Estadio Nacional: de cómo nueve empleados se las ingenian para generar ¢100 millones al mes

Contrario a lo que se creería, la Joya de la Sabana no tiene un ingreso fijo por parte del Estado. Ricardo Chacón encabeza un grupo de entusiastas que ha llevado pólvora, motores y grandes convocatorias al inmueble deportivo más relevante del país

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Los recuerdos del título 16 en la historia de la Liga Deportiva Alajuelense se entremezclan cuando Ricardo Chacón, hoy gerente general del Estadio Nacional, trata de hacer memoria.

Por supuesto no olvida que él mismo había anotado de cabeza en el partido de ida de la gran final del torneo de fútbol de Primera División de 1991, en la que se su equipo, Alajuelense, se midió a su eterno adversario, el Deportivo Saprissa. Los manudos habían ganado 2-1 en el Estadio Morero Soto y debían ir a Tibás, a la casa de su archirrival, para dejarse aquella corona, una que se les había escapado por muchos años, pues su título 15 era un recuerdo de 1984.

Lo lograron. Con un tanto de Austin Berry, Alajuelense campeonizó y estampó un momento especial para el liguismo. Chacón, quien es el último jugador en la historia del fútbol tico en haber militado toda su carrera con los erizos, se siente orgulloso de haber aportado a aquella causa, pero recuerda, entre risas, lo curioso de del momento.

Cuando el equipo volvió a su casa, en la Agonía de Alajuela, el estadio estaba abarrotado. Los fanáticos estallaron en júbilo; los jugadores también. La celebración era inmensa.

Aún así, en medio de la algarabía, Chacón debió dar un sorpresivo mensaje a sus compañeros. “Tengo que irme”, les dijo. Apenas eran las 9 de la noche y el festejo recién comenzaba. Pero para él no había vuelta atrás.

Al día siguiente, a las 11 de la mañana, Ricardo tenía un examen de la universidad, específicamente una prueba de Auditoría, uno de los cursos pertenecientes a la malla curricular de Administración de Empresas.

El futbolista llegó a su casa en Heredia, se bañó, encendió la luz de su cuarto y sacó los libros. Se puso a estudiar.

“Pasé la noche recto, pero no fue celebrando en el estadio”, rememora, “pero son cosas que hoy agradezco haber hecho. No le miento: nunca en mi vida me había sentido tan realizado profesionalmente como hoy y eso fue gracias a esas decisiones que tomé”.

Chacón saca del baúl de la memoria esta historia, mientras habla en su oficina del Estadio Nacional. Un rótulo de “Administración” en la entrada indica la seriedad de su puesto: el exfutbolista está a cargo del inmueble deportivo más grande del país, uno que no solo alberga deportes, sino toda clase de espectáculos masivos (conciertos, ferias, shows de motores y actividades privadas, entre una infinidad de eventos).

No es una tarea sencilla. El Estadio Nacional trabaja mediante un fideicomiso, o sea, un acto jurídico de confianza en el que una persona entrega a otra la titularidad de unos activos. En este caso, el ICODER (Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación) en conjunto con el Banco Nacional mantiene el fideicomiso para la administración del recinto.

A través de esta gestión, Chacón es la cabeza administrativa de la llamada Joya de la Sabana. Él y ocho personas más deben encargarse de generar los ingresos necesarios para el mantenimiento de las instalaciones y, en el mejor de los casos, producir utilidades (es decir, el porcentaje de ganancias que quedan en la institución después de descontar inversiones e impuestos).

Contrario a lo que se podría creer, el Estadio Nacional no cuenta con un ingreso por parte del Estado. Nunca ha sido así, a excepción del 2020 y el 2021, cuando el gobierno giró un presupuesto para el mantenimiento del recinto ante la sequía de espectáculos públicos provocada por la crisis sanitaria.

Es así cómo, desde dos oficinas del estadio, nueve personas tienen la responsabilidad de hacer que los años no pasen por encima del recinto y, por el contrario, mantener la obra, donada por el gobierno chino, en plenitud de condiciones.

