"Ya voy por 79 y pico y aquí estoy esperando que me jalen de arriba ¡y nada!"

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 - ¿Qué añora de la Costa Rica del siglo pasado?  Si bien teníamos muchas necesidades, había muchas cosas  muy buenas que hemos perdido.

- ¿Por ejemplo? La vida apacible del campo. De pequeño, yo iba a dejar leche desde San Antonio de Desamparados hasta Alajuelita cuando tenía 8 años y no había peligro para mí. Ahora es mucho más difícil.  Muy raro veía usted antes un homicidio. Yo recuerdo que, por ejemplo, en La Nación solo había una página de sucesos. Dentro de la seriedad, a las notas le ponían un poco humor.  También añoro la satisfacción como campesino de sentarme a la mesa y comer lo que había cultivado con mis propias manos, y la calidad intelectual altísima en el congreso: oradores que, además de la voz y el porte, eran personas muy cultas.

- Todo tiempo pasado, ¿fue mejor?  Noooo, no necesariamente. Ahora tenemos cosas muy buenas. Empezando por la medicina. En aquellos tiempos, no sabíamos que existía el colesterol. El famoso estrés antes ni se mencionaba. Nadie hablaba del azúcar en la asngre. La gente se moría y nadie sabía porqué. ¡Hasta yo! Vea, ya voy por 79 y pico y aquí estoy esperando que me jalen de arriba, ¡y nada!.

¿Y qué piensa de la tecnología? Es algo muy maravilloso. Yo tengo una compu para escribir nada más porque meto el dedo donde no debo y me salen un montón de cosas... Tengo un teléfono tan moderno, que a veces marco y me sale una receta. Un día de estos, marqué para llamar y me tomé una foto de frente.  Para los jóvenes esto es una maravilla. Pero también hay una gran problema: la cortesía y la educación han desaparecido. Se reúne uno con gente y medio mundo comienza a chatear. Se les puede mentar hasta la madre que ni cuenta se dan porque están abstraídos totalmente. Pero eso es como todo en la vida, depende del uso que se le dé: el exceso en la comida mata, la falta de comida también. El sexo en exceso mata y si no hay sexo, ¡qué aburrido! - Para la memoria de un pueblo, ¿qué llega a representar una fotografía? La fotografía es como se dijo del cine cuando se inventó, que ya la muerte es relativa. No existe la muerte total con la foto y el cine. Ayer, por ejemplo, compré 20 películas de vaqueros y ahí están los muertos vivos.  Para la memoria colectiva de Costa Rica, la fotografía es la única forma de recordar algo, porque somos un pueblo sin memoria.       ¿Cuáles fotografías son sus mayores tesoros personales? Hay varias. Una que tomé de una pared del volcán Irazú. En esa foto, hay un rostro que parece el de Cristo. El día en que salió publicada, la agarró La Prensa Libre y la puso en primera (plan). Eso fue en 1963. La otra foto es una de mis favoritas: es la de un campesino al que se le cae una rueda de la carreta y no hay un alma que le ayude mientras él está contemplando aquello. La más reciente es la de un mendigo acostado con dos perros en cada lado, como cuidándolo. Hay otra, la del sabanero que va de espaldas. Esa hasta la han pintado. Yo tomé un montón de fotos. Lo hacía en mis viajes, por unos caminos terribles.

¿A qué edad tomó su primera foto? Fue una de las siete esposas que he tenido, una norteamericana, que le compró una cámara Agfa de segunda al periodista Beltrán Meza, y me la regaló. Con esa comencé a hacer fotografías. Con las fotos que tomé con ella hice varias exposiciones. Después, tuve como ocho cámaras más, que se me perdieron o se me cayeron. A la cámara le puse Mencha, la andariega. Al jeep, tío Pepe, y a la máquina de escribir que tenía, que venía de las minas de Abangares, la bauticé Matilde. Claro, ahora con las cámaras nuevas ¡qué va a estar yendo uno a revelar rollos cuando puedo hacer 2.000, 3.000 fotos y escoger. Antes, yo tomaba solo una foto de cada personaje porque la película era muy cara.