Ana Cambronero encontró en las misiones su camino tras perder a su familia en terremoto de Cinchona

Después de la tragedia, esta mujer se convirtió en líder comunal y, aunque intentó separarse por un tiempo de esta labor, rápidamente se volvió pieza fundamental para la escuela Ujarrás, ubicada a 500 metros del centro de Nueva Cinchona

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Nueva Cinchona. “Tengo una vida antes y una después del 8 de enero del 2009. Antes, era mamá y ama de casa, totalmente dedicada a una familia. Después se vinieron dos años fuertes, duros, de duelo, pero en medio de todo se dio la construcción de Nueva Cinchona. Siempre pienso que son dos líneas paralelas que yo llevé en mi vida: ser el punto clave entre el Gobierno y la comunidad, y mi recuperación; esas dos líneas nunca se juntan”.

Ana Isabel Cambronero González perdió a su esposo, Francisco Martín Zamora Valerio, y a sus tres hijos, Francela, Daniela y Jeffrie, en el terremoto de Cinchona. Aquel jueves, ella había tomado un bus hacia San José, sin imaginar que al regresar recibiría una noticia que le cambió la vida y que, a la vez, la hizo ver cada día con una perspectiva distinta, desde la resiliencia, la fortaleza y la paz.

Tender una mano, primero a sus vecinos y en la actualidad a las personas que lo necesitan, entre ellos los niños de la escuela Ujarrás y quienes participan en las actividades de la congregación católica Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad, ha sido clave para esta mujer de 55 años años, quien en la refrigeradora de su casa tiene, por pedido de una sobrina, una foto en la que se observa a sus parientes.

Ella cree que parte del propósito que Dios tenía para su vida era ayudar y dar testimonio de lo que vivió en el 2009, con el objetivo de apoyar a otros. “Dios siempre lo prepara uno, aunque uno ni cuenta se da, pero siento que desde antes de nacer Él me fue preparando poco a poco durante ciertas etapas de mi vida”.

Una de sus referencias, al saber que su familia había muerto, fue Job, cuyo relato en el Antiguo Testamento narra que fue sometido a duras pruebas que confirmaron su fidelidad e integridad ante Dios.

“En el momento en que mi hermana me dio la noticia, yo pensé que si Job había podido, yo lo podía hacer, y entonces fue cuando decidí salir adelante”, cuenta.

Doña Ana afirma que, en medio de su dolor, logró sentirse en paz, y con la construcción de Nueva Cinchona, poco a poco se fue reconstruyendo internamente a sí misma.

Luego de siete años inmersa en el liderazgo comunal, decidió que era hora de hacerse a un lado y darles espacio a otras personas, aunque tiempo después se convirtió en presidenta de la Junta de Educación del centro educativo de Ujarrás.

Punto clave

Esta mujer, de contextura delgada y cabello blanco, revela que un punto clave en su proceso de duelo fue cuando descubrió que estaba resentida con su esposo e hijos porque la dejaron sola. Asegura que cuando llegó a ese punto sintió que había cortado un hilo, “y ese dolor desapareció”.

“En mí ya no hay dolor por la partida de ellos, los llevo siempre en mi corazón. Uno como madre y esposa jamás los olvida, todos los días ellos están presentes en mi vida y esa conexión fluida espiritualmente que nosotros tenemos hace que me sienta muy acompañada por ellos, al punto que si tengo alguna necesidad o alguna cosa, les hablo.

“Ellos siempre están muy presentes en mi vida y creo que esa es una de las cosas que a mí me ayuda a seguir adelante”, explica en la sala de su acogedora casa en Nueva Cinchona.

Agrega que cada vez que piensa en ellos le da tranquilidad y seguridad saber dónde están, ya que eso le ayuda a seguir adelante.

La misión

Cambronero conoció a los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad en el 2010 y ahí se ha ido formando como misionera.

“Estoy dedicada de lleno a la misión, y parte de esa misión es también seguirme cuidando, seguirme amando y seguir adelante porque creo que, a pesar de todo lo que pasó, yo sé que mi familia está bien y tengo que continuar bien para algún día poder encontrarme con ellos”, dice.

Durante la pandemia, Cambronero se ha formado como guía espiritual y sus responsabilidades dentro de la congregación aumentaron. En octubre tiene programado un viaje a México para la Asamblea General del grupo y, además, espera en algún tiempo irse a Honduras por cinco años para ayudar a la organización en ese país centroamericano.

Parte de su labor en la congregación es dar testimonio e, incluso, lo que vivió es el tema central de un retiro. “Mi duelo fue sanando; entonces, puedo revivir ese momento de mi vida (el del terremoto) sin quebrantarme. Siempre le digo a Dios que hable Él, porque sencillamente soy Ana y me pasó lo que me pasó”, agrega.

Viaje a último momento

El jueves 8 de enero del 2009, doña Ana no tenía previsto salir de Cinchona, donde se había instalado con su familia un año y cinco meses antes en busca de una vida más tranquila para don Francisco, quien, luego de muchos años de ser conductor de autobús, encontró en la zona una soda que podía alquilar.

Al momento del terremoto de 6,2 grados, el hombre y sus tres hijos estaban en la soda La Estrella, mientras que doña Ana estaba en San Rafael Arriba de Desamparados, ya que había decidido visitar a una familia amiga.

“El movimiento sí se sintió muy fuerte, pero yo no me entero en ese momento de lo que había pasado, no recuerdo que mencionaran algo de Cinchona, pero pienso que Dios tiene siempre planeado todo, el día y la hora”, relata.

Trece años después de esta tragedia, que cobró la vida de 27 personas en total, dejó al menos cinco desaparecidos y causó daños por más de ¢280.000 millones tanto en esa zona como en otros sectores del país, doña Ana divide su tiempo en diversas actividades. Una de ellas es coser y tejer, así como enseñar a su sobrina a hacerlo.

“En mi segunda etapa de vida deje de planificar. Mientras fui mamá y esposa planificaba mi día porque trabajaba para una escuela, también, pero después de lo sucedido pensé en seguir viviendo igual y ya las cosas no resultaban, entonces un día lo dejé a la libre y vivo día a día”, dice doña Ana, en cuyos planes nunca ha estado formar una nueva familia, luego de una tragedia que para ella fue una bendición.

Del archivo:

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