La labor no es sencilla y se nota con solo chequear los libros de actas de Chacón. Ahí se leen intimidantes datos sobre los gastos del recinto como, por ejemplo, en enero del 2023 se pagó de factura por agua ¢13 millones y de electricidad ¢10 millones. Otro dato impresionante es que recientemente pintaron la parte interna del estadio, lo cual costó ¢40 millones; también se cambiaron las butacas y la factura refleja ¢25 millones. Para salir “bien”, el Estadio Nacional debe generar al menos ¢100 millones al mes.

¿Cómo autogestionarse para cumplir una meta tan elevada? “Todo se trata de tomar riesgos”, asegura Chacón.

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Así es el Estadio Nacional

Acá algunos datos sobre la Joya de La Sabana

    INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.

Tarea titánica

En su oficina, Ricardo Chacón tiene varios “altares”. Uno –el más importante, en sus palabras– está justo detrás de su escritorio. Es un altar al Jesús de la Misericordia, con distintas postales cristianas y un rosario. Del otro lado de la oficina hay todo un espacio dedicado al Real Madrid: allí hay un balón de colección, tazas, una recreación a escala del Santiago Bernabeu y una cerámica donde se lee “soy hincha del Real Madrid”.

En frente de esta conmemorativa madridista, Chacón guarda cuatro tazas: una de la Liga Deportiva Alajuelense, otra del Deportivo Saprissa, del Club Sport Cartaginés y del Club Sport Herediano. Es una forma de reafirmar que, más allá de su carrera como defensor manudo, no hay favoritismos desde su puesto.

“Asegúrese que salgan las cuatro”, le dice vacilando al fotógrafo de La Nación.

El fútbol siempre ha sido el amor máximo de Ricardo. De hecho, cuando era jugador activo, tenía el miedo de alejarse de las canchas y del deporte cuando le llegara el día de colgar los tacos. Siempre le había interesado la administración, cuenta, y mientras entrenaba con los erizos sacaba tiempo para ir, poco a poco, sacando la carrera de Administración de Empresas con énfasis en Mercadeo.

Una vez que se retiró, Chacón puso en práctica sus estudios. Fue gerente deportivo de Alajuelense, después pasó al mismo puesto en Herediano, luego en Saprissa y también en el desaparecido equipo de Santa Bárbara.

Después, fue Director de Selecciones Nacionales de la Federación Costarricense de Fútbol, de donde guarda un bello y conocido recuerdo que está colocado en lo más alto de su oficina: una foto grupal donde aparece junto con los seleccionados que hicieron la proeza en el Mundial Brasil 2014, donde Costa Rica alcanzó los cuartos de final de la competencia.

“Sé que he estado en lugares privilegiados, me ha hecho muy feliz todo lo que he vivido, y justo por eso siento que debo devolverle al país todo eso con mucho trabajo y esfuerzo”, cuenta.

Esa reflexión de vida le llegó en enero de 1996, en una historia que suele contar. En esa oportunidad conoció a un niño con cáncer y aquel encuentro lo marcó para siempre. Desde entonces, se dedicó a mover cielo y tierra para fundar el hoy tradicional evento de 90 Minutos por la Vida, que incluye partidos de fútbol entre los principales clubes del país y cuya recaudación se destina completamente a la lucha contra el cáncer infantil.

A partir de allí, Chacón supo que un estadio podría albergar de todo; que valdría la pena arriesgarse a hacer eventos distintos que le puedan traer felicidad a la sociedad. Por eso, cada día llega a las seis de la mañana a su oficina pensando qué “locuras” podría hacer.

Desde que llegó el exfutbolista a la gerencia, en diciembre del 2014, el estadio se ha abierto a espectáculos que antes parecían imposibles ahí. Por ejemplo, los eventos con deportes de motor: los X-Knights, un show de motociclismo extremo, estaba vetado de realizarse en este recinto por temor a llenar la gramilla de arena y montículos. Lo mismo con los Monster Jam, extravaganzas con colosales vehículos todo terreno que requieren de un montaje especial para no deteriorar la gramilla natural.

