Inmersión en dos aguas

La española Paola Tirados aprendió que en los deportes de alto rendimiento HAY QUE SABER SUFRIR, pero también supo identificar el momento en que había que exigir un alto.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Los entrenamientos dentro de la piscina podían extenderse hasta ocho horas cuando se avecinaba alguna competición. “Casi me sentía mejor dentro del agua que fuera de ella”, comenta la española Paola Tirados, quien le dedicó más de dos décadas de su vida al nado sincronizado.

“En Canarias (donde nació) todo el mundo tiene que saber nadar y yo, con cinco años de edad, ya dominaba tres estilos diferentes de nado”.

Primero se sumergía como si aquello fuera apenas un divertido juego infantil; a los ocho años debutó en un torneo y a los 10, saboreó la victoria por primera vez, al hacerse campeona en cuatro modalidades diferentes.

Siguió el tiempo y Paola convirtió el deporte en su alimento: participó en tres Olimpiadas en dúo o equipo, y logró sumar 36 medallas entre campeonatos absolutos y copas de Europa y el mundo. El nado sincronizado le sabía bien, o por lo menos eso parecía.

“En el deporte de alto rendimiento hay que sufrir”, comenta en el sillón de una cafetería escazuceña, no muy lejos de donde reside desde mediados de noviembre pasado y donde lo hará hasta dentro de algunas semanas, antes de que ella y su esposo, Dimas Wood, alisten maletas una vez más y sigan viajando hacia Suramérica.

Meses atrás ambos salieron de Barcelona con destino a Estados Unidos, donde Tirados se puso la camisa de asistente de entrenadora del equipo nacional, país que falló en su intento por ocupar una de las ocho plazas de equipos para las Olimpiadas de Londres 2012.

“Fue raro ver las Olimpiadas y no estar en ellas después de haber participado en tres ediciones seguidas”, asegura.

Hasta Costa Rica la trajo la curiosidad, así como algunas recomendaciones de amigos. No venía en plan de trabajo, pero la piscina parece llamarla de manera inevitable. Cuando se dio cuenta, estaba asistiendo a la entrenadora del equipo tico, Olga Diakova, repartiendo recomendaciones entre las jóvenes integrantes del equipo nacional.

{^SingleDocumentControl|(AliasPath)/2013-01-06/RevistaDominical/Articulos/RD06-NADO/RD06-NADO-quote|(ClassName)gsi.gn3quote|(Transformation)gsi.gn3quote.RevistaDominicalQuoteSinExpandir^}

Todo iba bien hasta que la escuadra local se quedó sin piscina. Y sin piscina, en este deporte, no hay entrenamientos ni en pintura. “Son muy buenas niñas, pero aquí la inversión para el deporte es muy poca. Es incomprensible que cierren la piscina; es ilógico que compitan en marzo y que no puedan entrenar sino hasta en febrero. Sin condiciones óptimas para desarrollarse, lo que puede hacerse es muy poco”, comenta indignada al referirse a la situación que enfrenta constantemente el equipo costarricense.

En el fondo se siente identificada con esta calamidad: en España sucedía lo mismo cuando Paola apenas comenzaba. “Nadie sabía del nado sincronizado hasta que comenzaron a llegar los triunfos”. Los logros del equipo del que Tirados formaba parte sirvieron para darle exposición a la disciplina. Como aliciente, las deportistas fueron dotadas de becas y el gremio recibió un espaldarazo local.

En otras aguas

Paola Tirados no puede decir con exactitud cuándo se retiró. No hubo despedida ni tampoco fecha de jubilación. El tiempo pasó y pasó desde que ella decidió abandonar el equipo nacional de España en el 2009. Sucede que nunca recibió una respuesta de parte de la Real Federación Española de Natación (RFEN).

Con una carta, concisa pero explícita, la nadadora manifestó su insatisfacción, disgusto y malestar por el trato que recibían ella y sus compañeras en los “entrenos” diarios, bajo la batuta de Anna Tarrés, sempiterna entrenadora desde que España comenzó a crecer en la “sincro”.

Aunque el presidente de la Federación también recibió el texto en el que Paola explicaba por qué dejaba sus prácticas, su grito de alerta no generó más que un profundo silencio.

“Es triste, pero cierto, después de más de 23 años dedicando mi vida al deporte, dando éxitos al país, es así como le dan las gracias al deportista. Los deportistas no somos personas, sino meras máquinas, éxitos y medallas con los que sacarse fotos”, escribió Tirados en una carta pública escrita hace cuatro años.

“Mi carta ha servido para que la gente se entere de lo que sucedía. Hubo muchas cosas que se ocultaban, cosas muy feas que no debían permitirse, y cosas que la Federación no quiso ver porque había medallas. La respuesta fue darle la espalda a la situación y eso no puede ser”, dice ahora.

En setiembre pasado, Paola y otras 14 nadadoras retiradas ventilaron el maltrato y el abuso psicológico que recibían en los entrenamientos de Tarrés, quien, a pesar de lograr numerosos triunfos, utilizaba métodos inapropiados, según sus antiguas pupilas. “¿A qué costo se ganan las medallas?”, se pregunta Tirados en voz alta.

El compilado de textos se tituló Cuando se puede evitar un mal, es necedad aceptarlo, y se dio a conocer el mismo día en que Tarrés fue sustituida luego de que la Federación no renovara su contrato, en setiembre del 2012. “Hasta ahora, España respira deporte sano; ahora las niñas no van a sufrir lo mismo que nosotras”, dice Paola. “Por un tiempo seguí por la ilusión y el amor al deporte. Tal vez pude haber esperado e ir ido a las Olimpiadas de Londres, pero no aguanté más la situación”.

En Pekín, su propia entrenadora le arrebató la medalla de la mano. Por actos como ese, dice haber aprendido lo que no hay que hacer con un deportista.

Las malas y las buenas experiencias fueron aleccionadoras, pero la exnadadora no pretende convertirse en entrenadora en el futuro. Por el contrario, está más apegada que nunca a su segunda pasión: la arquitectura.

“Ahora tengo muchas cosas que hacer con el mismo tiempo que antes pasaba dentro del agua. Ahora soy dueña de mi vida”, dice, satisfecha tras haberse retado a probar en otro ámbito.

Sin pretender retomar las inmersiones, le es inevitable pensar en las piscinas que la vieron crecer como persona, deportista y profesional: “A veces me tiro al agua porque el cuerpo lo echa de menos”.