Vanessa Guillén: el macabro asesinato de la soldado que sacude al ejército de Estados Unidos

Tras dos meses de su misteriosa desaparición, esta semana se confirmó la cruenta muerte de la joven, asesinada a martillazos dentro de una base militar. Su cuerpo fue hallado desmembrado y enterrado, su presunto asesino y compañero del ejército se suicidó y el caso tiene más preguntas que respuestas.

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Tenía 10 años cuando les dio la noticia a su familia: había decidido que, de grande, integraría las filas del ejército de Estados Unidos. Sus familiares, de origen mexicano pero radicados desde hace décadas en Houston, Texas, cuentan que con los años constataron que el sueño de Vanessa iba en serio y no bien terminó la secundaria, se enroló en el ejército y fue ubicada en Fort Hood, considerada una de las bases militares más grandes del planeta.

Con apenas 20 años, estaba empezando a aprender y cimentar las bases de la vida en la armada con la que tanto soñó, pero el 22 de abril pasado la hasta ahora historia dio un vuelco macabro.

De acuerdo con diarios como Los Angeles Times y Dallas Morning News, Vanessa desapareció de un momento a otro de su litera en la base, sin llevarse sus pertenencias personales ni comunicarse con sus seres queridos: simplemente se desvaneció, al igual que la señal de su celular, por el cual sus allegados intentaron localizarla infructuosamente.

Pasaron los días y, ya muy alarmados, sus familiares y amigos organizaron una campaña de presión para que las autoridades militares abrieran una investigación sobre el paradero de la muchacha. En mayo se iniciaron las pesquisas a lo interno de la base militar, pero poco a poco la noticia fue escalando en diversos medios y ya para junio, se incorporaron a la búsqueda el FBI y los U.S. Marshals. Ya para entonces el caso se manejaba como homicidio y la investigación empezó en la propia base militar, de donde había desaparecido inexplicablemente la soldado.

Ahí sí la investigación avanzó con celeridad, al mismo tiempo que el caso se convertía en objeto de interés por la prensa mundial, en parte a la presión de personalidades del calibre del candidato presidencial demócrata, Joe Biden, o de la actriz Salma Hayek, quien hace dos semanas exigió prontitud para esclarecer el paradero de Vanessa.

La joven fue vista por última vez el día de su desaparición, en el parqueo de su base militar. Como todo en este caso es triste y dantesco, ese día Vanessa estaba libre, pero sus supervisores le solicitaron ayuda para terminar un inventario de armas.

Luego de haber sido vista en el estacionamiento, simplemente nadie supo nada más de ella... hasta el 5 de mayo, cuando los abogados de la familia confirmaron, en rueda de prensa, que los restos de un cuerpo desmembrado y enterrado en un terreno cercano a la base, correspondían a Vanessa.

Por más tragedias de este tipo o películas de crímenes horrendos que pululan por el mundo, un caso como el asesinato de la joven soldado supera la capacidad de asombro.

Los hechos

De acuerdo con una reconstrucción de los hechos realizada por el Dallas Morning News, entre otros medios, el miércoles 22 de abril era un día normal para Vanessa Guillén. Accedió a trabajar en su día libre para dar mantenimiento a piezas del armamento federal, como encargada de la bodega de armas, que era su puesto en la base.

Según un testigo, Guillén dejó su dependencia y cruzó hacia la de su compañero, Aaron Robinson, quien trabajaba en otra armería de la base.

Todo indica que se trataba de una diligencia rápida, pues en su casillero dejó su cartera con identificación, tarjetas bancarias, las llaves de su casa y otros objetos personales.

Las alarmas familiares se encendieron al saber que Vanessa no había regresado del trabajo ese día, y tampoco pudieron localizarla por llamadas a su celular.

Casi una semana después se determinó que la última persona que había visto a la joven era Robinson, también de 20 años y quien, al ser interrogado el 28 de abril confirmó que Vanessa había llegado a su cuarto de armas a dejar unos documentos y que se había retirado con un reporte en sus manos. Una gestión, al parecer, totalmente normal entre compañeros de trabajo de una misma sección.

