Pandemia con pandemia: la obesidad en tiempos de confinamiento

Las personas que tienen obesidad son población de riesgo ante la enfermedad tanto como lo son los adultos mayores. La obesidad provoca falta de vitamina D, fundamental para regular la respuesta inmune del cuerpo.

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Sí, yo creo que la mayoría de los costarricenses hemos comido de más durante los cinco meses que tenemos de cuarentena. Yo soy una de ellas.

No he querido ir a pesarme porque el encuentro con la báscula me da pánico, me llena de estrés y de ansiedad, así que es muy probable que antes de pesarme y después (y quién quita que durante) me quite la preocupación con algo de comer.

Sé que es un problema delicado esto de la obesidad, pero qué complicado ha sido trabajar desde la casa y pasar horas de horas frente a la computadora sin que cada cierto tiempo me dé por ir a revisar si encuentro “algo para picar”. El camino del escritorio a la refri está algo desgastado, tengo que admitirlo.

Una galleta, un refresco, café, si hay fruta, pues fruta; y de vez en cuando --como para dejar de lado la culpabilidad-- una taza de avena con agua. Todo funciona en el momento, pero son satisfaciones momentáneas.

Sumemos a esa ansiedad del encierro el hecho de que todos tenemos muy claro que la obesidad es uno de los factores de riesgo al contraer la covid-19.

Pero no es solo que yo crea (por mi propia experiencia) que muchos ticos hemos aumentado de peso por estar en casa encerrados desde lo que parece una eternidad: es algo real.

Enfermedad cómplice

Maricruz Ramírez Di Leoni , doctora en nutrición de la Caja Costarricense de Salud explicó que estudios recientes de la revista médica The Lancet descubrieron que las personas que tienen obesidad son población de riesgo ante la enfermedad tanto como lo son los adultos mayores.

“La obesidad es un factor de riesgo para el contagio de la covid-19 porque compromete el sistema inmunológico, ya que una persona con obesidad tiene un estado generalizado de inflamación en su organismo. Al estar inflamado se predispone a contagiarse de cualquier virus que esté en el ambiente porque los sistemas están débiles y si hay contagio de un virus que inflama, pues se va a inflamar más el sistema”, explicó Ramírez.

La experta comentó que la obesidad provoca un estrés oxidativo en el organismo que afecta la función cardiovascular y que usualmente se acompaña de deficiencia de vitamina D, que es la reguladora de la respuesta inmune en el cuerpo.

Esta vitamina se obtiene de algunos alimentos como la leche, los huevos o el queso y también del sol. “En nuestro organismo la vitamina D regula para que la respuesta a una enfermedad no sea tan exagerada, en obesos hay deficiencia de esta vitamina”, agregó la especialista.

“El 70% (2,6 millones de adultos) tiene una condición de sobrepeso u obesidad, lo que sabemos que es un factor de riesgo y se ha presentado muchísimo en los casos que han tenido un desenlace fatal”, explicó la doctora Guiselle Guzmán, jefa del Área de Salud Colectiva de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), en una nota previa publicada en La Nación.

Pongámoslo en números más reales. Al 28 de julio el Ministerio de Salud registró 125 fallecimientos desde la primera muerte acaecida el 18 de marzo en nuestro país por causa del nuevo coronavirus, de esos decesos 21 tenían como factor común la obesidad o el sobrepeso.

De acuerdo con datos de la CCSS, tres de cada 10 adultos en Costa Rica (poco más de 1.100.000 personas) padece de obesidad, y sí, la palabra es padecer porque la obesidad es una de las enfermedades silenciosas y no transmisibles que más vidas cobra en el mundo, pues según la Organización Mundial de la Salud (OMS) al año mueren 2.8 millones por esta causa.

Así que aquí está el dilema: Me quedo en casa para evitar contagiarme de covid-19, pero a la vez en el encierro aumento de peso. Tenemos que interiorizar que para bajar los riesgos de enfermarme de una cosa, no debo enfermarme de la otra.

