La familia que soñó con tener un circo... ¡Y lo levantó en Purral!

¿Qué hace a una familia dejar la estabilidad para aventurarse a levantar su propio circo? En medio de la pandemia, los Seas Montero construyeron la carpa en la que hoy se realizan como payasos y malabaristas. Pase adelante y conozca el Circo Narices Rojas

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¿Dónde puede conseguir trabajo un payaso? Pues en un circo, obvio. Pero Tuto, el protagonista de nuestra historia, no encontraba dónde trabajar hasta que se topó por casualidad con una hermosa carpa de circo. Imponente, de colores blanco y rojo, iluminada con luces gigantes: allí estaba, en Purral de Goicoechea, ese lugar mágico que por tantos años idealizó en sus sueños más locos.

Tuto entró a la carpa. No podía creer lo que veían sus ojos y se podía sentir la alegría y la ilusión que el circo provoca. Tuto estaba en su paraíso.

Preguntó si había un trabajo para él. Es un payaso todo terreno: hace malabares y magia, cuenta chistes, tiene esa estrella que encanta a los niños y a los grandes; también sabe barrer y es fuerte para cargar cosas. Tuto tiene mucho ímpetu y toda la buena actitud. Y aunque no siempre le salen bien las cosas, al final de cuentas consiguió lo que tanto anhelaba: hacer reír y eso ya valió toda la pena del mundo.

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Tuto y el Circo Narices Rojas, ese que tiene la carpa en Purral, son el sueño hecho realidad de una familia costarricense que con esfuerzo, empeño y trabajo logró lo que para muchos podría ser una locura: montar su propio circo.

No fue nada fácil, por supuesto. Como muchos emprendedores, ellos pudieron haber montado un negocio más convencional o bien seguir dedicados a la venta de artículos hechos en madera, pero no, el circo era lo que querían y al circo le apostaron todo.

Los Seas Montero son los verdaderos protagonistas de este cuento que está lleno de altos, bajos, dolores de cabeza, alegrías y tristezas y, por supuesto, una pandemia que les puso todavía más cuesta arriba el alcanzar su meta. Pero si algo tiene esta familia es que es luchadora y se la cree.

Un par de horas antes de la función de un viernes de diciembre, Tuto, perdón, Marco Seas, nos atendió para presentarnos a su bebé más pequeño: el Circo Narices Rojas. Sí, es un miembro más de su familia, el más reciente en ser parte de la vida de estas personas que, como pocos en el mundo, tienen su propio circo.

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El Circo Narices Rojas está ubicado en Purral de Goicoechea, contiguo a la clínica Asembis. Las funciones son viernes a las 7 p. m. y sábados y domingos a la 1, 4 y 7 p. m.

Los boletos cuestan ¢5.000 (adultos) y ¢3.500 (niños y adultos mayores). En el lugar hay servicio de parqueo y venta de alimentos empacados.

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Marco, su esposa Ana Patricia Montero y sus hijas Michelle, Francini y Janna, son los pilares de Narices Rojas.

La locura comenzó en Marco hace unos 18 años, cuando Tuto nació. Por esas casualidades de la vida, Marco se topó con una escuela de payasos en nuestro país. “Le dije a mi esposa que me iba a apuntar. Tenía temor y desconfianza, pero lo hice”, recordó este hombre quien para ese entonces trabajaba como mensajero en una empresa.

Cuando llegó a la primera clase la maestra le dijo: “¿Usted es el payaso nuevo?”. El impacto en Marco fue directo porque como él mismo dice, la palabra “payaso” es muy fuerte. Por un lado en muchas conversaciones se le da una connotación peyorativa, pero si se ve desde otra perspectiva, el trabajo de hacer reír es uno de los más serios que hay, pues eso de sacar sonrisas no es nada fácil.

“Yo me puse rojo y le dije que no, que iba para que ella me analizara, pero que por favor me dijera que yo no servía para eso. Cuando lo dije, la gente que estaba en la clase comenzó a reírse y a aplaudir. Dije: ‘Perdón, no estoy vacilando’ y más se reían”, narró.

