Caos en retén policial afectó salida de vecinos

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Turrialba. El caos reinó en el manejo de la emergencia provocada por la erupción de ayer del volcán Turrialba, debido a un retén de Fuerza Pública que impidió la salida de personas y ganado de esa zona durante horas de la tarde y parte de la noche.

Tampoco podían entrar los finqueros y vecinos que iban hacia sus propiedades, ubicadas más allá del cierre, que se instaló a un kilómetro de la comunidad de la Pastora y a unos 17 kilómetros del cráter del volcán.

Adriana González y su novio Eduardo Pereira, vecinos de Santa Cruz, colaboraron haciendo fletes para sacar reses de las fincas; sin embargo, la Policía no los dejó subir de regreso.

La confusión fue tal que ni siquiera se le permitió el paso a un vehículo de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), en el que viajaba el vulcanólogo Gino González, de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Carlos Jiménez Peña, subjefe de Fuerza Pública de Turrialba, explicó que el objetivo del retén era evitar posibles filtraciones de personas no autorizadas, quienes, por curiosidad, intentaran acercarse al coloso.

Mientras la ceniza que lanzaba el volcán caía sobre casas, autos y personas en el Valle Central, en los alrededores del Turrialba dominaban la neblina y la lluvia.

Los vientos que corren hacia el oeste se la llevaban, pero en el pulso de los habitantes era evidente la tensión con cada uno de los retumbos que acompañaban las erupciones de ayer.

Molestia. Sol García, de 32 años, trataba, a las 5 p. m., de llegar a su casa con sus cuatro hijos, de entre uno y 11 años de edad. Tuvo que esperar unas dos horas hasta que el nudo en la organización se desató y se permitió el paso.

Rolando Pacheco, otro vecino y miembro del comité local de emergencias, se quejó de que la Fuerza Pública no coordinara mejor la entrada y salida.

También se enojaron finqueros como José Ángel Coto, quien exigía a los oficiales que lo dejaran pasar con sus animales.

“Tengo que sacar a este ganado de aquí. Cómo no me van a dejar si es mi ganado”, exclamó desde el volante de su camión, cargado con una decena de reses.