Y es que la obesidad no llega sola, no; viene acompañada por enfermedades cardivasculares, diabetes, presión arterial y hasta cáncer; por mencionar algunas.

Según un estudio publicado en el diario El País, de España, la covid-19 es una de las dolencias que más afecta de manera desproporcionada a las personas obesas. “Entorpece el funcionamiento de los pulmones y hace más difícil ventilar a estos pacientes cuando requieren de cuidados intensivos. La obesidad duplica el riesgo de necesitar ventilación a los afectados por la enfermedad”, explicó El País basado en un análisis realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad.

ABC de España explica que la asociación de un índice de masa corporal alto y una enfermedad grave como la covid-19 es muy fuerte, ya que la obesidad afecta la respuesta a las infecciones virales y además presenta alteraciones de la función pulmonar por los estados inflamatorios crónicos relacionados con esta enfermedad.

Hambre emocional

El aislamiento social nos ha afectado de una u otra manera a todos. Algunos no duermen bien, otros duermen demasiado, estamos más cansados, estresados y comemos mal.

En este aspecto podríamos hablar sobre un concepto que ha tomado fuerza en estos días de confinamiento: el hambre emocional.

La psicóloga familiar María Esther Flores explicó que la comida está relacionada con los sentimientos desde el momento de nuestro nacimiento. “Cuando nacemos tenemos la supervivencia y la seguridad básica que se nos brinda a través del pecho de la mamá, porque cuando el bebé es abrazado por primera vez siente placer y tiene el sentimiento de que pertenece a alguien que lo va a cuidar; ese contacto y vínculo consuela al ser humano en lo emocional y en lo físico y queda arraigado en nuestro inconsciente toda la vida”, afirmó la doctora.

Según la psicóloga, la comida es parte de la primera etapa (la oral) que expuso el psicoanalista Sigmund Freud en su Teoría del Desarrollo Psicosexual, que va desde el momento del nacimiento hasta el año de vida de cada ser humano.

“En la etapa oral del desarrollo humano hay dos extremos: el primero es cuando la comida es el consuelo, cuando la mamá alimenta al bebé con el pecho; el segundo es cuando le quitan el pecho al niño y este puede ser una persona demandante de afecto porque no lo tuvo. Tenemos esos conflictos internos a través del pertenecer que tienen que ver con la etapa oral”, explicó.

Así es como se llega a relacionar la comida con el consuelo porque es la representación del pecho de la madre.

“Si asociamos esto con el miedo a morir por causa de la pandemia, nuestro instinto de supervivencia es buscar el pecho para sujetarnos al mundo, para que nos mantenga aquí. Así que de manera inconsciente socializamos con la comida porque nos estamos amarrando a la vida”, aseveró la psicóloga.

Con esta teoría concuerda la nutricionista de la Caja, quien afirma que el ser humano suele conectar la alimentación con las emociones. “Históricamente el ser humano cuando se estresa o tiene ansiedad busca el alimento que lo hace sentirse en control y seguro, eso regula la emoción negativa. La salud mental en el confinamiento se ve afectada por la alimentación porque es difícil quitar las conexiones; hay que aprender a manejar la salud mental para que no afecte la alimentación”, dijo Ramiŕez.

La nutricionista explica que para paliar un poco ese desorden la principal recomendación por parte de la Caja es la planificación. Planificar el menú de la comida, la lista de compras, el día, las rutinas y los horarios de comida. Otro de los consejos más importantes para mejorar la alimentación durante el confinamiento es cocinar las comidas en casa, tener a mano los artículos que vamos a necesitar y comprar la mayoría de estos en las ferias del agricultor y lo menos en los supermercados.

Hay que asociar la mente con las emociones de manera correcta, agregó la doctora Flores. Para esto hay que ser conscientes de lo que vamos a comer y a qué hora, además de respetar esa planificación. “Cuando venga la ansiedad o el picoteo conscientemente me voy a decir que no tengo hambre, que lo que tengo es ansiedad porque el cuerpo tiene nervios y comer me da alivio. En esos momentos podemos tomar un vaso con agua”, dijo Flores.