Y el amor nació: Tuto llegó a la vida de Marco.

Pequeños pasos

Tuto ya estaba deseoso de trabajar y Marco de darle el espacio a lo que él consideraba su pasión. Así fue como en familia comenzaron a trabajar en animación de fiestas de cumpleaños, tés de canastilla y toda reunión a la que los contrataran. El payaso les ayudó a redondear los ingresos de la casa para sacar adelante a las hijas con sus estudios.

Entre semana, Marco seguía siendo mensajero y los fines de semana él y su esposa se transformaban con maquillajes, zapatos gigantes y, por supuesto, narices rojas. Eran épocas duras porque aunque había mucho por hacer, llegó un momento en el que Marco se enfermó por el exceso de trabajo. Él tuvo que tomar una decisión muy dura que a la postre se convirtió en la mejor de su vida.

Vieras que no supe en ese momento cuán loca iba a ser la idea. Eso es como cuando alguien empuja un carro de bajadita y no sabe cuánta velocidad va a agarrar

— Marco Seas, payaso Tuto

“Un doctor amigo me dijo que tenía que renunciar al payaso porque no iba a durar. En la empresa donde laboraba tenía seis años, pero ganaron los seis meses de payaso, así que renuncié”, afirmó.

Cuando presentó la carta de renuncia, la compañera que le hizo la liquidación le dijo algo que lo marcó definitivamente: “Usted se va a morir de hambre con el payaso y va a volver a aquí a pedir su trabajo de nuevo”. Desde ese día Marco no supo más de la empresa, nunca más volvió y hasta el día de hoy no se arrepiente de la decisión que tomó hace 18 años. En el camino, Tuto ya ha visitado más de 12 países, estudió, se preparó y arrastró a su familia con él.

El trabajo comenzó a aumentar y ya hasta los días entre semana Tuto tenía presentaciones en escuelas, empresas y muchos otros lugares. Así fue como el resto de la familia tuvo que meterse de lleno en “la payasada” porque se requería todo el apoyo para sacar adelante la empresa.

Ana Patricia también se vestía de payasa, pero ella es de un carácter más serio, entonces era la payasita regañona. Las hijas comenzaron a hacer animales con globos, pintacaritas, hula-hula y malabares. “Las fui formando poquito a poco. Nos volvimos una empresa familiar de cinco artistas haciendo de todo un poco; eso a la gente le gusta porque les da seguridad al vernos trabajar juntos”, agregó Marco.

La ilusión seguía creciendo y Tuto quería aprender más, así que en el año 2015 se aventuró para estudiar Clown en Barcelona, España. Tomó las maletas y dejó por ese tiempo a su esposa y a sus hijas, todo por las ganas de mejorar.

La escuela estaba ubicada en un pueblito muy pequeño. Allá Marco se empunchó a estudiar, y conoció lo que realmente se vive en el circo porque además de llevar el curso, los aprendices tenían que ayudar en los quehaceres de la carpa: lavar, limpiar, cortar leña, cocinar. “Aquello fue increíble, era muy militar”, recordó con orgullo y cariño.

A su regreso a casa Marco venía embelesado por todo lo que aprendió. Se los contó a su esposa y a sus hijas, quienes para ese tiempo ya habían terminado los estudios. Les narró las aventuras y todo lo que había aprendido, era tanta la emoción que se las contagió y así, en familia, se propusieron el proyecto de ir todos juntos a Europa a estudiar artes circenses.

La familia siempre se ha manejado dentro de una costumbre ahorrativa, así que fue fácil para ellos lograr juntar el dinero para viajar. La decisión la tomaron en el 2015 y el viaje se lo propusieron para el 2019. “Les di una alcancía y les dije que si ellas echaban ¢100, yo ponía otros ¢100. La más viva me dijo que si ponía ¢5.000 yo tenía que poner ¢5.000. Así ahorramos para el viaje de los cinco”, recordó Marco.

