La ‘media naranja’ vista en gajos

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Los hombres ticos suponen que las mujeres se interesan en ellos por su estabilidad económica antes de fijarse en cualquier otro detalle. Como quien dice, creen que “billetera mata galán”.

Sin embargo, es una presunción errada, según lo refleja una reciente encuesta. Las mujeres costarricenses opinan que la fidelidad es la característica de mayor importancia cuando andan en busca de un hombre, mientras que la segunda virtud a la que le prestan atención es que sea “un buen compañero”.

Las respuestas se desprenden del más reciente Estudio Nacional de Opinión Pública, realizado por la empresa Unimer a 1.200 personas mediante visitas domicilarias hechas entre el 4 y el 10 de enero. El margen de error de la consulta es del 2,8%.

En dicho estudio, se contrapone lo que dicen las mujeres con lo que opinan los hombres, y viceversa. Según los datos obtenidos, otros rasgos de los hombres a los que ellas también conceden gran valor son que sea responsable (29%) y que sea romántico.

Contrario a lo que ellos creen, la estabilidad económica –como característica muy apetecida por las mujeres–, aparece hasta en el cuarto lugar de la lista (27%); y más abajo se mencionaron la madurez (14%), la inteligencia (13%), el atractivo físico (9%) así como que el hombre sea un buen padre (8%).

Esa es apenas una cara de la moneda. Ahora demos un vistazo a la otra: consultados los hombres sobre cuáles son las virtudes femeninas que más aprecian cuando de conseguir pareja se trata, la mayoría respondió que buscan que sea “buena compañera” (34%) y, en segundo lugar, que sea fiel (30%). Podría hablarse de una especie de empate en la visión de ellas y de ellos respecto a esos dos primeros atributos.

Pero ellas no creen que los hombres piensen así y más bien aseguran que ellos siempre tienen especial interés por el sexo (17%)... Ahora parece que son las mujeres quienes se equivocan: según este estudio, el sexo no ocupa un sitio preponderante en la escala de valores que más aprecian los hombres cuando de buscar pareja estable se trata (el sexo se encuentra en décimo lugar, con un 9%).

Pese a las diferencias de puntos de vista entre unos y otros, hay aspectos donde se observan claras similitudes en las opiniones de ambos. La socióloga Montserrat Sagot, de la Universidad de Costa Rica, apunta que “en el apartado de ‘lo que buscan los hombres de su pareja’, hay bastantes coincidencias en las respuestas de ellas y ellos.

“Las mujeres pueden leer e interpretar con más facilidad lo que quieren los hombres, mientras que ellos tienen más dificultad para entender los deseos y expectativas de las mujeres”.

Una de estas coincidencias en lo que opinan ellos y ellas, es que ambos afirman que a los hombres les interesa que la mujer sea atractiva (por cantidad de menciones, este atributo ocupa el puesto 3 con un 23% de las respuestas masculinas, y se ubica en el mismo lugar de lo que ellas creen, con un 21% de las femeninas).

Luego aparecen características como que sea buena administradora del hogar (15% de los hombres y 12% de las mujeres así lo creen) y que sea buena ama de casa (14% de ellos y 13% de ellas le conceden gran valor).

Más al final de la lista, se observan otras características con menos peso en la opinión, como “que sepa cocinar”, “estabilidad económica” y “que sea madura”. Interesantes indicios de resabios de machismo.

“Estos datos realmente nos hablan de las diferentes expectativas y visiones de hombres y mujeres. Ya lo decía la socióloga feminista estadounidense Jessie Bernard, que en todo matrimonio había en realidad dos matrimonios: el de ella y el de él, y que eran diferentes”, asegura Sagot.

Está claro que hay quienes no saben qué buscan en un prospecto de pareja, pero incluso para aquellos que tienen la brújula calibrada, la tarea puede ser difícil, según se desprende del mismo informe.

Del total de consultados, el 61% (incluyendo hombres y mujeres) afirma que a ellas les resulta difícil encontrar al hombre apropiado. “Esa mayor incapacidad de los hombres para entender las expectativas de las mujeres podría ser un factor que le complique la vida a ellas. Eso explicaría por qué las mujeres, en mayor proporción, afirman que es difícil hallar pareja”, comenta Sagot.

La opinión no varía mucho cuando es vista desde la otra acera. La pregunta comparativa era esta: “¿En Costa Rica, es fácil o es difícil que el hombre encuentre la mujer apropiada para que sea su pareja?”. Más de la mitad de los hombres y mujeres entrevistados (58,1%) contestó que lo considera difícil.

