Cabuya: Una playa, una isla, un cementerio

Imagine llegar a una playa que cuando baja la marea se abre casi de par en par, al punto de que se puede cruzar a pie hasta la isla del pueblo.

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No quiero que suene siniestro. Quizás preferiría que se perciba como curioso, peculiar o único. Porque al final Cabuya ofrece un atractivo distinto.

Imagine llegar a una playa que cuando baja la marea se abre casi de par en par, al punto de que se puede cruzar a pie desde la costa, hasta la isla del pueblo.

Con el agua por arriba de las rodillas, se camina al otro lado. Calculo 400 metros para tocar la arena de la isla.

No miento cuando digo que en marea baja, los lugareños cruzan en moto por donde solo hace unos minutos había agua.

Si ya de por si el fenómeno que presenta Cabuya es inusual, ahora imagine el contexto: En la isla que está al frente de la pequeña playa hay un cementerio.

En ese lugar desolado y al que solo se puede llegar en lancha, o cuando baja la marea, los lugareños hacen el ritual de despedir a sus seres queridos. El último adiós en medio del mar, con el sonido apenas perceptible de las olas.

Quizás, nunca se han puesto a pensar lo irreal que es para un turista común y corriente estar frente a este lugar, en el que solo flotan algunos botes. Fue por un pescador que me enteré de que si me metía al mar y seguía caminando no me iba a hundir.

Al otro lado del mar, en el cementerio, hay decenas de tumbas, algunas con historias que pocos imaginan, como una pareja que se ahogó en una playa cercana, por ejemplo.

Con el tiempo, los lugareños han entendido que cruzar a la isla es una atracción adicional para una zona opacada por los dos lugares que la rodean: Montezuma y Cabo Blanco.

Montezuma, con el entorno ‘rasta’, la catarata y decenas de hoteles que pasan ‘full’ la mayoría del tiempo.

Y el Parque Nacional Cabo Blanco, inmenso y verde, con una playa que parece de película. Lo habitual es que los lugareños de Cabuya capten a los turistas interesados en viajar a estos dos destinos.

Es difícil de imaginar que la isla y el cementerio se pudieran convertir en otro punto de interés.

¡Y lo es! Es decir, visité Montezuma y Cabo Blanco, pero cuando me dijeron que podía cruzar en medio del mar y llegar a una isla con un cementerio cambié mis planes y salí en busca de este lugar desolado.

Se llama Cabuya. Si lo cautiva lo curioso, puede que no olvide este nombre.

La fotografía de la imagen principal es cortesía de Henry Rodríguez.