Relato: La inspiradora historia de Elsa, quien estudia medicina a punta de sus ingeniosas "bandejitas de a mil"

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Vieran qué bonito (más en estos días de tanta convulsión y desmoralización) ¿Se acuerdan de aquella adolescente de 16 años que soñaba con estudiar medicina y se le ocurrió vender frutas naturales con un poquito de leche condensada?

“Todo a 500”, rezaba el rótulo con el que ella y sus hermanitos se paraban en la esquina de La Nación, aquí en Llorent de Tibás, y cuyo ímpetu le generó varios reportajes y una beca full en la Universidad San Judas Tadeo. Desde entonces, han pasado ya tres años pero, con todo y beca, su familia es muy numerosa y humilde, por lo que igual hay muchos gastos que apenas pueden costear y, por lo mismo, no le merman, todos jalan parejo en el negocio, siempre sin dejar de lado los estudios.

Ocurre que desde hace un par de meses vivo a 50 metros de Elsa Navas Asturias, y resulta que recién me percaté de que el negocito ha crecido con la misma filosofía, ahora para uno son una salvadota con lo de “Bandejitas a mil”, pero lo que más me impresiona es verla hoy, en su tercer año de Medicina, siempre fajada, sobre todo los sábados, en un local en el que ayuda toda la familia, incluidos varios de sus nueve (¡nueve!) hermanos --entre los mayores hay una arquitecta y un ingeniero-- y bueno, los chiquiticos también ayudan.

Ayer pasé a comprar los almuerzos de sábado y domingo, y mientras Elsa preparaba a la medida las "bandejitas" que le solicité, me percaté de el montón de gente de a pie o en carro, taxistas, Uber, operarios, vecinos... todos llegaban a resolver el almuerzo y vieran la camaradería, la simpatía de la muchacha: a todas luces, desde los tiempos de las mini ensaladas de frutas (que por cierto, aún venden, y en los mismos 500 colones que hace tres años) esta familia se ha granjeado no solo clienela fiel, sino conocidos y amigos al mejor estilo de los negocios personalizados, de las sodas o pulperías que abundaban en tiempos de antaño, en épocas mucho menos convulsas.

Cuando Elsa contó su historia a los medios, hace tres años, nos dejó boquiabiertos saber que se levantaba a las 3 a.m. para ir a comprar la fruta fresca, venir a envasarla adecuadamente, agregar los potecitos de leche condensada en la justa medida para darle sabor a la saludable merienda, y luego se iba a empezar la jornada universitaria, pues a duras penas había logrado matricular los primeros cursos pero bueno ¿qué son jornadas de 12 o 14 horas cuando sobran las ganas y la esperanza?

Pueblo, todavía hay muchísima gente valiente y valiosa que la pulsea en buena lid, aunque --como Elsa, a veces-- tengan que pasar de pie todo el día y espere la noche para ducharse, quitarse el olor a soda y a comida y ponerle hasta la madrugada consumida en sus amados cursos de medicina.

Ayer, esta muchacha inspiró mi sábado... y el de muchos otros. Esta pequeña historia la narré en mi perfil de Facebook y ha sido toda una revolución, por eso decidí contarla también para los lectores de Nacion.com.

Elsa ni idea tenía del por qué de mi preguntadera, nunca supo quien era yo, a todo contestaba como si fuéramos amigas desde hace tiempo. Toda linda la futura doctora: le pregunto que si le puedo hacer una foto y me dice que por supuesto (ni preguntó para qué), solo me pide un segundo para revisar si tenía los dientes limpios, pues le interrumpí el único ratico que tuvo para almorzar ahí, de pie, en un sábado bien socado. Ojalá les entre la misma contentera que a mí con esta mini-historia. Creo que estamos urgidos a mares de muchas Elsas en este pequeño, inocentón y bello país.