Robin Williams: Regreso al planeta Ork

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Robin Williams es el “culpable” de que hace poco más de 30 años mis noches de sábado las iniciara “emperillado” al tele: tenía que ver Mork&Mindy ... La vaina es que después daban Amigos del alma (la primerísima comedia de Tom Hanks) y Herencia de gloria (un drama con el baloncesto, uno de los deportes que me chiflan).

En resumen, antes de las 8 p. m. estaba fuera de circulación y todo empezaba por Robin Williams y su personaje Mork, un alien de lo más buena nota (nada que ver con el confianzudo Alf), quien en medio de su ingenuidad le daba agudos “filazos” a los terrícolas. Mork era un torrente de energía, que hacía rabiar al papá de Mindy, en la vieja tradición de antagonistas que no se soportan, pero que no pueden vivir separados.

Años después, leí en algún lado que Williams se pasaba el guión por el fundamento e improvisaba, como en sus años de stand-up comedian, cuando alguien lo descubrió y se llevó a la pantalla chica.

En el programa, sus compañeros de reparto se desternillaban de la risa y el actor y el personaje eran uno solo.

Robin llegó a odiar el show porque sentía que lo limitaba, ya que lo suyo era ser torrente de energía. No era feliz, así que decidió marcharse.

Carajo, es cierto que resbaló con una lamentable película, Popeye, pero después fue otra historia.

A mi entender, esa “otra historia” fue lo que marcó la diferencia y la que lo hizo querido por el gran público.

El extraterrestre ingenuo, en un traje rojo, que dormía de cabeza y bebía con su dedo índice, quedaba atrás.

Su lugar lo tomó un locutor que cayó en la cuenta de que la guerra de Vietnam era una obscenidad; un profesor que enseñó a sus alumnos a sorber la vida hasta los tuétanos; un indigente que se redime de su locura (y redime) por el amor de una mujer; un padre que se traviste en niñera para estar cerca de sus hijos... Debió ser el Acertijo en Batman para siempre , la tercera película de la anterior saga del encapotado en lugar del plomazo Jim Carrey.

También debió quedarse un rato más en este lado del potrero; pero él estaba triste y tal como pasó con su Mork&Mindy, sintió que esta vaina ya era insoportable.

“Although I laugh and I act like a clown/ beneath this mask I am wearing a frown/ my tears are falling like rain from the sky...” (“Aunque me ría y actúe como un payaso/ bajo la máscara tengo el ceño fruncido/ mis lágrimas caen como lluvia del cielo...”).

Estos versos de I’m a Loser (1964), de Los Beatles le calzaban a Robin: nadie se daba cuenta de que llevaba la procesión por dentro..., hasta que se marchó.