Eran las 4:35 p. m. (hora local de Los Ángeles) del sábado 6 de julio, cuando el actor Cameron Boyce, de 20 años, fue declarado fallecido en la casa que compartía junto a dos amigos. La causa de su muerte fue una convulsión que sufrió mientras dormía.
El joven estadounidense había logrado mucho más de lo que imaginó de niño: comenzó en la actuación a los nueve años con películas como Mirrors, Eagle Eye y Grown Ups, en esta última interpretando al hijo de Adam Sandler y Salma Hayek.
Sin embargo, fue el video de la canción That Green Gentleman (Things Have Changed), de la agrupación Panic! at the Disco, que logró complementar dos de sus facetas favoritas: el baile y actuar.
Desde entonces, Boyce supo aprovechar cada una de las oportunidades que se le presentaron en su camino, entre ellas, la más preciada de todas: formar parte del grupo de jóvenes talentos de Disney Channel.
La cadena televisiva cayó rendida ante el talento y el carisma del chico que logró educar a otros a través de su ejemplo. Fue así como interpretó a Luke, uno de los personajes principales de la serie Jessie, y con el que dio sus primeros pasos en la pantalla chica.
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Pero el destino le tendría preparada una de las sorpresas que más supo valorar en vida: personificar a Carlos, el hijo de Cruella de Vil en la trilogía de películas Descendientes, y que se convertiría en su último trabajo ante su repentina muerte.
Y es que Boyce siempre fue todo lo opuesto a lo que nos tiene acostumbrado una industria tan superficial y frívola como lo es la del entretenimiento. Quizá fue justo por eso que cientos de famosos colegas expresaron su dolor ante esta perdida.
Adjetivos como bondadoso, educado, carismático, amoroso, respetuoso y altruista se repetían una y otra vez en los mensajes que pululaban en redes sociales, luego de que su familia diera a conocer su deceso.
“Muy joven. Demasiado dulce. Tremendamente gracioso. Simplemente el niño más amable, talentoso y decente. Me encantó ese niño. Se preocupaba mucho por su familia. Se preocupaba mucho por el mundo. Gracias, Cameron, por todo lo que nos diste. Todos nuestros corazones están rotos”, escribió el actor Adam Sandler en su cuenta de Instagram junto a una fotografía en blanco y negro de Boyce.
Lo que muchos desconocen es que este chico, quien era un empedernido bailarín de hip-hop, break dance y tap, donada buena parte de sus ganancias a distintas organizaciones con causas benéficas que eran de su interés.
Una de ellas, y con la cual su familia se comprometió a seguir trabajando tras la muerte del actor, es Thirst Project, una fundación a la que ya había donado $30.000 dólares, y que lleva agua potable a las comunidades del mundo que más la necesitan.
Esa iniciativa de servir y abrir camino a otros es algo que el joven actor ya traía en sus genes, ya que su abuela paterna, Jo Ann (Allen) Boyce, estuvo los primeros 12 estudiantes afroamericanos en asistir a una secundaria integrada en el sur de los Estados Unidos, en 1956.
Su espíritu de lucha también lo impulsó a promover campañas en contra del bullying y de las etiquetas sociales. Hijo de un hombre afroamericano y una madre judía, Boyce intentaba hacerle entender a sus seguidores que nunca debía juzgarse a otros por una primera impresión.
“Son muchos lo que tenemos etiquetas y hemos designado lugares para estas personas a las que hemos colocado etiquetas. Pero se aprende muy rápidamente una vez que le quitas una etiqueta a alguien y le permites que prospere en cualquier entorno en el que se encuentren, puedes ver lo mejor que sale de alguien", declaró el actor en una entrevista con la que promocionarían la tercera entrega de Descendientes (el filme se estrenó de modo póstumo, a los meses de su partida).
Así era Cameron Boyce, la clase de joven con la que no solo Disney soñaba con tener en sus filas y sacarle provecho a su carisma, sino también un ser humano de esos que son cada vez más necesarios para vivir en un mundo de mayor empatía y menos prejuicios.
La autora es periodista.