Pero la investigación continuó y gracias a testimonios y cámaras de vigilancia, se comprobó que ella nunca llegó a la oficina en la que debía entregar ese último reporte.

En una conferencia de prensa, una vez que trascendió que la autopsia realizada a los restos hallados en un descampado cercano a la base confirmaron que se trataba de Vanessa Guillén, un agente del FBI informó la reconstrucción de los macabros hechos.

El propio día de la desaparición de Vanessa, su compañero, Aaron David Robinson quedó grabado en momentos en intentaba, aparatosamente, sacar una caja plástica de gran tamaño de una de las armerías de la base.

Dentro, transportaba el cuerpo de Vanessa Guillén, a quien horas antes había asesinado a martillazos en la cabeza.

Robinson, insisten testigos, batalló para empujar el estuche plástico por los corredores de la base, a pesar de que este tenía rodines, hasta que por fin logró colocarlo en su vehículo, en el parqueo.

Así sacó el cuerpo de Guillén de la instalación militar habitada más grande de los Estados Unidos, que puede albergar hasta 90.000 personas.

Los registros de llamadas y ubicaciones indicaron que al dejar la base militar, Robinson llevó la caja con el cuerpo de Vanessa a una zona boscosa, cerca del río León, en la localidad de Belton, a unas 30 millas al este de la base de Fort Hood.

Después, recogió a su expareja, Cecil Aguilar, en la gasolinera donde trabajaba. Cual trepidante filme de terror, juntos fueron hasta donde estaba la caja. Robinson la abrió y Aguilar descubrió que dentro estaba el cuerpo de una mujer, a la que tiempo después identificaría como Guillén.

Los registros telefónicos muestran que Robinson y Aguilar estuvieron juntos en esa zona del río León la madrugada del 23 de abril y, nuevamente, el día 26.

Al ser interrogados, declararon que habían ido de paseo a un parque en Belton “a ver las estrellas”. Las autoridades descubrirían después que aquello fue un invento, tratando de establecer una coartada para su ubicación en ese lugar.

Todos los caminos conducían a Aaron Robinson, quien pronto fue cercado por la policía pero no pudo ser capturado con vida, pues se suicidó antes de ser atrapado, el pasado 1° de julio.

Para entonces, su expareja y cómplice en la desaparición del cuerpo de Vanessa, Cecily Ann Aguilar, estaba siendo sometida a interrogatorios en los que se contradijo varias veces. Finalmente, narró los escalofriantes detalles de lo que le ocurrió a Guillén. Si bien ella no estuvo en el momento del asesinato, Robinson le habría contado cómo mató a la muchacha a martillazos dentro de la base, todo en el cuarto de armas que estaba bajo su custodia.

Luego todo se volvió una siniestra cadena de torpezas y terror. La pareja decidió que la forma de deshacerse del cuerpo era desmembrarlo y así procedieron: según información oficial, armados con un hacha y un machete le cortaron la cabeza, le arrancaron las piernas y brazos.

Después intentaron quemar los restos pero en medio del caos, no lograron que el fuego los destruyera completamente, entonces los dividieron en tres partes y los enterraron en tres huecos diferentes, todos cercanos entre sí. Esto ocurrió la propia noche/madrugada en la que Guillén desapareció.

Mientras las investigaciones policiales avanzaban, la pareja se ponía cada vez más nerviosa y fue así como el domingo 26 de abril regresaron al sitio con una bolsa de concreto, guantes y otros implementos que, al parecer, compraron guiados por un tutorial de Internet para deshacerse de un cadáver.

Entonces, desenterraron los restos, los volvieron a cortar en trozos más pequeños y de nuevo intentaron quemarlos, ayudándose con material plástico de guantes de mano y redes para el cabello.

Devolvieron los restos a los tres hoyos y los taparon con concreto, luego regresaron a su casa y quemaron las prendas de vestir que usaban ese día.

