La esperada agonía de las terapias de conversión sexual

En 1990, la homosexualidad dejó de ser catalogada por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad. Aún así, pasan las décadas y algunas partes del mundo se resisten a dejar de ver una preferencia sexual como una fractura que necesita reparo

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Esta pieza complementa la publicación: En las garras de las terapias de conversión sexual

El filme Corazón borrado trajo de nuevo (si es que se ha ido alguna vez) la discusión sobre las terapias para “deshomosexualizar” personas.

En la película —basada en el testimonio verídico y publicado por el estadounidense Garrard Conley— se relata el sometimiento de un muchacho a una supuesta clínica que realiza terapias para eliminar el deseo sexual de hombres que se sienten atraídos por personas de su mismo sexo.

En el caso de Conley, la terapia lo hizo atravesar facturas físicas y médicas (tratamientos con pastillas para supuestamente “remover” algo que estaba mal) con tal de encontrar una falsa sanación y poder regresar a casa con la familia que pretendía desconocerlo hasta su redención.

Han pasado casi treinta años desde que la Organización Mundial de la Salud dejó de catalogar la homosexualidad como una enfermedad (el caso de Conley sucedió a comienzo de siglo) y aún así en ciertas áreas del mundo se forman supuestos especialistas que dicen sanar algo tan simple como amar a otra persona.

Aunque muchos prefieren fechar el comienzo de las terapias de conversión en el siglo pasado, existen antecedentes aún más lejanos sobre intentos de supuesta corrección de identidad.

Entre esos pasajes se devela el tratamiento de hipnosis que realizó el psiquiatra alemán Albert von Schrenck-Notzing para finales de 1800. El estudioso aseguró que había sanado a un paciente que presentaba impulsos homosexuales.

Esta premisa de curación y renovación de identidad fue adaptada ampliamente a raíz del conductismo, corriente filosófica que se centra en estudiar las leyes del comportamiento.

Uno de los casos clásicos sobre conductismo es la conocida caja de Skinner en la que un doctor (de ese apellido) construyó una cámara en la que los animales sentían estímulos según sus acciones.

Skinner planteó el experimento para que los animales relacionaran una palanca con el fin de obtener comida. Por ejemplo, cada vez que un ratón presionaba la palanca, se le recompensaba.

Esa idea fue vista como un paralelismo contra homosexuales, lo que derivó en terapias de electrochoques en las que pacientes sufrían descargas al ver imágenes que podían dar a luz deseo por otra persona de su mismo sexo.

Para la Segunda Guerra Mundial, el nazismo fue más allá y comandantes tomaron la decisión de inyectar tubos de testoterona cocidos a las ingles de hombres homosexuales. Por su parte, las mujeres lesbianas eran violadas por soldados para que “corrigiesen su problema” con alguien del sexo opuesto.

Naturalmente, estas ideas tomaron vuelo y llegaron a ser planteadas con la formalidad que da una institución asentada.

Una de las instituciones más populares sobre terapias de conversión es Journey into Manhood (Viaje a la virilidad), fundada por David Matheson en el 2002. Curiosamente, el pasado enero, Matheson sorprendió al mundo al dejar a su esposa de hace 34 años y declararse abiertamente homosexual.

Para esas fechas también se dio a conocer que en México aparecieron clínicas con el nombre de Venser, que promocionaban a psicólogos cristianossanadores de homosexuales. En Google la clínica se promociona con mensajes del estilo “Cómo salir de la homosexualidad” y “¿estás interesado en quitarte el sentimiento de atracción homosexual?”. Incluso, han creado redes en WhatsApp para lograr su cometido.

Otra de las grandes organizaciones que promueve las terapias de conversión es Narth, que en sus siglas en inglés significa Asociación Nacional para la investigación y terapia de la homosexualidad, fundada en Estados Unidos a comienzos de los 2000.

Este ente, que surgió como una respuesta casi inmediata después del anuncio de la Organización Mundial de la Salud sobre la homosexualidad como no enfermedad, continúa ejerciendo bajo otro nombre: ATCSI, que significa Alianza para la integridad científica y la escogencia terapeútica.

En paralelo a estas instituciones, el mundo también ha reaccionado en denuncia a estos tratamientos.

Uno de los más destacados fue Malta, país considerado con mejor legislación para asegurar los derechos de las personas homosexuales.

Este país fue la primera patria europea en prohibir las supuestas curas a la homosexualidad, acto que se declaró a comienzos del 2016.

Bajo su ley, cualquier persona culpable de intentar cambiar la orientación sexual de una persona se enfrenta a una multa y penas de prisión.

Más recientemente, en marzo pasado, el gobernador de Puerto Rico Ricardo Rosselló prohibió las terapias de conversión para menores de edad. El proyecto dio inicio con el propósito de vetar la terapia de conversión ejercida por médicos certificados y por instituciones religiosas que reciben financiamiento del Estado.