Fotoensayo: La mirada de Mauren

En la casa de la familia Fonseca Camacho, en Tres Ríos, los sentidos dejaron de tener sentido. Aprendieron a hablar el idioma de las palabras de Mauren, un lenguaje silencioso.

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Fotografías: Abelardo Fonseca / Texto: Esteban Mata y Abelardo Fonseca

Cada mañana, en una casa del cantón de La Unión, Mauren Fonseca Camacho abre los ojos y desde su ventana, ve parte de un mundo que nunca va a terminar de conocer. A través del vidrio, caben un pedazo de cielo y dos árboles de limón. Así ha sido cada mañana, desde que nació hace 34 años. Tres meses después de nacer, un médico informó a la familia que la niña padecía de parálisis cerebral, condición que la iba a acompañar toda su vida. Desde entonces, en la casa de la familia Fonseca Camacho, en Tres Ríos, los sentidos dejaron de tener sentido. Aprendieron a hablar el idioma de las palabras de Mauren, un lenguaje silencioso. Aprendieron a entender sus quejas y a vivir sus alegrías.

"Su vida se desliza en el silencio; su mirada nos lleva a su mundo", afirma su papá, el fotógrafo Abelardo Fonseca. Mauren vive su vida de modo muy distinto a los demás. La parálisis cerebral con la que nació no vino sola, pero la atrofia muscular que la postra y el retardo mental que padece, lejos de afectar la relación con su mamá, Cristina, son situaciones que más bien las unen y, por momentos, las vuelven una misma persona. Lo mismo pasa con María del Milagro, su hermana, cuatro años menor que ella.

Un mundo de cuento

Desde pequeña, se enamoró de la serie animada 'Heidi', basada en el libro infantil que lleva el mismo nombre. Desde entonces, toda la familia vive la historia con ella. Porque su espíritu no termina de encerrarse en su cuerpo. Para su padre, "Mauren da lo mismo que espera todo padre de sus hijos: amor, ternura, lucha, sacrificio, tristezas, alegrías y esperanza...". En este trueque espontáneo de dar y recibir cada día, Fonseca no espera "un beso que ella nunca aprendió a dar", mas hace años lo cambió "por un roce y una sonrisa hermosa".