Otra novedad bajo la gestión de Chacón es el uso de pólvora de proximidad a la cancha, un requisito que piden muchos artistas cuando vienen a Costa Rica. “Si tenemos un estadio de primer mundo hay que usarlo como tal”, refiere el administrador.

“Por supuesto da temor aceptar hacer algo así en el estadio, el cual es un bien público que nos pertenece a todos y no se puede dañar”, dice, “pero justamente, por ser de todos, es necesario que sea abierto a todos los gustos. Que no haya límites. Yo acepto las responsabilidades cuando asumimos estos riesgos”, agrega.

Las “locuras” son llevadas a otros extremos. Por ejemplo, en marzo del 2022 hubo en el Nacional dos conciertos de Coldplay y, seguidamente, dos fechas de un torneo internacional de rugby. También, en noviembre pasado, hubo concierto de Bad Bunny un jueves, de Eros Ramazotti el viernes y semifinales del torneo nacional de fútbol el sábado y el domingo.

Habitualmente, el estadio josefino dura dos días en limpiarse por completo pero, para estas ocasiones, el equipo de mantenimiento, junto a los colaboradores de limpieza subcontratados por el evento de turno, debe dejar el recinto impecable en muy poco tiempo, lo que implica largas jornadas.

“Por supuesto no es que hay gente que se quede sin dormir”, asegura Luis Carlos Valenciano, jefe del departamento de mantenimiento. “Son procesos que ya hacemos en automático; nos organizamos y nunca hemos entregado el estadio en mal estado para el siguiente día”.

Valenciano llegó al Estadio Nacional en el 2016. Cuenta que, desde que dejó su currículum en las oficinas administrativas, tuvo un buen augurio: estaba confiado con que conseguiría un puesto en un lugar soñado. “Yo aquí soy feliz”, cuenta.

En tanto, Ricardo Chacón pasa sus días entre reuniones, firmando actas, supervisando, aprobando facturas, guardando secretos de shows que ocurrirán en el futuro (ya prácticamente el calendario del 2023 está lleno de reservas para eventos todas las semanas) y chequeando que en la infraestructura no haya ni un detalle que se pase por alto.

Valenciano, por su lado, hace mancuerna con Chacón: se encarga de programar los montajes y desmontajes, verificar que los materiales que se usen en los eventos no dañen la gramilla (por ejemplo, para conciertos hay que utilizar tablillas con huecos para que la gente pase por encima y el zacate respire) y rotar a sus subalternos en funciones de riego, en revisión de luces, de cámaras y en que todos los accesos al recinto estén en las mejores condiciones.

En total son nueve personas fijas a cargo del estadio. Además de ellos, también están Mauren Castro, asistente de gerencia y secretaria de actas; Mauren Hidalgo, encargada de eventos y redes sociales; Mario Garita, asistente financiero; Pablo Gómez, técnico electrónico; Alejandro López, técnico electromecánico; y los operarios Victor Leal y Jairo Coto.

Precisamente, una de las labores principales del equipo es el cuidado de la gramilla natural, una que es utilizada no solo para la práctica de deportes como fútbol y rugby, sino también como suelo de eventos masivos.

En el caso del riego para la gramilla, habitualmente hay dos períodos en el día: uno de madrugada y otro al final de la noche. Habitualmente el primero es a las 4 a. m. y el segundo a las 10 p. m., aunque en época de sol (como en la que nos encontramos) suelen sumar un riego más en la tarde.

Todo esto se controla desde una habitación poco conocida, ubicada debajo de los graderíos del oeste. Allí hay un cuarto cargado de mangueras, tubos y paneles con engranajes absolutamente complejos para el ojo inexperto.

Valenciano se coloca en uno de los páneles, presiona unos cuantos botones y deja ver que, desde uno de estos mecanismos, se activa toda la dinámica de riego, que se puede programar con anticipación y de la cual no queda más que asegurarse que no haya fallos en ninguno de los aspersores. Todo el proceso de riego va de los 6 minutos a los 14 minutos.

