Publicación especial San Carlos: La utopía que dejó de serlo

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Tanto conocidos como extraños le advertían que electrificar los alrededores de Ciudad Quesada era solo una quimera. “Me veían con lástima porque, según ellos, era una idea imposible”, dice Vega. “Más coraje me daba cuando escuchaba ese tipo de comentarios porque yo ya venía con impulso”.

Las chotas se quedaron atrás al tiempo que el proyecto siguió adelante. Se estaban acabando los años 60 y Danilo Vega y su proyecto de electrificación rural ya era una realidad. Se había extendido por un total de 240 kilómetros pasando por Pital, Venecia, Quebrada Azul, Río Cuarto y otros rincones del cantón sancarleño.

“No había broca y teníamos que hacer huecos de casi dos metros de profundidad para meter las estructuras, a veces en piedra. Otras veces nos tocaba meter el hombro para levantar los postes porque no había grúas”, comenta este hombre nacido en Turrialba, Cartago, pero cuyas raíces crecieron en San Carlos, cantón de Alajuela creado en setiembre de 1911.

Pese a las dificultades de aquellos tiempos –que implicaron casi 36 meses de apuros y construcciones– el proyecto tuvo éxito y todavía se mantiene incluso con algunas de sus estructuras originales.

Versátil

Vega se empeñó en lograr que San Carlos se convirtiera en un atractivo candidato para recibir el patrocinio de Estados Unidos, nación que exportaba la electrificación rural como parte de los Programas de Ajuste Estructural (PAE).

Más adelante, como primer gerente general de la cooperativa local de electrificación (Coopelesca) le sacó punta al potencial que tenía la industria lechera de la zona, que hasta entonces se desarrollaba de forma empírica.

Y es que la ganadería y don Danilo Vega ya tenían su vínculo bien amarrado desde tiempo atrás, cuando compró su primera manada en Guanacaste y la llevó arreada hasta San Carlos, en los tiempos en que “los ríos brillaban como hilos de plata y las bajuras eran una cosa lindísima”.

También se involucró un poco con la agricultura, aunque la tuvo que dejar cuando comenzó la aventura de los postes y los cables que trajeron la luz a la zona norte hace más de 40 años.

De más duración ha sido su matrimonio con Mary Quesada, que este año llegará a los 56 años. Como fruto de esa unión, nacieron cinco hijos, 13 nietos y ocho bisnietos.

Dedicado a mil y un labores en una finca y a algunas actividades privadas, este hombre de 82 años dice sentirse todavía “físicamente en la lucha” y añade que, si lo ven como un líder de la zona, es solo porque siempre ha “procurado el bien común”.