La técnica del borrón y cuenta nueva

La programación neurolingüística (PNL) propone que, así como nuestro cerebro aprende, de la misma forma puede desaprender.

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El escepticismo lo dominaba; la idea no le sonaba nada convincente, pero, a la vez, un poco de curiosidad iba ganando terreno. Finalmente, Juan Carlos aceptó y, por recomendación de un buen amigo, decidió acudir a una cita de diagnóstico de programación neurolingüística. Le dijeron que, si quería lograr resultados, tenía que tener claro algo: él sería responsable de un 50 % del éxito del tratamiento, y eso se resumía en perseverancia y confianza en el proceso.

Durante tres meses asistió a una sesión semanal, donde trataron un problema a la vez: la inseguridad, el pánico, la ira, el déficit para el estudio y la capacidad de memoria a corto y largo plazo.

Este interno de medicina apellidado Zúñiga, de 26 años de edad, asegura que luego de la terapia logró disminuir su consumo de ritalina de tres pastillas diarias a una o, muchas veces, a ninguna. Además –dice– dejó de tener un carácter explosivo; ahora duerme mejor y está sorprendido por su capacidad para retener la información de los pacientes que atiende en el hospital. “Entré siendo alguien que no creía en nada y ahora soy una persona diferente”, comenta.

El caso de Juan Carlos calza bien para entender la amplitud del abanico de tópicos que pueden ser atendidos por medio de la programación neurolingüística, según aducen sus promotores.

Costa Rica no es la excepción en relación al estatus en boga del que goza esta práctica desde hace varios años. En el país, actualmente, hay entre 500 y 600 programadores certificados inscritos en la Asociación Costarricense de Profesionales en Programación Neurolingüística. Según cálculos de Javier Badilla, presidente de esta agrupación, en unos tres años esta cifra podría saltar a las 4.000 o 5.000 personas.

El atractivo por esta filosofía tiene relación con su fácil aplicación y con los testimonios de éxito de quienes han recibido terapia. Vale recalcar que nunca busca venderse como sustituta de la atención psicológica, psiquiátrica, psicoterapéutica o del psicoanálisis, sino que se cataloga, usualmente, dentro de la neurociencia, aunque también hay quienes la definen como una “tecnología ecléctica”.

Su nombre hace referencia a la conexión existente entre procesos neurológicos (neuro), el lenguaje (lingüística) y, a su vez, los patrones de comportamiento que, como seres humanos, hemos aprendido (programación).

Experiencias mentales

Esa sensación de que lo que nos define es nuestra “estructura aprendida” quiere decir que el cúmulo de experiencias por las que pasamos a lo largo de nuestra vida nos van modelando. Desde la perspectiva de la PNL, los cerebros humanos son iguales, pero lo que hace único a cada uno es el software de lo que hemos aprendido, el cual determina cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con las otras personas y en el entorno en que vivimos.

¿Somos capaces de cambiar la programación o el lenguaje para cambiar nuestra realidad?

Desde la PNL la respuesta a esta pregunta es positiva. En este caso, la terapia ayuda a corregir percepciones distorsionadas y limitadas que la persona tiene sobre ella misma y acerca del entorno. Habiendo resuelto esto, el individuo podrá alcanzar sus objetivos con mayor facilidad.

¿Y cuáles son esos objetivos? Veamos un ejemplo. En su página web, Gloriana Mora, entrenadora costarricense en PNL aprobada en Estados Unidos, asegura que, dando acompañamiento con este modelo de comunicación, ella ha ayudado a personas a desarrollar autoestima, tener mejor dominio y amor propio, aliviar duelos, quitar fobias y empoderarse, entre otras.

Otros especialistas también ofrecen el servicio para eliminación de fobias, resolución de conflictos, consecución de objetivos profesionales y personales, aumento en la capacidad de estudio y concentración, mejora de trastornos del aprendizaje, drogodependencia, desempeño deportivo y corrección de tics.

Gloriana se convenció sobre los beneficios de la PNL en una charla de dos horas de una programadora estadounidense. Poco después renunció a su trabajo y se dedicó a capacitarse. Actualmente está certificada por la Sociedad de Programación Neurolingüística, dirigida por Richard Bandler, uno de los dos creadores de la PNL y de quien fue alumna.

En palabras de Bandler, según un texto publicado por su instituto: “la PNL se presenta como una oportunidad no solo para comunicarnos mejor con otros, sino también para aprender cómo ganar mejor control sobre lo que creemos; son funciones automáticas de nuestra neurología”.

La especialista afirma que la eficacia de los “procesos de transformación” que se dan se evidencian con la técnica que permite recrear situaciones limitantes que se buscan cambiar y, una vez ya tratados, se experimenta una nueva respuesta. Durante sus seis años como programadora dice que no ha visto un solo caso de personas que deban volver a terapia por una circunstancia previamente trabajada.

En relación con la comunicación, este modelo de progreso personal hace un énfasis importante en el lenguaje verbal y el no verbal. Sobre el uso de la palabra, la misma programadora dice: “Nuestras palabras son las grandes programadoras; sabemos que somos inteligentes porque nos han dicho esa palabra; sabemos que somos altos o bajos por medio de las palabras... Todo lo que sabemos lo podemos reconocer por medio de palabras”.