Además del ahorro, alquilaron la casa donde vivían para sumarle al dinero. Durante un tiempo vivieron en la casa de la mamá de Marco: los cinco dormían en la sala y antes de viajar se instalaron unas semanas en la casa de un tío, en Guanacaste.

Se fueron por tres meses a Europa a buscar sus sueños. En ese viaje visitaron España, Francia, Suiza, Holanda, Bélgica e Italia. Mientras estudiaban aprendieron habilidades como la cuerda floja y trapecio, también participaron en diferentes actividades y cuando tenían tiempo libre hacían circo callejero para ayudarse en los gastos.

¿Y por qué no me construyo yo un circo?, le dije a mi esposa. Ella contestó: ‘Será de Dios que tenga un circo’”

— Marco Seas, payaso Tuto

Incluso, Marco recordó que en varios lugares en Europa se puede hacer lo que llaman reciclaje, que es ir a las tiendas a la hora del cierre y recoger artículos y comida que ya no se va a vender. “Mira, tengo dos peras que están deformes, o tengo un pescado que vence mañana, nos decían. Así también nos apoyábamos con las comidas”, contó.

El sueño estaba tomando forma. Era incluso un sueño que en algún momento del 2013 Marco desechó, cuando le dio prioridad a sus hijas y a su esposa. Asegura que ese año tuvo la oportunidad de hacer una prueba para ser parte del Circo del Sol, pero no la hizo porque las niñas estaban pequeñas y lo necesitaban.

“En el 2015 les escribí, me excusé y les dije que antes no estaba preparado, pero me respondieron que esa oportunidad solo se daba una vez en la vida. Entonces le dije a mi esposa: “¿Y por qué no me construyo yo un circo?”.

“Será de Dios que tenga un circo”, respondió Patricia.

¿Por qué no me construyo un circo?

A finales del 2019, cuando llegó de su viaje de estudios y aventuras por Europa, la familia se propuso montar su propia carpa de circo.

Paso a paso fueron armándose. De hecho traían desde Europa una máquina especial para coser las lonas de la carpa. “Vieras que no supe en ese momento qué tan loca iba a ser la idea. Eso es como cuando alguien empuja un carro de bajadita y no sabe cuánta velocidad va a agarrar”, dijo Marco.

¿Qué se necesita para levantar una carpa de circo? Bueno, lleva hierro (y Marco sabía soldar: solucionado), necesita madera (él estudió ebanistería, tenía conocimientos: solucionado) y lona (el hermano de Marco pega lonas y trabaja en impresión digital: solucionado).

Se necesita electricidad (Marco sabe de instalaciones elécticas, sabe sobre positivos, negativos y tierra, también sobre empalmes: solucionado).

Y así, todos pusieron un poquito para armar el circo que además de la carpa tiene dos torres de hierro que la sostienen, una instalación eléctrica que la ilumina, un escenario donde se hace la magia, telones y una gradería que puede recibir a 200 personas. Y como si fuera poco, se puede desarmar para llevarla a cualquier lado del país... y ese es el próximo sueño que la familia Seas quiere cumplir.

Claro que todo lo que se construyó requería de una inversión y volvemos a lo ahorrativos que son los Seas.

Pero en medio de la construcción cayó la pandemia.

Chorreadores de café y pancito

“En diciembre del 2019 me dice una sobrina: ‘Tío, ¿usted sabe que hay un virus?’ Y nosotros no teníamos ni tele porque lo habíamos vendido todo, entonces no sabíamos nada”, contó Marco.

Los Seas siguieron con la construcción de la carpa, porque no se imaginaban todo lo que la covid-19 iba a acarrear. Igual que muchos, pensaron que era algo pasajero.

Su idea era iniciar con las funciones en el 2020, pero la pandemia se los impidió y ya lo ahorrado se había gastado.

