Sobreviviente de tragedia en bus: 'Un ángel me dijo que me iba a sacar'

El 20 de octubre del 2016, un autobús en el que viajaban pensionados de la UNA cayó a un guindo de 27 metros

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“Cuando pasó el accidente se me apareció un ángel y me dijo que me iba a sacar de la tragedia. Fue algo divino, me llevó hacia arriba y de repente me puso donde estaban los cuerpos de los otros compañeros, ahí se me desapareció (...). Ese ángel siempre va conmigo a todas partes”.

Así es como recuerda Patricia Vindas González, de 60 años, el accidente del autobús en el que ella viajaba junto a 28 compañeros pensionados de la Universidad Nacional (UNA).

En el percance, que ocurrió en 20 de octubre del 2016 en Cariblanco de Alajuela, murieron 15 personas, entre ellas el conductor de la unidad, y otras 15 sobrevivieron.

Vindas contó que el día de la tragedia ella se encomendó a Dios y le pidió por sus dos hijos, luego de que el chofer dijera a los pasajeros que se había quedado sin frenos.

“Estuve muy mal, fui la primera persona que sacaron en helicóptero, me dieron tres infartos y le dijeron a mi familia que si de esa no salía (del tercer infarto), ya no había nada que hacer. Yo quería otra oportunidad y Dios me la dio, mi familia sufrió mucho”, narró.

Doña Patricia laboró en la UNA como asistente administrativa de la Facultad de Ciencias Sociales y asegura que la situación, aunque ha sido difícil, permitió que el grupo de sobrevivientes y su familia se unieran más.

“Toda mi familia ha estado conmigo en diferentes ocasiones, me llevan al Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare), al Hospital México y me acompañan en las terapias (...). En el grupo nos ha unido mucho la natación y los ejercicios al aire libre”, afirmó la mujer, quien cree que la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) ha sido baluarte para todos los afectados durante los últimos 12 meses.

Un año después, algunas lesiones físicas siguen sin sanar por completo, mientras que las secuelas emocionales todavía están recientes.

Vindas, por ejemplo, tiene problemas en la memoria corta, por lo que olvida el día de la semana en el que está y también las horas.

“Quedé con la memoria corta mal, pero los tres doctores que me ven dicen que yo estoy muy bien en comparación con la tragedia que viví y que me voy recuperando muy bien. No voy a ser la misma Patricia que fui, por todo lo que interna y externamente me pasó”, explicó Vindas el viernes pasado, luego de un homenaje realizado por la UNA a las víctimas mortales y los sobrevivientes del hecho.

De vuelta a los paseos

Vindas reconoce que retomar los paseos como grupo es uno de los pasos más difíciles que ha dado, debido a los temores que existen luego del accidente vial.

“Al principio no quería participar en los paseos que hacemos, pero me dije que si Dios me dio la oportunidad de vivir, tenía que salir adelante”, manifestó.

Hace algunas semanas, ella fue junto con otros compañeros pensionados a Turrialba, donde hubo bailes, alimentación y otras actividades.

Doña Patricia lamenta que ese 20 de octubre el conductor no se detuviera para evitar la tragedia, pero cree que todo tiene un propósito de vida.

“El chofer, que Dios lo tenga en la gloria, hizo una negligencia grande. Siento que no sabía manejar ese bus y si él hubiera parado como nosotros le dijimos, no hubiera pasado eso, pero bueno Dios lo tiene en la gloria”, dijo Vindas.

En febrero de este año, la abogada Gaudy Mora Retana, representante legal del dueño del bus, Nieves Corrales Pérez, precisió que Alexánder Mora Vargas, quien ese día conducía la unidad “era un conductor de muchísimos años” y que “su oficio lo desarrollaba de la mejor manera”.

Los hechos

El día del percance, un grupo de pensionados de la Universidad Nacional (UNA) salió hacia a la Reserva Indígena Maleku, ubicada en Guatuso de Alajuela, donde pretendían realizar trabajo social.

Sin embargo, a las 9 a. m. el viaje se detuvo trágicamente, luego de que el autobús placa SJB-12503, marca Mercedes Benz, modelo 1999 y con capacidad para 46 personas, se saliera de la vía y cayera a un guindo de 27 metros en Cariblanco de Alajuela.