El porcentaje resulta interesante y hasta un poco contradictorio al ponerlo junto al 50,6% que opina que en el país “hay más mujeres jóvenes interesantes para formar pareja que hombres jóvenes con las mismas condiciones”.

¿Y Cupido?

Hace tres semanas, un grupo llamado Encuentros en Costa Rica realizó una actividad en un hotel del centro de San José con la finalidad de facilitar esa búsqueda de pares que a algunos se les convierte en una odisea.

Federico Egea, uno de los organizadores del encuentro, explicó que esa especie de reuniones responden a una necesidad social. “La base de nuestra sociedad está pasando por una crisis que pocas veces se ha visto; hay un deterioro de la familia y pocas relaciones afectivas entre las personas.

“La idea es que la gente rescate su salud mental: tener una relación de pareja da felicidad, pues la compañía y los amigos ayudan a las personas”.

Aquella noche, era imposible que los centros de mesa pasaran inadvertidos: tenían un par de globos con helio en color carmesí y otros dos en blanco, y juntos se contoneaban al unísono, levantándose de forma coqueta. Parecía que Cupido hubiera decorado el lugar, aunque al final hubo pocos indicios de que San Valentín llegara a la reunión.

Este era un encuentro para solteras, viudas y divorciadas; también para solteros, viudos y divorciados. El problema es que había más de ellas que de ellos (en aplastante desproporción). En total, no se sumaban ni medio centenar de asistentes, pese a que hubo publicidad anticipada tanto en el mundo virtual como en el de carne y hueso.

Era sábado por la noche. A las 8 p. m., la cantidad de asistentes en el lugar se podía contar con los dedos de una mano. A las 8:30, todavía éramos pocos, y cerca de las 9 p. m., cuando ya la “hora tica” había llegado a su límite, era evidente que la cifra no iba a variar significativamente. “En dos platos”, el encuentro pintaba desalentador.

El salón –amplísimo– tenía preparadas mesas y sillas para unas 200 personas. Mas la mayoría no se usaron en toda la noche.

La acentuada diferencia entre la cifra de hombres y la de mujeres impidió que se hiciera la dinámica planteada originalmente.

El plan inicial era que, en que, en un mismo espacio, se hiciera una seguidilla de “microcitas” en tiempo récord. Se suponía que los participantes debían intercambiar de interlocutor cada cierto número de minutos, algo que inglés se conoce como speed dating.

“El método que empleamos es simple: las personas se sientan en una mesa redonda, diez en cada una, y durante el lapso que les definimos, conversan unas con otras sobre temas escogidos por nosotros. Así se les facilita el mostrar lo mejor de sí mismas”, explicó Egea días después de la actividad.

El ingeniero, quien está casado, agregó que “pasado este tiempo, se cambian las posiciones y los participantes tienen la oportunidad de conocer a los otros. “Con este modelo tan dinámico, las personas logran determinar con quiénes hay mayor empatía y logran hacer amigos. Luego, cada quien es libre de escoger cuál persona le agrada y decidir si desea continuar cultivando esa amistad”.

Dentro de una carpeta de color rojo, un papel explicaba la metodología que se iba a seguir y además daba valiosas recomendaciones a los presentes, consejos muy apropiados para la ocasión: “Venga preparado para pasar un buen rato”... “Sonría, este simple gesto lo hará mas atractivo para el sexo opuesto y para los demás en general”...

A pesar de la escasa participación, desde el inicio hubo bocadillos y una interesante conversación que discurrió entre desconocidos.

¿Los temas que estuvieron sobre la mesa? La plática empezó por el intercambio de experiencias personales –o más bien inexperiencias– en aquel tipo de encuentros. Nadie había participado en una actividad de esta índole, incluido quien escribe estas líneas, que esa noche asistió con disfraz de “incógnito”.

Brechas de edades

Aquella noche había solamente siete hombres en el salón del hotel; en contraste con unas 40 mujeres.

Tal desproporción podría utilizarse para demostrar el asidero que tiene en la vida real el dato ya mencionado: las mujeres sostienen que les resulta difícil hallar a un hombre con quien formar pareja.

El promedio de edad entre los presentes no bajaba de los 40 años. También había adultos mayores y mujeres que apenas rozaban la etapa de adulto contemporáneo; pero jóvenes.... ¡ni uno!

En los anuncios no se mencionaba un posible “público meta” de la actividad, pero era evidente que los más atraídos por la convocatoria eranprincipalmente “señoras” y, en menor medida, “señores”.