La nutricionista afirmó que en estos casos es bueno contar con alimentos más sanos como frutas y no tener en la alacena alimentos dulces como galletas.

¿Cómo comer?

Pero no solo comer mucho nos provoca los problemas, comer mal también. Durante la pandemia ha aumentado la ingesta de alimentos industrializados, con más azúcar, sal, grasas saturadas y harinas.

El pánico que se desató al principio de la emergencia de salud causó que muchos realizaran compras excesivas en los supermercados, ¿recuerdan que hasta escaseó el papel higiénico? Algo parecido sucedió con los alimentos no perecederos, los enlatados que vienen cargados de elementos para conservarlos y son los que nos estamos comiendo ahora.

“Este fenómeno viene del concepto de Carl Gustav Jung sobre el inconsciente colectivo, que es cuando dejás tu criterio personal para ser parte del grupo del montón. Si la gente se satura de información que no es la justa y la necesaria y aparece un líder negativo para darle ideas a la población que está vulnerable, el inconsciente lo cree y empieza a contagiarse del miedo”, explicó Flores.

Los alimentos enlatados son altos en sodio porque ese es el líquido en el que se preservan, así que ahora que sabemos que no habrá desabastecimiento podemos retomar los hábitos que teníamos antes. Por ejemplo, hacer frijoles en casa es mucho mejor que comprar una lata de frijoles porque en el proceso de conservarlos se les fueron las vitaminas, los minerales y la fibra.

¿Pero es más caro comer sano? Contrario a lo que podríamos pensar, la respuesta es no. Cocinando en casa con productos naturales, pocas grasas, muchas verduras y frutas, la comida sale más barata. “En la feria del agricultor siempre va a ser más barato comprar. Cocinar en casa siempre será más barato que pedir un domicilio. Si hago un plato con bastantes leguminosas o verduras, utilizo menos carne. Todo es cuestión de planificar”, agregó la nutricionista.

Actividad física

La actividad física también ha bajado considerablemente, muchos tenemos la oportunidad de realizar teletrabajo y eso es un primer paso para no tener que movilizarse fuera de la casa, tomar el autobús y caminar al trabajo.

Primero tuvimos unos días en que no se podía salir de casa para ejercitarse, luego poco a poco los gimnasios y centros deportivos fueron cerrando debido a los lineamientos de salud para evitar la propagación del virus y hacer ejercicio en casa también se complica entre los quehaceres del hogar y las responsabilidades de las personas que están trabajando en casa, además de quienes tienen hijos que también estudian desde los hogares.

Consumimos más calorías y no las estamos quemando.

Aquí la recomendación es clara: buscar movernos, al menos 30 minutos al día. Esto también necesita de planificación, de cumplir un horario para hacer algo de ejercicio.

“Podemos mover el sillón de la sala o el comedor y abrir un espacio donde puedo ponerme a bailar unos 30 o 40 minutos, el tiempo que mi cuerpo resista, donde me sienta bien con el ejercicio, no debo de sentirme cansado”, expresó la doctora Ramírez.

El sedentarismo está siendo provocado por la cultura cibernética, trabajamos frente a una computadora y los niños y jóvenes reciben clases virtuales. Con ese sedantarismo hay una necesidad de saciarnos con comida y volvemos a sentarnos a trabajar o estudiar.

“Estamos desarrollando la mente, pero desatendiento la salud física. Hay que compensar”, concluyó la psicóloga Flores.

Recuerde que la obesidad también afecta a los niños y adolescentes, así que el trabajo en equipo en casa debe de ser puntual para evitar que la pandemia de la obesidad nos ataque y nos tome con las defensas bajas ante el nuevo coronavirus.

Puede ser difícil de controlar, pero con una buena planificación y cuidados responsables de nuestra alimentación y el ejercicio, es una enfermedad que se puede prevenir.