos se estableció cerca de la casa de Ruddy. A todos los vecinos que pasaban les preguntaba si tenían meteoritos y pagaba a $6 el gramo. Fue así como comenzaron a llegar algunos vecinos con piedras de 500 gramos y hasta de un kilo. Hubo gente que salía con ¢2 millones y hasta con ¢5 millones.

“Un señor que tenía un cocal y llegó con un coco en el que quedó incrustada una piedra de meteorito. La llevó con todo y coco, para no perder ningún fragmento, ahí tengo las fotos”, rememoró.

Hasta cinco días después de andar buscando, don Ruddy recapacitó de que, por andar en las calles, no había revisado si en su propiedad habían fragmentos. Fue así como halló en los alrededores varias partes, siete de ellas muy cerca de la casa. “Mi esposa y yo nos reíamos al ver que yo había salido a buscar tan lejos y no me daba cuenta de que aquí mismo habían caído”, dijo.

Cuando llegó la pandemia, se cerraron las fronteras y los compradores no volvieron. Algunos no quisieron volver a buscar porque ya no habia compradores. Luego los charrales crecieron, las lluvias lavaron los campos y la gente desistió de buscar más. Ruddy dice que de vez en cuando alguien le cuenta que todavía alguna gente que trabaja chapeando halla alguna piedra, pero muy poco.