Como ya se dijo, en mayo la presión sobre las autoridades locales aumentó y los refuerzos en la investigación pronto empezaron a dar resultados. El rastreo de los celulares de Aguilar y Robinson los ubicó en un terreno al margen del río León y pronto empezaron a aparecer indicios: restos de plástico quemado, un pedazo de la caja en la que Aaron habría sacado el cuerpo y el hedor inconfundible que despiden los cadáveres, pero no se hallaron los restos.

Por fin, el 30 de junio, unos trabajadores que levantaban una cerca por esa región, descubrieron las partes enterradas del cuerpo.

En ese momento, se activó un impresionante contingente policial: personal del Comando de Investigaciones Criminales del Ejército (CID), el FBI, los U.S. Marshals, los Texas Rangers y agentes del Sheriff del condado de Bell se desplazaron al área y hallaron una verdadera chapuza, una mezcla de restos humanos, algunos mal quemados y mezclados con algo parecido al concreto.

Esa misma noche, un día antes de que su pareja se suicidara, Cecily Aguilar, ante la evidencia recolectada por la policía, contó todos los detalles de la macabra trama, incluso la zozobra que vivieron ella y Robinson desde el día de los hechos.

Todo se precipitó en las siguientes horas: Aaron huyó de Fort Hood a pie, por lo que no pudo alejarse de la comunidad de Killeen, donde se encuentra la base.

Ya en componenda con las autoridades, la mujer llamó a Robinson y en esa conversación él confirmó el asesinato y, de seguido, empezó a enviarle imágenes de las noticias que revelaban en hallazgo de un cuerpo quemado y descuartizado.

En otra llamada, los agentes escucharon la voz angustiada de Robinson cuando le decía a su novia: “Bebé, encontraron piezas, encontraron piezas”. A partir de entonces se activó la cacería policial, hasta que pasado el mediodía los agentes detectaron a Robinson en una barriada y, al verse cercado, sacó un arma y se suicidó.

El 5 de julio, la autopsia confirmó que los restos eran de Vannesa y aumentó la indigación al revelarse que tuvieron que usar cabellos para cotejar el ADN, pues la joven tenía destrozada la dentadura.

Dudas persisten

Si bien el hallazgo del cuerpo de Vanessa Guillén supuso cierto alivio para su familia y amigos que tanta incertidumbre habían sufrido, un gran dolor los embargó por la forma en que fue truncada la vida de la joven y el macabro viacrucis que sufrieron sus restos.

El 3 de julio, Cecily fue trasladada a la cárcel del condado de McLennan, donde enfrentará el juicio con cargos federales en la Corte del Distrito Oeste de Texas. Por su participación en los hechos, podría enfrentar una pena de hasta 20 años de prisión.

¿Qué ocasionó el crimen? Esa es la gran duda, por el momento, y es incierto si algún día se sabrá.

En redes sociales se ha publicado que en el lugar donde fueron encontrados los restos de Vanessa Guillén, junto al río Leon, la gente ha colocado un altar con flores, imágenes religiosas, fotografías, globos y pensamientos para la soldado que desde los 10 años quiso enrolarse en el ejército para servir a su país y donde, al final, encontró la muerte.

La abogada de la familia, Natalie Khawam declaró en medio de gran indignación que Guillén contó a su familia y a otros compañeros en la base que estaba siendo acosada, pero que no llegó a presentar una denuncia formal. ”Ella temía hacerlo, porque el acoso sexual venía de sus superiores (...) Nunca llegó a dar el nombre del presunto responsable, solo que era un “sargento”.

El acoso sexual es algo “epidémico” en el ejército estadounidense, según la abogada, quien demandó que el Congreso aborde el tema.

Hace exactamente un año, el Pentágono reveló que las agresiones sexuales en las fuerzas armadas estadounidenses aumentaron en una tasa de casi 38% en el 2018, según un informe publicado en mayo del 2019.

El informe que encuestó tanto a hombres como a mujeres del Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea y la Infantería de Marina estimó que 20.500 miembros de esos servicios experimentaron “contacto sexual no deseado” en el 2018, un aumento significativo de 14.900 cuando el Ejército realizó una encuesta similar en 2016.