La tercera es la vencida

Empecinada por contar la verdad, una estadounidense visitó Costa Rica tres veces hasta que se resolviera un juicio por un accidente del que ella había sido la única testigo durante sus vacaciones en el país

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Cinco años después de aquel día, ella sabe que lo más fácil hubiera sido alejarse de la escena sin decir nada.

El susto que se llevó fue inevitable; pero, hacer mutis, como que no era con ella.

De hecho no era con ella; no era con Carole Mintzer.

El accidente que le tocó presenciar frente a la gasolinera Costa Verde, en Quebrada Ganado de Garabito, el 13 de enero del 2008, no era con ella, definitivamente. El percance, que involucró a un automóvil y una motocicleta con dos ocupantes que perecieron tras la colisión, pasó frente a sus ojos y, al parecer, también frente a su conciencia.

“Yo no puedo culpar a nadie de haber estado ahí en ese momento, de haber tenido que ver aquello. Yo no pedí pasar por eso; no es algo que yo hubiera querido, pero ya que me tocó estar, asumí la responsabilidad de contar lo que vi”, dice la californiana, que desde aquel incidente ha visitado Costa Rica tres veces más.

La misma tarde del accidente, fue ella quien le entregó a un policía un papel con sus datos personales y una breve declaratoria como testigo, para que la contactaran ante cualquier eventualidad. El oficial, solo le dio una breve respuesta: “Puede irse. No lo necesitamos.”

La turista se fue del país sin saber qué había sido de las dos personas que viajaban en la motocicleta que iba delante suyo , la que desapareció de la vía tras recibir el golpe de un vehículo que venía en la dirección opuesta.

Confiesa que todavía piensa en aquel accidente de vez en cuando. Le pasa por las noches, o cuando está conduciendo y ve alguna motocicleta cerca suyo.

“Cada experiencia contribuye a quien uno es y esta, definitivamente, fue un incidente que marcó mi vida”, sintetiza.

Los regresos

En el 2009 Mintzer visitó el país de nuevo, tras ser contactada por correo por la madre de una de las víctimas. Fue la primera vez que supo qué pasó como consecuencia del accidente.

La visita fue en vano, pues un juez decidió –cuando ella ya estaba acá– que lo mejor sería que regresara cuando comenzara el juicio.

Para eso retornó en el 2013, cuando se celebraría un juicio que se suspendió por la incapacidad de una jueza.

La última vez, que parece, será la vencida, tomó precauciones y alargó su vacación en el país por más de una semana, por si había algún atraso o alguna segunda convocatoria.

El testimonio, sin embargo, fue innecesario pues en el Tribunal Penal de Puntarenas se determinó que la acusada (una conductora de apellido Ramírez) pagaría a las familias de las víctimas con una póliza por el daño material y moral.

“No me corresponde estar feliz o no por la solución a la que llegaron. No sé suficiente y no soy quién para juzgar”, comentó la californiana que ha costeado de su propio bolsillo cada una de sus visitas al país.

Tal y como en el 2008, vino junto a su esposo, Alex, un biólogo especializado en hormigas. Donde sea que vaya la pareja, los pequeños insectos se convierten en un atractivo de cada visita.

Ella, consultora de organizaciones sin fines de lucro y voluntaria de una organización ambiental, asegura que el amor por la biodiversidad y por los demás es parte de su diario vivir.

Solo así puede intentar explicar porqué, aunque ella no tenía nada que ver con el accidente que presenció, se preocupó tanto por declarar, una, otra, otra y otra vez.

“Estoy asombrada por la cantidad de personas que se extraña de que yo haya insistido en venir a declarar. Parece que aquí lo normal es que las personas se vayan cuando ven un accidente y creo que eso es desafortunado y triste”, explica.

Repite que sabe que hubiera sido lo más fácil seguir su camino el 13 de enero del 2008, pero no se arrepiente del proceso que vino después.

“Yo solo me pongo en la posición de una madre, ¿cómo me hubiera sentido si el que fuera en esa moto fuera mi hijo? Por eso no tuve que pensar mucho cuando me preguntaron si podía venir. No tengo ningún remordimiento por haberlo hecho. Creo que sí me lamentaría si no hubiera hablado nunca”.