Algunas de las técnicas más usuales:

  • El patrón de visualización: Es la visualización mental de una situación o persona. Se manipula esa imagen mentalmente tras una serie de instrucciones que brinda un programador y se pretende que con la modelación de la imagen mental se modifique la percepción previa. Una vez modificada la idea, se puede dejar de lado una percepción traumática de una persona, un evento o un duelo.
  • El modelado: Se centra en identificar ciertas “estrategias internas” para que una persona emule a otra y pueda aprender sus técnicas para utilizarlas en función del éxito. Una de las máximas de PNL es: “Si alguien es capaz de hacerlo, cualquiera puede aprender a hacerlo”.
  • El anclaje: Es la asociación automática que existe entre un estímulo (como pellizcarse o chasquear los dedos) y el pensamiento de una imagen cuando se está relajado profundamente. Esto se asocia con una respuesta emocional, como una fobia. Cuando lo necesitara, la persona se toca la parte del cuerpo y recrea una imagen para tranquilizarse. El éxito se consigue con la repetición.
  • El rapport : Se basa en que, cuando se sintoniza un lenguaje no verbal con el de un interlocutor, por medio de la respiración, el mismo tono de voz, cambios en el lenguaje no verbal o en movimientos, la otra persona también cambiará su forma de respirar, su tono de voz y demás características.

¿De dónde viene la idea de la PNL?

Fue en los años setenta en California, Estados Unidos, que un lingüista (John Grinder) y a un estudiante de Psicología (Richard Bandler) combinaron sus intereses y sus preguntas existenciales mientras desarrollaban, en conjunto, sesiones de terapia grupal donde el lenguaje se convertía en agente de cambio. Juntos se dedicaron a analizar a varios terapeutas de gran reputación, con la intención de crear un modelo práctico de terapia que tomara en cuenta patrones replicables. Su modelo de estudio se enfocaba en qué hacía exitosas a las personas o las llevaba a generar buenos resultados. Con lo que observaron, formularon los preceptos e hipótesis de lo que luego se convertiría en la PNL.

Si bien Bandler y Grinder no trabajan juntos desde hace décadas, la semilla que plantaron 50 años atrás, derivó en una “escuela” que se ha expandido a lo largo y ancho del globo terráqueo.

En la página de National Board of Professional and Ethics Standards dice: “La programación neurolingüística puede incidir en todos los aspectos de tu vida, mejorando tu relación con las personas que amás, aprendiendo a enseñar de manera efectiva, obteniendo un fuerte sentido de la autoestima, la motivación y un mejor entendimiento de la comunicación”.

Es precisamente esa versatilidad con la que se vende la PNL lo que le ha ganado detractores que inclusive la califican como una “pseudociencia”. El psicólogo polaco Tomasz Witkowski es un activista que asegura haber estudiando la PNL durante 35 años. Tras el análisis de 63 estudios, en el 2010 publicó sus hallazgos sobre esta práctica en el Boletín Polaco Psicológico. Criticó que la disciplina pretenda resolver “todo” y hable de forma genérica de la conducta humana; además, asegura que los sistemas de representación sensorial no están validados con evidencia, pues no pueden ser procesables de forma estadística.

Otros detractores dicen que la PNL se defiende con una explicación simplista, que está basada en creencias equivocadas y modelos de funcionamiento cerebral ya obsoletos.

La popularidad de la práctica nunca ha mermado en el ámbito global. Sus creadores y muchos pupilos han escrito amplios textos sobre las técnicas, compartiendo casos de éxito de sus clientes. Incluso su aplicación ha tenido lugar en escuelas públicas en varios países y en las sedes centrales para líderes de empresas como Hewlett-Packard, IBM, McDonald’s, la NASA y equipos olímpicos, entre otros.

Javier Badilla, quien ya sobrepasa las dos décadas como programador, explica el aumento creciente que ha tenido la PNL: “Cada vez la gente se abre más a compartir los miedos que tiene; desde los miedos a hablar en público hasta otros más profundos. Cuatro de cada 10 personas tienen un miedo terrible o un miedo intenso a algo, pero hasta ahora se atreven a reconocerlo”.

Su recomendación para aquellas personas que quieren buscar una certificación en PNL es que los programadores a cargo pertenezcan a la Society of Neurolinguistic Program de Richard Bandler (cofundador de PNL) y que, además, tomen en cuenta la cantidad de horas incluidas en el programa de certificación. En su caso, recomienda un plan cercano a las 100 horas.

Quienes recurren a esta disciplina en modalidad de clientes deben tener claro que, dependiendo de la gravedad o profundidad de lo que quieren tratar, variará el número de sesiones de atención que deberá recibir para poder ser reeducado o reprogramado. Fue por su historia personal que Badilla se sintió atraído por la PNL: creció en un entorno familiar disfuncional y tuvo problemas severos de aprendizaje por sus problemas de déficit atencional que le impedían avanzar en la escuela.

“En mi infancia yo tenía un trauma tras otro: a la oscuridad, a los borrachos, a estar solo, a los perros, a hablar en público. Tenía inseguridades por todo lado”, cuenta. Después de devorar libros sobre PNL encontró la posibilidad de viajar a Chile y Estados Unidos para certificarse y, posteriormente, empezar a aplicar la disciplina en el país, donde era desconocida.

Habrá quienes relacionen la PNL con fórmulas más de actitud positiva, optimismo o una terapia motivacional. Sin embargo, Badilla asegura que no es así; como seres humanos, somos apenas un 1 % conscientes, mientras que nuestra estructura profunda es de un 99 %. “Los consejos y la motivación funcionan en la parte consciente y ese 1 % no mueve al 99 % restante. Si logramos trabajar en la mente inconsciente, generamos cambio. No es motivación; es programación”.