El accidente se presentó en un descenso y, tras dar varias vueltas quedó en la entrada a la planta hidroeléctrica El Ángel, en Cariblanco de Alajuela.

En el lugar murieron 11 personas, mientras que las cuatro víctimas restantes fallecieron en los hospitales San Carlos, San Vicente de Paúl, en Heredia, y México, donde se presentaron dos decesos.

Los heridos, por su parte, se recuperaron con el paso del tiempo, aunque algunos actualmente reciben terapias para el tratamiento de sus lesiones.

El Instituto Nacional de Seguros (INS) informó de que después del accidente en el Hospital de Trauma se atendieron 12 personas, de las que actualmente cuatro siguen con supervisión médica.

“Se abrieron 32 casos ante el INS, todos cubiertos por la póliza del Seguro Obligatorio Automotor del autobús, que cuenta con una cobertura por persona de hasta ¢6 millones. Diez casos se reportaron como fallecidos, cinco abrieron caso en el INS para pago de facturas a la CCSS, pero no se presentaron a recibir atención médica y, en cinco casos se trasladó directamente a la CCSS los ¢6 millones por cada una de las pacientes”, detalló Róger Arias, jefe de la Dirección de Servicios Auxiliares y Salud del INS.

Caso archivado

Casi dos meses después del percance, en diciembre del 2016, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) entregó a la Fiscalía Adjunta de Alajuela el informe elaborado con las pesquisas de Ingeniería Forense. El documento afirma que hubo “negligencia” del conductor.

El escrito dice que “al chofer le estaba costando meter las marchas y, por el tipo de terreno que transitaba, le era necesario utilizar mucho el freno de pedal, ya que el freno de motor no le estaba siendo posible. Aún así, el conductor continuó el trayecto”.

Añade que luego fue imposible que al bus le entraran las marchas y “al encontrarse en una pendiente pronunciada, la velocidad incrementó considerablemente y ya los frenos no le respondieron.

“Aunque el conductor intentó detener el bus, dirigiéndolo contra el paredón, por alguna razón, el bus fue dirigido nuevamente hacia la carretera, punto en el que se encontraba una vuelta hacia la izquierda, la cual no logró tomar, provocándose el fatal resultado. Ante esa dinámica, a la que se suma que la carretera tiene la señalización debida, se está frente a una negligencia del conductor”.

Además, al vehículo de servicio público no se encontraron desperfectos mecánicos.

A partir del informe, la Fiscalía de Alajuela solicitó, el 20 de diciembre del 2016, que el proceso que se seguía bajo el expediente 16-005955-0059-PE, se cerrara por la extinción de la acción penal, debido a la muerte del chofer del bus, Alexánder Mora Vargas, de 42 años.

La solicitud fue aceptada por el Juzgado Penal de Alajuela, la cual archivó el caso en enero del 2017.

Sin montarse en bus para traslados

Calixto Muñoz Alfaro, otro de los supervivientes al fatal accidente en Cariblanco de Alajuela, asegura que de momento no se montará en un bus, debido al temor que eso significa para él.

“En lo personal, no estoy preparado para subirme a un bus. Una vez, después de la recuperación, me subí a uno de pasajeros, de barrio Mercedes a Heredia centro, fueron 15 minutos y en la noche estaba con pesadillas de que iba manejando el bus que caía al precipicio”, explicó Muñoz.

Este hombre de 72 años contó que su experiencia profesional como sicólogo le permitió recuperarse poco a poco, aunado al apoyo de sus familiares y compañeros de grupo.

“Cuando regresé del hospital y me vi en la cama con un cuello ortopédico viendo para el techo pensé en que no podía mantenerme así toda la vida, entonces contraté una muchacha para que me ayudara y lo hizo. La parte emocional la trabajé con música y con eso trataba de cortar el nexo con el accidente, fue una forma acertada de hacerlo, por lo que con esfuerzo personal y ayuda de personas capacitadas fui superando el hecho”, detalló don Calixto.