Ante esta observación, no estaba de más salir de una duda: ¿Qué pensaban algunos de las presentes sobre las parejas constituidas por personas con una acentuada diferencia de edades?

Después de rumiar el asunto en silencio por algunos segundos, el consenso fue: “Depende... podría ser”.

Si bien la respuesta dada no era concluyente, el estudio de Unimer sí recalca una clara tendencia de opinión respecto a este tema: el 65% de los consultados no reprueba que en las parejas haya marcadas diferencias etarias, incluso cuando la brecha sea de más de 20 años entre uno y otro. Lo contrario lo opina un 32% de la muestra, que sí se opuso a ello.

En criterio de Rocío Solís, psicóloga del Ministerio de Educación Pública, la edad importa, únicamente, en la medida en que ambos le den importancia o no manejen bien esa brecha.

“No habrá problemas si ambos toman decisiones coherentes con su edad y actúan de manera inteligente en función de sus planes, expectativas y deseos”, razonó.

La especialista recomienda a quienes tengan esta situación, prestar cuidado para que su relación no se torne maternal o paternal. “No vaya a ser que el mayor tienda a guiar a la otra persona según su experiencia, porque entonces los roles se pueden confundir y hay riesgo de que el vínculo entre ambos no madure y sea el adulto de mayor edad quien monopolice la relación”.

¿Casarse o juntarse?

Otro de los rubros evaluados en el estudio fue la posición que existe en torno al matrimonio.

La respuesta mayoritaria en todos los estratos y rangos etarios es que el costarricense prefiere casarse, más que vivir en unión libre (un 58% contra un 30%). Un 5% opina que es mejor vivir primero con la pareja y después casarse, mientras que un 4% de los entrevistados prefirió no responder.

La psicóloga Solís asegura que “esta visión replica el patrón cultural existente, según el cual hay que formalizar la relación a través de papeles o de la Iglesia”.

Tras analizar con cuidado las respuestas dadas a esta consulta, la socióloga Montserrat Sagot menciona con interés el hecho de que exista un porcentaje significativo de personas con educación primaria (33%) que opine que es mejor convivir juntos que casarse.

“Esto responde, más que a una simple opinión, a una práctica común en ciertos estratos sociales. En Costa Rica, se casan mayoritariamente las personas de clase media-baja, media y alta. Los sectores populares tienden más a la unión libre y a otro tipo de arreglos familiares, y así lo reflejan los individuos con menor grado de educación y los de las zonas rurales”, explica.

Datos brindados en enero por el Registro Civil indican que, de los 25.021 matrimonios inscritos en Costa Rica en el 2011, solo 6.263 se hicieron por la Iglesia Católica, mientras que 18.325 (cerca del 75%) fueron civiles y 433 se celebraron en el extranjero.

Comparada la cifra de matrimonios constituidos con respecto a la de años anteriores, resalta el hecho de que hubo 2.109 bodas menos que en el 2009.

Ahora bien, el estudio es claro en señalar que el apoyo a la figura del matrimonio aumenta cuando llega un hijo. De los consultados, el 64% piensa que la pareja debe casarse cuando hay un hijo de por medio, mientras que el 18% se inclina por seguir en unión libre. También hubo un 17% que opinó que “daba lo mismo”.

Y los que se casan, ¿a qué edad deberían hacerlo? El 62% de los entrevistados, tanto hombres como mujeres, respondió que la mejor edad es entre 25 y 30 años. En segundo lugar se ubican quienes apoyan la idea de un matrimonio más tardío (entre los 31 y 35 años), con un 14% de opiniones favorables.

A Sagot le llama la atención el dato y añade que “con esos porcentajes tan altos, es probable que se mantenga aquella vieja creencia de que si las mujeres no se han casado a los 30 años, probablemente se quedarán ‘solteronas’”.

Pero no todo huele a antaño. Algunas prácticas y conductas parecen estar cambiando, según lo sugiere este estudio. La mayoría de la gente consultada (el 45%) opina que, al salir en pareja, los gastos deben compartirse, de modo que a veces pague el hombre, y a veces la mujer.

Visto desde el extremo opuesto, sigue habiendo un 37% de personas (hombres y mujeres) cuya opinión es que son los hombres quienes siempre deben pagar las salidas.

Tal vez por eso es que muchos de ellos creen que a las mujeres les interesa sobremanera la estabilidad económica del varón. Pero no. Ya lo dijimos: “Lo mejor es que sean bien portados”, insisten ellas.