“Para no perdernos, para no desilusionarnos, seguimos trabajando en la carpa todos los días porque igual había mucho que hacer. Eso fue lo que nos salvó en el aislamiento”, dijo Marco.

Para mantenerse, como no podían darle arranque al circo, Marco echó mano de sus conocimientos en madera e hizo artículos para vender, como chorreadores, mayordomos de cocina y hasta botiquines. Con una carretilla iba por las calles vendiendo sus productos. Además, habían sembrado una mata de chayote y hasta eso vendió. Mientras tanto, sus hijas hacían pan casero dulce y salado y galletas para ayudarse.

Un tiempo después, Marco consiguió trabajo en una compañía de dulces como impulsador, algo que se le facilitó por sus habilidades artísticas. Mientras trabajó ahí, pudieron ahorrar más.

Cuando la situación sanitaria se los permitió, el Circo Narices Rojas comenzó con todo el trámite de permisos y logística para abrir su carpa. El terreno donde actualmente se encuentra el circo es alquilado, así que hubo que realizar muchos trámites con entidades como la municipalidad, Cruz Roja, Fuerza Pública, Bomberos y el Ministerio de Salud. También cuenta con poliza de seguros.

“Si yo hubiera averiguado los de los permisos antes de empezar a construir, no construyo nada. Pero Dios sabe cómo lo hace todo porque cada entidad se maneja diferente”, comentó Marco.

Cada vez que Marco llegaba a una institución a preguntar qué debían presentar, era un vacilón. “Hola buenas. ¿Sí qué necesita? Mire, es que vamos a montar un circo. ¿Un qué?”

Incluso, ante el levantamiento de la carpa en Purral, se enfrentaron a los señalamientos de vecinos y alguna que otra molestia por la presencia del circo en el lugar.

“Un día pasó un carro todo elegante. Abrió la ventana y le gritó a mi hija: ‘Lárguense de aquí’”. Después de eso llegó un funcionario de la municipalidad a pedirles los permisos, recordó Marco.

Otro día una señora se acercó a ellos y les expreso su preocupación por el ruido, aunque no habían empezado las funciones. Marco le explicó que tenían permiso hasta las 10 p. m., pero que ellos son padres y entienden que los niños duermen temprano, así que se propusieron terminar los shows a las 9 p. m.

Más sueños

La idea de Narices Rojas es pasar diciembre en Purral, pero apuntan a viajar a todo el país para llevar sonrisas a muchas comunidades. La misión es extender su espectáculo a lugares donde nunca han llegado payasos y mucho menos circos.

“Me ha pasado muchas veces que llegan personas mayores a darme un abrazo y me dicen que es la primera vez que viven la experiencia de un circo”, afirmó.

Entre los planes está comprar un bus para modificarlo y hacer un camper para vivir y viajar con su carpa.

Por el momento en el circo hay 11 artistas, cinco de ellos son los Seas. A la familia los acompañan Alexis Nieto, que hace acrotelas; el trapecista Tony Dainer; Jessi y Cali, quienes hacen contorsionismo, e Isa y Chris en las acrobacias cuerpo a cuerpo.

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El trabajo de Tuto es todo lo que siempre anheló. Fue subiendo de puesto gracias a sus ganas. Primero comenzó barriendo el circo. Después fue acróbata y encantó con sus habilidades en los malabares y en el equilibrio. Terminó siendo un gran mago que asombró a todos con sus trucos.

Ahora, Tuto ya es una parte importante de Narices Rojas, tanto que para esta época es una pieza fundamental del próximo show que estará inspirado en Cuento de Navidad, la historia escrita por Charles Dickens que narra la vida del señor Scrooge, un hombre de corazón duro al que le disgusta la Navidad.

Habrá que esperar a ver qué le tiene preparado Tuto al señor Scrooge y convencerlo de que esta es la mejor época del año. Eso sí, para que el corazón de este hombre se ablande, Tuto necesitará la ayuda de muchos niños y de sus papás, así que por qué no se animan en familia para visitarlo y apoyarlo.