“Aquí coloco las fases y las horas que quiero. Hay que estar atento a saberlo programar según la necesidad del calor; en invierno pueden ser la mitad de minutos. El costo en verano es mucho más alto”, cuenta Valenciano, recordando que este enero se pagaron ¢13 millones de recibo de agua, pero en época de lluvia puede bajar a ¢6 millones.

Más funciones

Este no es el único sitio de constante revisión dentro de las funciones de cuidados del Estadio Nacional. Del lado opuesto de la gradería, existe otra habitación “escondida” donde hay 20 monitores que reflejan el registro de las cámaras de seguridad que hay en todo el recinto.

“Y todo se ve perfecto desde aquí”, asegura Chacón. “Acá podemos tener un control absoluto, ver cómo se mueve la gente y asegurarnos que no se ponga en peligro la vida de nadie”.

A la fecha, Chacón y Valenciano aseguran que, tras 70 conciertos nunca han tenido ningún incidente de seguridad o riesgo. Tampoco ningún terremoto ha afectado la infraestructura ni ninguna emergencia los ha hecho correr con el desalojo del recinto (el cual se puede evacuar en diez minutos).

Esa misma confianza los ha hecho tomar riesgos para abrir el alcance del recinto. En un partido de fútbol, por ejemplo, el estadio puede alcanzar 35 mil butacas ocupadas. Esa capacidad puede ampliarse en casos de espectáculos masivos en los que se habilita la gramilla para recibir público.

El primer hito de aforo se logró en el 2018, cuando el veterano roquero Roger Waters presentó su faraónico show allí. La cifra de asistencia fue de 42 mil personas.

Pero bien dicen que los récords son para romperlos. En noviembre del 2022, la megaestrella Bad Bunny hizo una parada de su tour en nuestro país y logró convocar a 58 mil personas en el Estadio Nacional. Quienes hayan asistido a alguno de esos eventos pueden recordar que no hubo problemas de ingreso ni de salida, ni ningún altercado.

“Todo se trata de mantener la reputación del estadio en buenas condiciones para que puedan seguir realizándose eventos así”, comenta Chacón. “El estadio es bello, de eso nadie tiene duda, pero no es sencillo hacer que se siga viendo bello más de una década después de cuando estuvo nuevo”.

En el ala oeste del Estadio se encuentra un cubo de reuniones, donde hay una galería de imágenes que rememoran la relevancia histórica del recinto.

Al verlas, Chacón se pone emotivo. Allí se suceden fotos de obreros construyendo desde cero la arquitectura sobre la que estamos parados. También hay una vieja foto del antiguo Estadio Nacional, yuxtapuesta a la imagen actual.

En muchas ocasiones vino como jugador de Alajuelense a antiguo recinto. Incluso recuerda que era complicado jugar aquí porque la estructura en forma de redondel del viejo estadio permitía que el viento entrara con fuerza y hacía que se jugara con la brisa en contra.

“No era mi estadio favorito”, dice riendo, con la ironía de que tantos años después se dedicara de pleno al inmueble de la Sabana.

Hoy, Ricardo Chacón saca orgulloso las cifras de su gestión: el ingreso total, producto de la operación del fideicomiso en el 2022, fue de ₡1.611 millones, de los cuales se reporta una utilidad de ₡411 millones, la mejor cifra en la historia del estadio.

“Todo esto se trata de sacrificios y de trabajo en equipo. Todos los que estamos aquí amamos este lugar”, asevera el gerente.

Sacando el pecho, Chacón asegura que nunca se había sentido tan realizado en su vida como hoy. Para finalizar el recorrido y la conversación, suelta una frase poderosa.

“Sabe”, empieza a decir, “tal vez yo no fui el mejor jugador ni una leyenda como futbolista, pero siento que aquí estoy haciendo algo que me hará feliz para siempre”.