Asegura que la integración de los 15 sobrevivientes a un grupo de trabajo para terapias y ejercicios en la Universidad Nacional (UNA) le permitió ganar confianza y comenzar con actividades de mucha movilidad, coordinadas con el Movimiento para la Vida.

“Eso me llegó a dar un sello final, perdí el miedo, tomé confianza, gané seguridad. Hacía las cosas sin preocuparme y cuando terminaba la sesión no me había dado cuenta de todo lo que había hecho sin temor. Comencé a desarrollar confianza”, precisa Muñoz.

Este sicólogo todavía arrastra algunas secuelas de sus lesiones, en el brazo derecho, por ejemplo, tiene movilidad limitada y su espalda todavía traquea, sin que él sepa el motivo exacto.

El día del accidente Calixto iba en el cuarto asiento al lado del pasillo, por lo que luego de ver lo que estaba pasando acató a agarrarse del respaldar delantero, se puso en posición fetal y se preparó para lo que venía.

“Iba viendo todo, me puse como en los aviones, vi al bus caer y que los compañeros pasaban encima mío, quedé inconsciente, luego me desperté, estaba vivo, sentí un polvazal y pensé que me iba a morir por el polvo y la suciedad, me tiré, no sé como, pero tenía que salvarme. Corrí 20 metros y caí en un barrial, los vecinos me auxiliaron”, precisó.

Muñoz cuenta que el grupo permanece unido, que se dan apoyo, se abrigan y a veces hasta lloran juntos. Reconoce que ese apoyo es importante para salir adelante.

Superviviente: ‘Tienen que movernos las ramas para ver las cosas y disfrutarlas más’

Leda Ramírez Avendaño, otra de las sobrevivientes al accidente, mencionó que luego de cumplir con las citas y terapias se afianzó más a su familia y también a sus compañeros.

Considera que las reuniones constantes fortalecen el cariño entre todos y les permite llenarse de positivismo. Sin embargo, admite que de momento paseos largos o que conlleven pasar por Cinchona no son parte de sus planes, porque cree que debe ir poco a poco.

“Hay un antes y un después, trato de salir adelante, de encontrarle la parte bonita a la vida. Dios todo lo tiene resuelto”, expresó.

La mujer de 66 años cuenta que casi todos los días asiste al centro recreativo de la Universidad Nacional (UNA) a nadar, aunque todavía tiene secuelas en un brazo y sus piernas.

Agrega que disfrutar con su familia se volvió más importante y que evita quedarse en casa.

“Somos una familia bastante unida, pero ahora uno saborea el azúcar, el chile, la lechuga, todo lo siente con mucho más sabor, se disfruta más. Lamentablemente tienen que movernos las ramas para ver las cosas y disfrutarlas más”, sentencia.

Doña Leda asegura que los abrazos le llenan el corazón, porque para ella es una expresión máxima de cariño.

Apoyo fundamental

Edwin Espinoza Araya, de 57 años, todavía tiene dolencias en su brazo derecho, que se vio afectado luego del accidente en Cariblanco de Alajuela.

Sabe que la recuperación debe continuar y reconoce que el estar pensionado le permite llevar su propio ritmo y no hacer actividades que le perjudiquen.

Además, considera que durante los últimos 12 meses, el apoyo de su familia y amigos ha sido fundamental, porque le permite fortalecerse y olvidar lo sucedido.

“Los accidentados hemos estado en terapias, la Universidad Nacional (UNA) nos ha dado mucho respaldo. Además, el grupo de la Asociación de Funcionarios Universitarios Pensionados (AFUP) de la filial de Heredia nos reunimos una vez al mes y eso es gratificante porque nos unimos más, al igual que en la familia”, recalcó Espinoza.

Este vecino de Los Ángeles de San Rafael de Heredia considera que reírse de bromas le ayuda bastante, así como también los ejercicios al aire libre y en la piscina.

Actualmente tiene una cita pendiente en el Hospital de Trauma, pero espera que pronto le den de alta.

“Me quebré el radio de la mano derecha y me lesioné el hombro, entonces a veces duele si se mueve mucho para atrás, pero uno lo va llevando poco a poco”, puntualizó.